Alan Lomax A la caza del santo grial del blues
Se publica en España ‘La tierra que vio nacer el blues’, libro en el que el folclorista estadounidense relata sus legendarios viajes por el delta del Misisipi buscando los orígenes del género
n el principio no fue el ritmo, sino el sonido del mazo golpeando las rocas y el lamento de los presos de los penales de Angola y Parcham. Fue justo ahí, tras las alambradas de las prisiones estatales de Misisipi y Luisiana, donde Alan Lomax (1915-2002) se enamoró perdidamente del «verdadero canto negro» y decidió consagrar parte de su vida a capturar la esencia del blues a través de grabaciones de campo e incursiones en la Highway 61, popularmente conocida como la Ruta del Blues.
Afamado etnomusicólogo y cazador de canciones, Lomax viajó de España a Irlanda y de India a Rumanía en busca de sonidos y expresiones del folclore popular, pero fue su pasión por el blues lo que le granjeó algunos de sus mayores logros. También la satisfacción de irse a la tumba sabiendo que sin sus grabaciones y sus asombrosas expediciones no hubiesen existido ni el ‘revival’ folk de los años cincuenta ni la ‘british invasion’ de los sesenta, momentos cruciales que cambiaron para siempre la fisonomía de la música popular. O, por decirlo de otro modo: si Lomax no hubiese grabado a Muddy Waters en la Sherrod Plantation en 1941, los Rolling Stones seguramente ni siquiera hubiesen existido.
ELeadbelly y Son House
«Cuando por la noche estás acostado y no paras de dar vueltas de un lado para otro, y nada te apacigua, hagas lo que hagas, eso significa que el Viejo Blues te ha echado el guante», le confesó a Lomax Leadbelly, legendario bluesman al que conoció en la penitenciaría de Angola. También a Lomax le echó el guante y le tuvo casi dos décadas, desde principios de los cuarenta a finales de los cincuenta, dando tumbos por el Delta del Misisipi y arrastrando su grabadora en busca de los pioneros del blues rural. Hablamos, claro, de Fred McDowell, Muddy Waters, Memphis Slim, Son House y Big Bill Broonzy, nombres que desfilan por ‘La tierra que vio nacer el blues’, libro que documenta las jugosas incursiones de Lomax en los albores del blues y que, casi tres décadas después de su publicación en 1993, Libros del Kultrum acaba de traducir al castellano. «Todo conduce, como por arte de magia, a algún inexplorado, o acaso ya inexistente, meandro del gran río que vio nacer el blues», escribe Lomax en la introducción de un libro que, más allá de lo musical, empieza y acaba casi de la misma manera: con un sheriff malcarado y racista intentando arrestar a Lomax por relacionarse con negros en público.
De poco le sirve al folclorista encabezar una misión cultural de la Biblioteca del Congreso para registrar las músicas del Delta: en el Memphis de los años cuarenta, las leyes de Jim Crow marcaban una frontera inexpugnable, por lo que un blanco interesándose por la música de los negros (no digamos ya estrechando la mano de uno de ellos) era motivo suficiente para que alguien acabase llamando al FBI. Es lo que le ocurrió a Lomax cuando viajó al condado de Tunica en busca de Robert Johnson y descubrió, por boca de su madre, que el más legendario de los bluesman, el que supuestamente pactó con el diablo y le vendió su alma en un cruce de carreteras de Clarksdale, Misisipi, había muerto en 1938 con apenas 27 años. «Una mala chica o su novio lo había envenenado y no había médico en el mundo que pudiera salvarlo», relata la señora Johnson.
Lomax se quedó sin grabar al autor de ‘Crossroads’, pero un año antes había conseguido cazar la voz de un tal McKinley Morganfield, un tipo fornido y de ojos achinados más conocido en la Sherrod Plantation como Muddy Waters. «Cantaba con tal sutileza, con un vínculo tan sensible entre voz y guitarra, y expresaba tal ternura en la forma de tratar las letras, que sobrepasaba con creces a todos sus predecesores», recuerda Lomax. Años más tarde, Muddy Waters sería la piedra sobre la que los Beatles y los Rolling Stones empezarían a edificar sus propias leyendas, mientras el viejo bluesman seguía interpretando, una y otra vez, ‘Country Blues”, la primera canción que Lomax le grabó en un disco de acetato de 16 pulgadas.