El reto de colgarse una medalla con un hijo
Cuatro deportistas olímpicas que también son madres explican a ABC cómo compaginan la atención que necesita un bebé con la exigencia del deporte de élite
De primeras, cuando hablamos de acudir a unos Juegos lo hacemos de cosas mayores. No van los buenos, no; van los mejores. Cuatro años de duro entrenamiento –cinco para Tokio por la pandemia– para tratar de cumplir el sueño que tenías cuando empezaste en tu deporte. Miles de horas de gimnasio, decenas de competiciones, de vuelos... y un hijo. Porque sí, se puede ser madre y deportista de élite al mismo tiempo. Aun así, no es nada fácil: faltan ayudas a la conciliación, los primeros años de crianza son agotadores y tu cuerpo se resiente. Pero al final, movidas por la pasión hacia su deporte, el que tanta gloria les ha dado, y el amor a sus hijos, a los que cuidan con mimo y atención, lo consiguen. Alzan la voz para que sean más las que se atrevan a dar el paso, conscientes del miedo que hay entre algunas deportistas a que sea un punto irreversible en sus carreras. Las carreras de Ona Carbonell, Blanca Manchón, Teresa Portela y Maialen Chourraut dicen lo contrario: hay éxitos después de dar a luz. Las cuatro, además de campeonas, forman parte del Plan ADO, una serie de ayudas económicas que permiten a los mejores atletas del país dedicarse plenamente a mejorar deportivamente. «Gracias a ellas se puede vivir del deporte», dice Blanca. Ona, una de las deportistas españolas más laureadas de la historia, opina igual: «Cuando te dedicas todo el día a entrenar y a ser la mejor del mundo no tienes tiempo para trabajar paralelamente. Resultan imprescindibles». «Lo es todo», añade Teresa. Y Maialen, que recibe la ayuda desde que era menor de edad, elogia los frutos que ha dado el plan desde su creación en los noventa: «Los resultados deportivos han mejorado mucho».