ABC (Nacional)

Con este Ángel no

Desde Murcia, todo en ti fue un naufragio

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

La convocator­ia electoral sorprendió al señor Gabilondo con las maletas hechas para emprender viaje desde la Asamblea de Madrid hasta el Defensor del Pueblo. El final deseado, el anhelo cumplido. Claro que nadie le había avisado de que Sánchez y Arrimadas ya estaban trabajando en el golpe definitivo al poder regional del PP a costa de empoderar a Ciudadanos. El plan fue un descerebre y Ayuso lo abortó con dos pitones: todos a las urnas. A Gabilondo, que no se había enterado de nada, la cosa le cogió en su despacho acabando de preparar las cajas hacia el nirvana institucio­nal. Y ya se conoce el consejo que nunca dio Ignacio de Loyola sobre la mudanzas en tiempos de crisis.

Hoy toca reflexión, y la mía es esta: de los seis candidatos el único que me ha sorprendid­o es Gabilondo. Esa docilidad para adaptarse al molde socialista, primero, y comprar el discurso podemita, después. Me decepciona su renuncia a los principios que le hacían parecer diferente en política y distinto en este PSOE. Él sabe que Sánchez juega a los dados con el universo socialista y nunca debió aceptar ser su candidato. Tampoco debió rectificar su actitud desdeñosa hacia «este» Pablo Iglesias, ni aceptar la imposición de Reyes Maroto y sus cuchillos. Debió adoptar una actitud distinta frente a la violencia real –la de los adoquines– y no debió comprar jamás el eslogan de Podemos: «Esto va de democracia o fascismo». Este fin de semana ha habido dos ventrílocu­os famosos: en el concurso ‘Got Talent España’ ha ganado Celia y su muñeco Joselito; y en la izquierda madrileña el vencedor ha sido Pablo y su muñeco Angelito. Y yo me pregunto, ¿qué hace un rector como tú con un tipo como este?

La campaña del 4-M expide el certificad­o de defunción de la credibilid­ad de Gabilondo. Es verdad que nunca despertó pasiones, pero su forma de hacer política enlazaba con los poemas de amor de Neruda: «Me gusta cuando callas, porque estás como ausente». Pero en Murcia, qué hermosa eres, los poemas de amor de Gabilondo tornaron a canción desesperad­a. Desde entonces, rector, todo en ti fue un naufragio. En lugar de dar un paso atrás, te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo, y aceptaste poner tu prestigio en la causa. Es hora de partir. ¡Oh abandonado!

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