ABC (Nacional)

La átona solidez de Mario Casas

Netflix estrena ‘El inocente’, una buena serie española

- HUGHES

En algún momento no muy lejano, la dicción artística española se bifurcó. Los cantantes tomaron el camino de la expresivid­ad, una forma nueva de hablar, entre lo italiano y lo que llaman ‘latino’. Sirva de ejemplo Dani Martín, de El Canto del Loco, y su fonética nueva. Los actores, por su parte, se iban sumiendo en una dicción neutra, casi incomprens­ible. Recordemos a Jorge Sanz, Miguel Ángel Silvestre como ‘Duque’, y, por supuesto, a Mario

Casas, que ahora protagoniz­a «El Inocente» (Netflix), un thriller trepidante, como buen thriller. Es un género que le va bien, porque es un actor que habla igual antes y después de que le den la paliza. Antes y después de correr. Tiene ese tono que es apenas una musitación átona, el grado cero de la expresivid­ad, como alguien a quien tienen siempre agarrado de sus partes.

La serie ofrece un comienzo apasionant­e, luego decae un poco. La historia acude demasiado al pasado en busca de lo necesario para que el ritmo no baje, algo que consigue, pese a los altibajos. También tiene algunos problemas de verosimili­tud: la inmobiliar­ia habitual en España (casoplones) y los acentos (chulo y prostituta­s pronuncian mejor que algunos presidente­s/entas de CC.AA.).

‘El inocente’ responde al espíritu de los tiempos. Todo es oscuro salvo el amor y la solidarida­d de las ‘amiguis’. Hay ración de ‘girl power’ y el personaje de Alexandra Jiménez es una heroína perfecta de mediana edad: íntegra, incorrupti­ble, ecuánime, lista, sin la locura viciosa de los hombres, algo que se deja para Coronado, felizmente encasillad­o.

‘El inocente’ hace referencia a la ausencia de culpa, pero Mario Casas lleva a dudar si no se tratará de otra acepción. Porque hay otra forma de ver la serie. Del elenco magnífico de actores se destacará poco a Gonzalo de Castro. Su personaje demuestra (último episodio) un odio desmedido, irreprimib­le y constante hacia Casas (su personaje). Es tan grande que trasciende la trama hasta parecer un odio puramente actoral, cinematogr­áfico. Real. Un odio casi cómico que sin embargo hacemos un poco nuestro y que da sentido a la serie, que puede interpreta­rse como una venganza absolutame­nte justificad­a contra él. Mario Casas. Su personaje.

Elenco magnífico Se destacará poco a Gonzalo de Castro, que permite otra clave interpreta­tiva de la historia

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