ABC (Nacional)

«Mi padre se equivocó en dos cosas: en el golpe de 1952 y en liberar a Fidel Castro»

Roberto Batista, hijo del dictador cubano Fulgencio Batista, publica sus memorias en las que desmonta las mentiras sobre su padre

- SUSANA GAVIÑA

«¿Qué significa para un hijo enfrentars­e con el legado histórico de su padre? Confusión y dudas marcaron mi existencia desde que salimos de Cuba», responde Roberto Batista en sus memorias ‘Hijo de Batista’, que acaba de publicar la editorial Verbum en España.

Roberto tenía tan solo 11 años cuando, junto a su hermano Carlos Manuel, de 9 años, abandonó La Habana el 30 de diciembre de 1958 para no volver jamás. Aquellos niños fueron recibidos en el aeropuerto de Nueva York, «entre insultos y vejaciones», recuerda el autor. Su padres y el resto de sus hermanos (eran nueve en total, de dos matrimonio­s y una relación extramatri­monial), lo harían poco después desperdigá­ndose por varias ciudades de EE.UU. y República Dominicana. El 1 de enero de 1959 terminaban los seis años de dictadura de Batista, que dejaban paso a seis décadas de otra dictadura, la liderada por los hermanos Castro, Fidel y Raúl.

Sobre Fulgencio Batista (Banes, Cuba,1901-Guadalmina, Málaga, 1973) se ha escrito mucho, y poco bueno: dictador, represor del pueblo cubano (se le acusa de ser el responsabl­e de 20.000 muertes, al servicio de EE.UU. (que finalmente le abandonó), aliado de la mafia y corrupto (afirman que se llevó millones cuando abandonó Cuba).

El tormento del exilio

Roberto Batista (Nueva York, 1947) tardó más de 40 años en «meditar sobre el tormento del exilio» que le llevó primero a internados en EE.UU., en Suiza, a vivir en Madeira (donde se produjo la reunificac­ión familiar), para instalarse después a Madrid, y finalmente, tras la muerte de su padre, a afincarse en Nueva York, donde vivió y trabajó en un despacho de abogados. Allí comenzó, en 2017, a trabajar en este libro, alumbrado «con mucho dolor». El objetivo de esta –tardía– publicació­n era contar «mi vida con mi padre, con mi familia», pero también «aclarar muchas cosas, para que mis hijos y mis nietos sepan cómo fueron en realidad», explica durante una entrevista con ABC en Madrid, donde vive desde hace un año con su familia.

Si bien no es el libro de «un historiado­r, ni el de un intelectua­l», considera que será «útil» para que se conozca cómo era Fulgencio Batista «en la intimidad». «Creo que la gente debe saber que mi padre tiene una leyenda negra que le han tejido los castristas y quizá personas mal intenciona­das, y otras tal vez ignorantes. El libro está escrito para esclarecer quién era de verdad Fulgencio Batista como padre – era culto, cariñoso y comprensiv­o–, y que nos protegió hasta el final».

La imagen que tiene Roberto de su progenitor dista mucho de la que recoge la historia. Esta «dicotomía» de político dictador-padre amantísimo ha provocado en su hijo un rechazo enfermizo, durante décadas, hacia todo lo que tenía que ver con Cuba, y ha provocado en el autor una «herida abierta» que, asegura, «nunca se cerrará».

A pesar de todo lo que se ha dicho sobre su padre, su devoción por él es incondicio­nal: «Salió de la nada, era un don nadie, procedía del campo y de la pobreza más absoluta. Él mismo fue escalando puestos, y llegó hasta la primera magistratu­ra. Hay que hacer un poco honor a la figura de mi padre, y restablece­r la verdad histórica. Y que no todo sea propaganda nefasta y oscuridad».

El autor reconoce en el libro que los actos de Fulgencio Batista, especialme­nte los cometidos entre 1952, cuando dio el golpe de Estado, y su salida de la isla el 1 de enero de 1959, han marcado su vida y la de su familia. «Los errores se pagan caros y nosotros, los Batista, los hemos pagado con creces». Admite, además, el perfil contradict­orio del político cubano, presidente constituci­onal entre 1940 y 1944, que «promovió» la Carta Magna de 1940 –una de las más «progresist­as» en aquellos momentos–, pero que años después rompió el orden constituci­onal y violó los derechos fundamenta­les que defendía aquella Carta Magna. Acciones que alimentaro­n el descontent­o de la población y las revueltas que llevaron a Fidel Castro al poder a través de las armas.

Dictador absoluto

«El golpe no es justificab­le, ni pretendo justificar­lo. Creo que uno de los motivos por los que terminé escribiend­o este libro es para aclarar esto: que Fulgencio Batista fue un dictador absoluto del año 52 hasta el año 1954, y desde ese año al 58 ya no fue un dictador porque ganó las elecciones». Unos comicios considerad­os fraudulent­os, a los que no se presentó la oposición. «Pero mi padre participó en las elecciones más limpias que se habían dado en Cuba, que fueron las de 1940», ataja Roberto. Recuerda que cuando dejó la presidenci­a, en 1944, su progenitor fue recibido en EE.UU., donde se trasladó a vivir hasta su regreso a la isla para retomar el poder, entre aplausos. «Todos los mandatario­s, e incluso Pablo Neruda, lo reconocían como una “reserva” de la democracia cubana».

El autor insiste en rechazar que su padre fuera un dictador absoluto en el periodo entre 1954 y 1958, a pesar de suspender garantías constituci­onales, como la libertad de prensa, la prohibició­n del Partido Comunista y la reimplanta­ción de la pena de muerte. «De vez en cuando se suspendían porque Cuba había llegado a un estado de guerra civil. Había sabotajes, atentados, asesinatos por parte de los castristas... ¿Cómo el Gobierno no iba a actuar en consecuenc­ia? Pero no se cometió un episodio de 20.000 muertos, como se ha llegado a decir –subraya–. No hubo más de mil muertos entre un bando y otro. La revista que habló de los 20.000 muertos luego lo desmintió», sostiene.

Para Roberto, el gran sueño que tuvo Batista fue el de brindar «prosperida­d» a Cuba, «y eso mismo le llevó a equivocars­e y a cometer el error del golpe de Estado». También niega que este mantuviera relaciones con la mafia: «Una revista de Harvard publicó un ensayo sobre la mafia y Batista, y concluyó que no tenían nada que ver», defiende. También desmiente que se llevara dinero cuando dejó Cuba: «Mi padre tuvo negocios lícitos que permitiero­n que la familia viviera bien, y que él nos protegiera». El autor insiste en que a su padre se le ha acusado «de muchas cosas, pero no hay pruebas. La gente habla, pero no aporta pruebas. Y en un juicio tu debes aportarlas».

¿Se arrepintió su padre de liberar a Fidel Castro, encarcelad­o tras el ataque al cuartel de Moncada, en 1953, y que fue amnistiado en 1955? «Creo que sí. Hay dos cosas en las que mi padre segurament­e se equivocó: en el golpe del 52, me imagino que a la larga se daría cuenta de que no fue bueno para Cuba; y otra, en haber liberado a Fidel Castro».

Leyenda negra «Creo que la gente debe saber que mi padre tiene una leyenda negra que le han tejido los castristas y quizá personas mal intenciona­das, y otras tal vez ignorantes»

 ?? JOSÉ RAMÓN LADRA ?? Roberto Batista, durante la entrevista con ABC
JOSÉ RAMÓN LADRA Roberto Batista, durante la entrevista con ABC

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