La ciencia española emigra a China
Por falta de oportunidades en España, más de un centenar de científicos e investigadores han tenido que marcharse al gigante asiático, uno de los países que más invierte en innovación
Desde siempre en la investigación en España, pero sobre todo tras la Gran Recesión de 2008, ha habido más talento que dinero. En este siglo XXI de la globalización y el viraje de la economía global hacia Oriente, ya no solo emigran los más humildes y menos preparados, sino hasta doctores de importantes ramas científicas en lo que supone una preocupante fuga de talentos.
Eso tuvo que hacer Pedro Laborda, aragonés de 34 años que estudió Química Orgánica en la Universidad de Zaragoza y luego hizo el doctorado cuando lo peor de la crisis de 2008 azotaba a España. Lo que se encontró tras terminar la carrera fueron diez meses de paro que, según cuenta ahora, «pe
mucho». «Mi primera intención era quedarme en Europa, pero no hubo suerte y empecé a enviar mi currículum también a Estados Unidos. Al final, encontré en Nature Jobs una oferta de trabajo desde China», recuerda con una sonrisa que resume lo mucho, y bien, que le cambió la vida.
El 2 de enero de 2015 llegó a la ciudad de Nankín (Nanjing), donde estuvo dos años en un puesto de posdoctorado en la Universidad de Agricultura y luego otros dos en la de Ciencias Agrícolas de Jiangsu. «Ahí fue donde mi supervisor me enseñó la investigación china y a buscar becas. Gracias a eso me salieron buenas ofertas, entre ellas la de catedrático en Nantong», explica en uno de los laboratorios de la Universidad de Ciencias Vivas de dicha ciudad, que está a una hora en tren de Shanghái y de donde además es su esposa, con la que tiene una hija.
Desde hace algo más de dos años, aquí estudia las enfermedades de las plantas y desarrolla remedios como pesticidas ecológicos que no contaminen, trabajando en estrecha colaboración con varios gobiernos provinciales de China. Para ello, cuenta con un equipo de investigación de 30 personas y abundantes recursos materiales y económicos que facilitan su labor. «Para la investigación, hay muchas más posibilidades en China que en España, donde el relevo generacional ha sido más lento y conservador, sobre todo en las universidades. Aquí se ofrecen muchas oportunidades para la gente de menos de 50 años, que es el momento en que más se publica», se congratula Laborda, satisfecho de poder desarrollar su carrera en este país.
No es el único. Desde finales del año pasado, Laborda preside la Red de Investigadores China España (RICE), que fue fundada en 2016 y acoge a más de un centenar de científicos y académicos que trabajan en este país. Entre ellos destacan prestigiosas figuras como el médico sevillano Fernando Arenzana, codirector del Instituto Pasteur de Shanghái; Carlos Navarrete, físico teórico que trabaja con superordenadores en la Universidad de Jiaotong en Shanghái, y Mario Lanza, quien investigaba con nanomateriales en Suzhou y se ha marchado a Emiratos Árabes Unidos. En las humanidades figura Rafael Martín Rodríguez, madrileño de 47 años que lleva una década en China. Llegó como representante de la Universidad de Alcalá de Henares para captar estudiantes chinos y, desde hace cuatro años, da clases de Historia de España y Latinoamérica, así como de sistemas políticos y literatura, en la prestigiosa Universidad de Fudan, en Shanghái. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid y doctorado en Lingüística e Historia Contemporánea, acaba de publicar el libro ‘Descubriendo al dragón’, de la Editorial Catarata.
La fuga del talento europeo
Con sus miembros repartidos a partes iguales entre ciencias –sobre todo biología– y humanidades, especialmente profesores de castellano e historiadores, el RICE es una de las 17 redes de este tipo creadas en el mundo por investigadores españoles emigrados. «Este éxodo empezó tras la crisis de 2008 y es un fenómeno que afecta a toda Europa, ya que en China hay científicos no solo españoles, sino también italianos, franceses y alemanes. La UE quería llevarnos de vuelta, pero no ha podido», analiza Pedro Laborda con cierta resignación.
Con una inversión privada y pública que se ha disparado por 35 desde 1991, China ya le disputa a EE.UU. la hegemonía en investigación y desarrollo. A tenor del Buró Nacional de Estadísticas, el año pasado se destinaron a este campo 2,4 billones de yuanes (312.000 millones de euros), lo que supone un 2,4 por ciento del Producto Interior Bruto y una subida del 10,3 por ciento con respecto a 2019. A través de 522 laboratorios nacionales y sus 350 centros de investigación, la Fundación de China para las Ciencias Naturales financió 457.000 proyectos y consiguió 3,6 millones de patentes.
«Las autoridades chinas están muy interesadas en atraer extranjeros, pero no se pueden cubrir todas las plazas porque cada año se ofrecen 500 puestos para investigadores y científicos. Por ejemplo, en nuestra Universidad de Nantong estamos buscando a posdoctorados en química, biología y materiales», señala Laborda. Aunque aclara que «el salario básico no es alto, y a veces incluso más bajo que en España», destaca que «tenemos incentivos por productividad y publicaciones y patentes. Si te esfuerzas y publicas mucho, se puede conseguir bastante dinero, pero es muy competitivo. En España, el sueldo es el mismo con independencia de que se publique o no».
Frente a las acusaciones habituales de plagios en China, defiende que «la investigación no se roba. Sí se puede robar el talento porque hay dinero y oportunidades que no dan otros países. Lo que hay que hacer es aprender de los errores que se cometen en España». Para Laborda, «lo más tentador de China es que te ofrecen una posición estable y tu propio equipo de investigación, como el mío, que tiene 30 personas. Algo así no podría conseguirlo en España». Junto a él, en China hay 16 grupos de investigación liderados por españoles. Uno de los más destacados es el que dirige José Pastor, alicantino de 43 años, en la Universidad de Tsinghua, en Pekín. Licenciado en Biología por la Universidad de Alicante y doctor en Biología Genética por la Autónoma de Madrid, tuvo como profesor a Francis Mojica, padre español de la técnica de edición Crispr del ADN, y llegó a China a finales de 2012 porque le salió la oportunidad de establecer su propio laboratorio.
Las mejores oportunidades
«Tras el doctorado, me fui a EE.UU. y estudié en Yale. Mi intención era volver después a España, donde obtuve una beca Ramón y Cajal. Pero en ese momento, 2012, estábamos en lo peor de la crisis y la financiación era mala, algo que no ha mejorado», rememora Pastor. Su jefe en EE.UU., que era chino, le sugirió que buscara en este país, «donde me dijo que no abundaban los extranjeros y eran bienvenidos».
Tras solicitar un puesto en varias universidades chinas, fue contratado por Tsinghua, que es una de las veinte mejores del mundo y ofrece «buenas oportunidades para empezar una carrera científica». Para Pastor, «China sigue siendo el mejor sitio del mundo para abrir un laboratorio. El nivel de inversión en ciencia e investigación no lo supera nadie, mientras que España no está solo por detrás de Alemania y Francia, sino incluso de Portugal pese a la buena formación de los investigadores. En nuestro país existe una brecha generacional, los centros de investigación han envejecido y la gente de mi quinta está casi toda fuera».
Pastor, que investiga el ADN de las moscas por sus aplicaciones en la biología humana, destaca que «China va a pasar de ser la fábrica del mundo a innovar», ya que vienen científicos de otros países porque es el país que más invierte y en algunos campos es puntero. Aun así, reconoce que «EE.UU. sigue por delante en ciencia e innovación. Es como en las Olimpiadas: EE.UU. es el primero y China está justo detrás, aunque con la idea muy clara de alcanzarlo y superarlo. El primer paso es la inversión. China está despegando ahora. Ya se verá si se consigue un modelo masaban
Mejores oportunidades
El químico Pedro Laborda (en la imagen de la izquierda y abajo) afirma que China ofrece medios, estabilidad y equipos para investigar, impensable en España
Pesticidas ecológicos
El aragonés Pedro Laborda, doctor en Química Orgánica, trabaja en la Universidad de Nantong desarrollando pesticidas ecológicos que no contaminen
Robar el talento
«La investigación no se roba. Se puede robar el talento porque hay dinero que no dan otros países»
duro de investigación. El salto de China ha sido rápido por la internacionalización. Se ha traído a muchos científicos chinos que estaban en universidades americanas. En ese sentido, China depende todavía de EE.UU. y hay que ver si puede crear el tipo de universidad que hay allí. También habrá que ver cómo afecta la creciente tensión entre ambos países y si se corta el contacto entre sus universidades».
Copiando el sistema de EE.UU., de donde proceden muchos de los catedráticos de Tsinghua, Pastor pasó cinco años como profesor asistente y luego fue evaluado por expertos extranjeros. Tras conseguir su plaza como catedrático, con sus investigaciones debe conseguir financiación con ayudas de fuera de la universidad. «En la ciencia existe un sistema de cualificación basado en el impacto en publicaciones de referencia como ‘Nature’ o ‘Science’. Así funciona en todo el mundo. Hay obsesión por publicar en estas revistas. En China se daba una recompensa a los investigadores que publicaban en este tipo de revistas. Pero en mi universidad ya no se hace», desgrana Pastor, quien elogia los medios a su alcance.
Un equipamiento valioso
«Tsinghua es puntera en biología estructural y compra todo el equipamiento tecnológico nuevo que sale, por caro que sea. Aquí tenemos unos microscopios que serían difíciles de conseguir en España», pone como ejemplo de las ventajas con que cuenta. Además de cuantiosos medios materiales, abundan los humanos, ya que «en Tsinghua hay casi tantos doctorandos como estudiantes de carrera». Pastor, que cuenta con trece personas en su laboratorio, ha llegado a tener hasta 250 alumnos en sus clases de doctorado.
«Además de invertir en ciencia, lo hacen en futuro e innovación», asegura con orgullo. Pero también matiza que «China no es para todo el mundo porque hay un gran choque cultural y mucha dificultad con el idioma. A pesar de todo ello, el nivel de investigación que existe aquí, en universidades como Tsinghua o Fudan, es increíble y su producción científica es de primera línea. Están muy abiertos a la idea de internacionalizar el sistema y que vengan extranjeros. Es una opción muy buena».
Pastor, que presidió el RICE durante dos años hasta diciembre de 2020, también alerta de que «en investigaciones asociadas a empresas, sí hay que tomar precauciones contra el robo de talento o de proyectos. Pero no sé si es algo flagrante comparado con otros países. Como yo hago investigación general, para mí no es un problema porque publicamos de forma inmediata».
Aunque tiene su plaza fija y todo lo que necesita en China, reconoce que en algún momento le gustaría volver a España, donde espera que salga adelante una nueva ley sobre la ciencia y haya una inversión con las ayudas que vengan de Europa contra el coronavirus.
Para Ahimsa Campos, biólogo gijonés de 45 años, vivir en el extranjero ha sido imperativo por su materia de estudio: los elefantes. Tras una temporada observando la vida salvaje y analizando a los mamíferos del Pirineo aragonés y Galicia, en 2002 hizo un máster y doctorado de la Universidad de Tokio pero trabajando en Sri Lanka, donde empezó a centrarse en la megafauna y en la difícil convivencia entre las personas y los animales. «Estaba muy preocupado por la protección del elefante, que tiene un impacto importante en el ecosistema porque come en abundancia y se mueve mucho. Cuando come fruta, luego se desplaza muchos kilómetros y dispersa las semillas, lo que sirve para regenerar el medioambiente», explica Campos, quien se trasladó en 2009 a Singapur y en 2011 a Malasia para estudiar el bosque húmedo.
Autoridades convencidas
En marzo del año pasado, justo antes del cierre de fronteras por la pandemia, llegó a China, donde trabaja en el Jardín Botánico de Xishuangbanna, prefectura del sur de China fronteriza con Birmania (Myanmar) y Laos. En dicho parque de 900 hectáreas con 3.000 plantas, que atrae cada año a legiones de turistas, funciona un centro de investigación especializado en la conservación del medioambiente que estudia la biodiversidad en el Sureste Asiático. «Además de ser un sitio precioso para vivir, este centro ha atraído gente muy buena, tanto de China como del extranjero, y es uno de los mejores lugares para investigar, en mi caso, la vida de los elefantes desde Indonesia hasta el sur de Nepal pasando por Laos o Vietnam», cuenta por teléfono.
Junto a la abundancia de recursos para llevar a cabo proyectos en la región, Campos destaca la implicación de las autoridades en la práctica. «No
Red China España
Destacan figuras como la de Fernando Arenzana, codirector del Instituto Pasteur de Shanghái
solo hay que hacer buena investigación, sino que interese a quien tenga que aplicarla. En China trabajo para el Gobierno y hay muy buena integración entre la ciencia y la política. En otros países yo tenía que perseguir a los gestores para convencerlos y aquí se da por hecho que hay que contar con la ciencia, lo que va a dar muy buenos resultados en un plazo de diez años», pronostica de forma elogiosa.
Entre elefantes y hombres
«Con muchos grupos aislados cuya supervivencia está en riesgo, quedan unos 40.000 elefantes salvajes y en la próxima generación tenemos que decidir si los protegemos o los dejamos extinguirse. La cuestión es saber si aceptamos o no la convivencia con los elefantes y también con los tigres», advierte Campos. Gracias a su experiencia en Asia, tiene claro que «si hay elefantes y una zona agrícola, va a haber conflicto, ya que estos animales se comen los cultivos y una sola familia necesita mucho espacio para vivir, unos 250 kilómetros cuadrados». Por ese motivo, explica que «hoy día no hay ningún lugar de Asia donde vivan sin contacto con la gente, lo que provoca muchos problemas. En los últimos 40 años ha habido un cambio de poderes. Si un elefante se acercaba a un campo de cultivo, le pegaban un tiro. Ahora priman las políticas de conservación y la gente se siente abandonada y frustrada. Nuestro trabajo es lograr el punto medio donde podamos gestionar la situación para asegurar la supervivencia de los elefantes sin que eso sea un perjuicio para la gente. Me gusta compararlo con la situación de los coches cuando empezaron. En aquel momento había muchos muertos. Con el tiempo hemos mejorado las normas para lograr una reducción de la mortalidad y correr un riesgo pequeño, pero asumible».
Como ejemplo de buena gestión, cita que «en China se pagan indemnizaciones por los daños de los elefantes en los cultivos. Al cubrirse las pérdidas económicas de los campesinos, se trata solo de una cuestión de seguridad que se puede manejar para garantizar la coexistencia».
Gracias a sus buenas condiciones, el Jardín Botánico de Xishuangbanna ha atraído a numerosos investigadores de otros países, desde los vecinos hasta el Reino Unido o Francia e incluso Iberoamérica, y también a estudiantes de todo el Sureste Asiático. «Hay muy buenas oportunidades para la ciencia en China y quiero hacer un llamamiento a los estudiantes de España, que deben explotar su posdoctorado para conseguir un puesto académico. El nivel de la ciencia en China es muy bueno y ha habido un cambio bestial desde que vine aquí por primera vez en 2006. En 2021 no se puede hacer una carrera académica en un solo país. Igual que estamos abiertos a EE.UU. y el Reino Unido, hay que abrirse a China», anima Campos, quien concluye que «uno aporta mucho siendo diferente y se gana mucho siendo diferente».