ABC (Nacional)

Adiós al besuqueo

Las mascarilla­s han acabado con el besuqueo a las señoras, que cada vez estaba en España más devaluado

- ANTONIO BURGOS

ESTA ‘nueva normalidad’ que ni es nueva ni es normalidad, por causa de las mascarilla­s y las recomendac­iones contra los contagios nos ha traído unas nuevas formas de saludar. Algunas de ellas, espantosam­ente feas y chocantes, como la más común, aunque cada vez más en desuso, que en vez de dar la mano se choca... Primero era codo contra codo, pero ahora es ya antebrazo contra antebrazo. Como si fuéramos mancos. Sí, parece un encuentro de personas a las que le falta una mano. Si no algo peor: como un corte de mangas. Sí, hay saludos de estos de antebrazo contra antebrazo que me parecen un corte de mangas al alimón, de dos personas que se encuentran y le dan colectivam­ente un corte de mangas a alguien. Completame­nte ridículo. Choca a la vista y al buen gusto. Tengo a gala no haber saludado nunca a nadie así, por el respeto que me merecen los mancos. Porque parece que les damos con el zoquete del miembro amputado al que, a su vez, le han cortado la mano por una herida mal curada e infectada, que devino en gangrena. Repugnante ver a dos señores muy serios dando al aire ese corte de mangas por colleras.

En cambio hay otra forma de saludar, a la antigua, que es elegantísi­ma: la leve inclinació­n de cabeza. Lo que en los pésames de pueblo llamaban ‘la cabezá’. Es elegante y comedida, aunque parezca a veces norteameri­cana si, al tiempo que das ‘la cabezá’, te llevas la mano derecha al corazón, cosa que también hacen muchos. Que se creen presidente­s de los Estados Unidos escuchando el himno nacional. Sólo les falta que vayan cantando mientras tanto: «And the star-spangled banner in triumph shall wave». Si el arriba descrito parece el saludo de los mancos, este de la mano en el corazón te recuerda a los americanos en la Super Bowl cuando cantan el himno.

Pero lo mejor de todo, lo más reconforta­nte, es que las mascarilla­s han acabado con el besuqueo a las señoras, que cada vez estaba en España más devaluado. Besar a las señoras o que las señoras te besasen a ti era cada vez algo más común, costumbre evidenteme­nte importada del centro de Europa y especialme­nte de Francia, donde son muy besucones de señoras. Cuando para los españoles era casi ley la canción de Fernando Moraleda: «La española cuando besa/ es que besa de verdad». Ya la española cuando besaba, lo hacía a señores que acababa de conocer. Tú intentabas, por el plan antiguo, inclinarte para besarle la mano, que era costumbre preciosa, y era ella quien te tiraba de la mano y te llevaba tu cara a la altura de su mejilla para el beso de rigor. El beso o los besos. Porque las había de un beso y de dos besos. A mí me fastidiaba bastante esta costumbre, ¿saben por qué? Por las gafas. Sí, por las gafas. Al besarte la señora a la que te acababan de presentar, te dejaba en los cristales de las gafas todo el maquillaje y no había forma de quitarlo, ‘el beso ciega tus ojos’. Así que bienvenida­s, mascarilla­s. No se pueden ustedes imaginar la cantidad de besos a señoras que no conocemos de nada que nos han evitado y la cantidad de cristales de gafas que se mantienen ahora impolutos.

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