Márquez comienza su reconstrucción
➤ Termina séptimo y entre lágrimas en su regreso a la moto tras nueve meses lesionado
Y llegó al box, le mostró el guante izquierdo a su asistente para que lo ayudara a quitárselo, ni un esfuerzo más en ese brazo derecho y se derrumbó en la silla. Aplausos de sus compañeros y emoción en sus ojos, escondidos por la mano izquierda. No había champán ni himno ni el cajón más grande del podio en el Gran Premio de Portugal, pero la victoria estaba ahí, en haber terminado, vencido el dolor, las dudas y la angustia por una lesión en el húmero derecho que lo había dejado nueve meses sin tocar una moto, sin ser él, Marc Márquez.
Por fin, el piloto pasó con su Honda por debajo de la bandera a cuadros, en una carrera, 518 días después de aquella última vez, en el Gran Premio de Valencia 2019, que ganó. Como ayer. Aunque las estadísticas indiquen que terminó séptimo.
«Ha sido emocionante. Cuando he entrado al box no he llorado por dolor o por cansancio. Ha sido una explosión de emociones. Este ha sido el regreso, pero es el inicio de mi vuelta a la normalidad», exponía horas después, todavía la emoción contenida en la voz, todavía con esos ojos brillantes cuando se acercaba algún micrófono, cuando hablaba de todo lo que había pasado en este domingo de pasiones, en estos nueve meses. «Ha sido un fin de semana en el que también me he liberado mentalmente. Cada vez que lo pienso se me entrecorta la voz porque ha sido bastante duro. Incluso horas después, con Izaskun (Ruiz, periodista de Dazn) se me han vuelto a escapar las lágrimas. De otra manera pero me he vuelto a sentir piloto», añadió el ilerdense.
Séptimo, en el grupo de cabeza de una carrera rapidísima que lideró Fabio Quartararo con aires de campeón, reivindicativo el francés sobre Bagnaia y Mir y sobre sus opciones de título porque admite que aprendió mucho el año pasado de cómo llevar la presión de ser líder y de los focos. Séptimo, después del infierno.
Porque, él mismo confesó, no solo había dudas de cuándo podría regresar, alargada la espera tras escuchar a los médicos y a su propio cuerpo. Es que también las hubo de si podría regresar. «De si volvería a tener un brazo normal», aseguraba en la previa de este Gran Premio de Portugal, ya para siempre en su libro de recuerdos. Ha vuelto, con calma, ya sin prisas porque ha estado a punto de perderlo todo y ahora lo que quiere es ganar. Se entrenó durante el fin de semana, no solo para calibrar la puesta a punto de la moto, también para medir las energías de su físico y su mente, del dolor del brazo, de un cuerpo entumecido por tantos días de barbecho.
Y despertó el domingo con las dudas de cómo estaría todo en carrera, con pilotos que no iban a tener consideración con él. Si volvía, era con todas las consecuencias. «No acabar la carrera no entraba en mi cabeza. He cogido mi ritmo. En un momento me he venido arriba, pero me he dicho ‘termina la carrera’. Es importante aceptar que no se puede y que ya llegará el momento». Acabar, además, 25 vueltas en un exigentísimo circuito lleno de montañas rusas, curvas cerradas y frenadas excesivas.
Sin miedo
Completa en Portugal aquella última carrera inacabada en Jerez, el 19 de julio de 2020, a donde volverá el próximo 4 de mayo. Con el orgullo de saber que sigue siendo rápido, pues se puso tercero en las primeras curvas y terminó séptimo porque no es todavía el Márquez que fue. «No he tenido miedo en ningún momento. Pero mi limitación es el físico, sobre todo en las últimas siete vueltas. No he podido exprimir la moto. No la he sentido, pero salía solo. Aún no estoy pilotando como yo quiero, ni haciendo lo que quiero. Pero sí he conseguido lo que más deseaba, pilotar una MotoGP. La clave ha sido aceptar las primeras vueltas, aceptar que me pasaran y, entre comillas, que abusaran. Ese no era mi nivel». No entró en batalla con Joan Mir, prefirió levantar rueda que meterla, pero se llevó el aplauso de su equipo y del planeta MotoGP. No es todavía el Márquez que fue, pero está cerca. En Jerez, donde todo empezó, otro paso.