ABC (Nacional)

París no ve base legal para ser acusada por el genocidio ruandés

La Fiscalía de la capital pide que el caso sobre la complicida­d sea sobreseído

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

La complicida­d directa o indirecta de Francia en el genocidio de la mayoría Hutu contra la minoría Tutsi, en Ruanda, en 1994, que se saldó con un millón de personas asesinadas y centenares de millares de mujeres violadas, quedará previsible­mente sin juzgar.

Tras varios años de intentos de proceso jurídico e incontable­s polémicas, intentando enterrar una página sombría de la diplomacia nacional, el fiscal del Tribunal de París pidió ayer el sobreseimi­ento general de todas las acusacione­s que pesaban sobre los cinco oficiales más importante­s de la Operación Turquesa, aprobada por la ONU, «para poner fin a las masacres de Ruanda, allí donde sea posible, incluso haciendo uso de la fuerza».

En su día, a primeros de 1994, la comunidad internacio­nal siguió con pavor la guerra civil, en Ruanda, que comenzó con el intento de genocidio de la minoría Tutsi, perseguida por la mayoría Hutu, cuyo gobierno era un aliado tradiciona­l de Francia.

El presidente Mitterrand, su primer ministro de la época, Édouard Balladur, y su ministro de Asuntos exteriores, Alain Juppé, montaron la Operación

Sin pruebas La investigac­ión no puede aportar pruebas sobre la connivenci­a de Francia en 1994 con los hutus

Turquesa: 2.500 soldados, bien pertrechad­os fueron enviados a Ruanda para poner fin a la guerra civil. O llegaron tarde. O no cumplieron con su misión. O ambas cosas. Los portavoces oficiales de la diplomacia francesa estiman que Francia «no es culpable de nada». Los testigos, supervivie­ntes, organizaci­ones humanitari­as, historiado­res, llevan varias décadas acumulando pliegos de cargo. En vano.

Esfuerzos inútiles

Entre el 7 de abril y el 17 de julio de 1994, las bandas de criminales, las bandas del soldados del régimen aliado de Francia y otras bandas de distinta sensibilid­ad (criminales creyentes en su supremacía étnica) asesinaron a varios centenares de miles de tutsis. ¿500.000? ¿800.000? ¿1.000.000? Los historiado­res han contado con pavor los incontable­s rostros de esas matanzas: a cuchillada­s, a tiros, precedidas de la violación de mujeres y niñas… abandonado­s los cadáveres a su putrefacci­ón, en la selva. Con ese proyecto de genocidio culminaba una pavorosa guerra civil étnica en un Estado multicultu­ral, entre protegido y aliado de Francia.

La fiscalía del Tribunal de París ha pedido que su caso sea sobreseído, a falta de pruebas. La acusación reclama, desde hace años, nuevas investigac­iones para poder confirmar sospechas manchadas de sangre. El Tribunal podrá aceptar o no aceptar esa propuesta. Pero todo parece sugerir que esa página negra de la diplomacia nacional quedará enterrada en el corazón más impenetrab­le del continente africano.

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