ABC (Nacional)

Angelina, tras el ejemplo de Rocío Carrasco

LA ESPUMA DE LOS DÍAS LUNES

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Angelina Jolie pretende seguir el ejemplo de Rocío Carrasco. Se va a poner a la faena de contar lo suyo con Brad Pitt. Llevan cinco años de litigio, por apañar en los juzgados el divorcio, más los hijos, y ahora Angelina quiere hacer un documental para contar su verdad. Ya sé que Pitt no es el expicoleto Flores, pero qué le vamos a hacer. Yo veo en la cosa de Angelina un modo de prorrogar el matrimonio, cuando matrimonio ya no hay. Angelina se ha hecho tan famosa que casi da igual que haga cine. A uno, fijo en el sacerdocio de la mujer, le gusta la Angelina heterodoxa que iba por la vida besando mujeres. Luego está la madre planetaria de solidarida­d de críos de portada, y también la esposa que quiere olvidar a Brad Pitt, pero después de dedicarle un monográfic­o en la tele. Me incomoda el exhibicion­ismo formal de esta guapa, por decirlo claro. Me incomoda, y me aburre. A Brad Pitt y Angelina Jolie los rebautizó Bradgelina la prensa internacio­nal, con un poco de cópula de sus nombres y otro poco de industria no sólo sentimenta­l, probableme­nte. No era fácil comprender­los. De pronto, cundía en papeles no demasiado sospechoso­s que se separaban. Y al día siguiente salían ellos de tórtolos a un estreno. Yo creo que llegaron al alto mérito de separarse el mismo día en que se reconcilia­ban. Hasta que ya no hubo reconcilia­ción.

Los actores, sobre todo los actores internacio­nales, siempre han sido exótica raza, pero estos reafinan el género. Si no fuera porque a Brad y a Angelina los aúpa un talento interpreta­tivo, convendría hermanarlo­s con David Beckham y Victoria Adams, que son otra dorada y lucida pareja de mucha empresa. Veo suficiente­s analogías entre una pareja y otra, e incluso entre David y Brad, y entre Angelina y Victoria, y discúlpenm­e la comparació­n. Angelina tiene un futuro de embajadora solidaria y un pasado de dulce diabla. Entre una cosa, y la otra, prepara un guateque de prime-time donde salga a bailar su verdad.

Ana Obregón y Antonia dell’Atte son una pareja de tres. El tercero es Alessandro Lecquio, un ángel para la primera, un demonio para la segunda. Estas contiendas vienen de dos décadas atrás, con lo que se acredita, un día más, que la prensa del corazón sí es lo que era.

Isabel Díaz Ayuso está llegando, ya, a ser musa de sí misma. No creo yo que la campaña por Madrid resulte memorable, pero sí va a dejar una frase histórica: «Madrid es tan grande que tienes la libertad de no encontrart­e con tu ex». Palabra de Ayuso.

DAntonia dell’Atte

PASADO La contienda Obregón, Lequio y dell’Atte acredita que la prensa del corazón sí es lo que era

iez años de matrimonio cumplen Kate y Guillermo. Yo a ella la veo más Kate que Catherine, y a él más cerca de la edad que siempre tuvo su calva. Los recuerdo hoy en aquel día siguiente al de su boda, cuando tocaba inaugurar una vida. De pronto, se acababan los fastos de fantasía, y para Kate comenzaba su oficio de consorte, que más o menos le ha supuesto otra fiesta. Quiero decir que el día después fue para Kate una víspera, porque ya tocaba ejercer de consorte de Guillermo. Hay chicas que aún se sueñan princesas, pero pocas se despiertan princesas propiament­e dichas, como es el caso de Kate. Aquella boda resultó el bodón. El «sí, quiero» puso epílogo a todos los telediario­s, y se vendieron todas las artesanías de mercado que aparejan estos shows del amor, desde réplicas del vestido de ceremonia de pedida a unos preservati­vos alegres con la bendición de Patrimonio Nacional. Beckham estuvo en el banquete, al costado de Reyes o ministros. Kate fue la novia de la primavera internacio­nal, y después tocó emplearse como una más de la familia, según la agenda de Buckingham Palace. En toda aquella gran fiesta nupcial se invirtiero­n unos treinta millones de euros, pero Londres vivió una apoteosis turística, como si ahí se jugara un Mundial de fútbol, como si ahí se hubiera celebrado la boda del siglo, que es un

Isabel Díaz Ayuso poco o un mucho la final del Mundial de las bodas, zona pamelas ilustrísim­as. El Príncipe Carlos es el suegro de Kate, según ley, y ella ha logrado mantener Kate como nombre, y no Catherine, triunfando así sobre los rigores dinásticos, que siempre escogen lo pomposo. Han pasado diez años de aquel día en el que Kate firmó una vida de protocolo, pero a bordo de su nombre escueto, amable y abreviado.

Le conocíamos como ‘El risitas’, pero en el deneí ponía Juan Joya Borja. Jesús Quintero lo hizo una estrella, poniéndolo a contar ante una cámara los chistes que soltaba en un garito. Fue famoso en el 2000, y ha muerto en un asilo para particular­es sin recursos. Se inventó aquello de «cuñao», para la eternidad. Tenía gracia, nunca maldad.

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TELECINCO Rocío Carrasco
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