Redondo sale tocado de esta campaña donde arrebató el timón electoral a los comités del PSOE que dirigían Ábalos y Lastra
consultora y sin hijos, es el vástago de una cocinera y un mecánico marino de San Sebastián. Estudió Humanidades y Comunicación en Deusto y se trata de un estajanovista sin reloj, discreto, apegado a los ternos grises, cuyo único rasgo de coquetería fue repoblarse el cráneo. Completa su imagen su inseparable mochila con una banderita española. Estudioso de los mecanismos del poder, ha impartido clases universitarias sobre la materia. Su receta es orden, unidad interna y método. Le interesan el ajedrez y las series estadounidenses de intriga política. No tiene a gala una ideología nítida –continúa sin carnet del PSOE –y cree que vivimos en la era de la «política líquida». Antes de topar con Sánchez en su travesía del desierto y guiarlo en una espectacular operación retorno que acabó en La Moncloa, Redondo puso sus neuronas al servicio del PP. Fue asesor a sueldo de Basagoiti, Albiol y José Antonio Monago. Arrastra fama de ‘abducir’ a sus jefes con su influjo. Con Sánchez está repitiendo lo que ensayó por primera vez en Extremadura entre 2012 y 2015, durante la presidencia de Monago, cuando se convirtió además en una suerte de todopoderoso consejero sin cartera.
Enorme ascendente
Se define como un «humilde asesor», pero controla el gabinete del presidente, la Oficina Económica, la comunicación y hasta una Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País. En La Moncloa ocupa significativamente el despacho que un día tuvo como inquilino a Alfonso Guerra. Es el más cercano al de Sánchez –a solo un minuto–, y posee enorme ascendente sobre el presidente.
El Rasputín de Sánchez