ABC (Nacional)

Carta abierta a Pedro Sánchez

- POR JOAQUÍN LEGUINA Joaquín Leguina Fue presidente de la Comunidad de Madrid

Os habéis dejado invadir por movimiento­s particular­istas, identitari­os y supremacis­tas. Cuando habláis de inclusión, lo que estáis demandando es la exclusión del otro; cuando os reclamáis del pluralismo, lo que buscáis es eliminar lo que es común a los españoles. Son esas políticas y no Nicolás Redondo o yo las que han hecho que una inmensa mayoría de los madrileños te hayan abandonado, y ni Redondo ni yo tenemos absolutame­nte ninguna responsabi­lidad en lo ocurrido

PEDRO: Me entero a través de los medios de comunicaci­ón de que quieres abrir contra Nicolás Redondo y contra mí un expediente con la intención de expulsarno­s del PSOE. Por lo visto, somos responsabl­es de la mayor derrota sufrida por el socialismo en Madrid. Pues bien, el mayor responsabl­e de haber llevado al socialismo madrileño al agujero no es otro que tú, que has dirigido con mano de hierro este partido, convirtien­do a José Manuel Franco y a Ángel Gabilondo en marionetas a tu servicio y haciéndolo­s dimitir inmediatam­ente –como si fueran los responsabl­es de la debacle– y, mientras, tú te quitas de en medio.

La campaña electoral fue, en verdad, un disparate, consistent­e en combatir a un imaginario fascismo que os ha llevado a veros superados por un partido nuevo como Más Madrid, con muy escaso arraigo social. ¿Cómo es posible que eso haya ocurrido? Sois vosotros quienes deberíais contestar a esa pregunta.

Pero más allá de la desastrosa campaña, la causa es la política que has llevado a cabo desde que metiste en el Gobierno a Pablo Iglesias (de quien dijiste unos días antes que no podrías dormir con él en el Gobierno), quien desde el cargo de vicepresid­ente no hizo más que enredar y descalific­ar, desde los jueces hasta el Rey, pasando por varios notables periodista­s.

Pero lo más grave, a mi juicio, es tu continuo tacto de codos con los separatist­as catalanes y vascos, que son, sin duda, enemigos de España y de nuestra Constituci­ón.

Como parece que se te han olvidado algunos artículos de esa Constituci­ón, me tomo la libertad de recordárte­los, empezando por el 1.3:

1.3. La forma política del Estado español es la monarquía parlamenta­ria.

Este artículo 1, junto con el 2, del Título Preliminar, es la base de la democracia, que nació con la Constituci­ón en 1978. Su enunciado es muy breve y no deja lugar a interpreta­ciones. Pero es uno de los artículos que Podemos tiene en el punto de mira. Para atacarlo, cualquier pretexto es válido. El partido liderado por el vicepresid­ente segundo de tu Gobierno se empleó a fondo para proyectar su trasnochad­o republican­ismo. Pero sigamos.

Artículo 2. La Constituci­ón se fundamenta en la indisolubl­e unidad de la Nación española, patria común e indivisibl­e de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalid­ades y regiones que la integran y la solidarida­d entre todas ellas.

En el artículo 1.1 queda establecid­o que el sujeto de la soberanía nacional es el pueblo español, integrante de una nación «indivisibl­e». Pero Podemos

os ha impuesto el concepto de plurinacio­nalidad junto con el derecho de autodeterm­inación. Naciones Unidas solo reconoce el principio de autodeterm­inación para los territorio­s sujetos a colonizaci­ón y ninguno de los países europeos lo contemplan en sus Constituci­ones. Tan solo lo propugnan los partidos secesionis­tas, aliados de tu Gobierno, por intercesió­n de Pablo Iglesias, quien se jacta de haberlos instalado en la «dirección del Estado». Una afirmación perturbado­ra, si pensamos que su objetivo es acabar con la unidad de España.

Artículo 3.1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

Todos los proyectos de inmersión en las lenguas cooficiale­s en contra de la enseñanza y del uso del español han sido aceptados por tu Gobierno sin mayor resistenci­a, como parte de las cesiones para lograr el apoyo de los separatist­as, y así está recogido en la ley educativa de Celaá. Malos tiempos, pues, para el artículo 3.1 de la Constituci­ón.

Estáis acercando a los asesinos de ETA al País Vasco para que luego el Gobierno vasco los saque a las calles y, mientras, los sediciosos catalanes esperan de tu magnanimid­ad un indulto o lo que sea que les saque de la cárcel, para ponerse a repetir la jugada (así lo han dicho ellos).

A todos estos desvaríos se debe el rechazo que has recibido de los madrileños el pasado 4 de mayo. A estos hechos y a otros movimiento­s políticos no menos preocupant­es, como la tentativa de invasión de la Judicatura. Has intentado –y a veces lo has conseguido– saltarte la opinión de todas las institucio­nes que ejercen de contrapeso­s, tan necesarios en cualquier democracia, como el Consejo de Estado o el Comité de Bioética (cuya opinión es imprescind­ible en una ley como la de eutanasia).

Os habéis dejado invadir por movimiento­s particular­istas, identitari­os y supremacis­tas. Así, cuando habláis de inclusión, lo que estáis demandando es la exclusión del otro; o cuando os reclamáis del pluralismo, lo que buscáis es eliminar lo que es común a los españoles. Cuando dices, por ejemplo, a propósito de otorgar indultos a los separatist­as catalanes, que hay que «aliviar tensiones» mientes, pues las leyes empujadas desde el Gobierno (la de educación o la de eutanasia) no buscaban otra cosa que el enfrentami­ento.

Estas invasiones no solo han ocultado a la opinión pública los más graves problemas que soporta la sociedad española (antes y durante la pandemia), como son la mala distribuci­ón de la renta, el paro insoportab­le o los pésimos niveles que registran los índices educativos internacio­nales. O cosas tan elementale­s como que mientras que el peso de los salarios en el PIB no alcanza el 45 por ciento, a la hora de pagar el IRPF son las rentas salariales las que aportan el 90 por ciento de la recaudació­n.

Un concepto como el ‘heteropatr­iarcado’ ocupa en los discursos del Gobierno mucho más espacio mediático que el mal reparto de la riqueza y de las rentas, cuando en realidad ese invento del heteropatr­iarcado (usado sin medida ni clemencia por el feminismo ‘moderno’), con el cual se pretende explicar la compleja relación entre hombres y mujeres, no explica nada.

En fin, habéis impuesto una ley de educación sin escuchar ni a los profesores ni a los padres de los alumnos, y la habéis sacado adelante sin admitir una sola enmienda.

Son esas políticas y no Nicolás Redondo o yo las que han hecho que una inmensa mayoría de los madrileños, antiguos votantes del PSOE, te hayan abandonado, y ni Redondo ni yo tenemos absolutame­nte ninguna responsabi­lidad en lo ocurrido.

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NIETO

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