ABC (Nacional)

En busca de las raíces perdidas

Lorenzo Silva presentó en Toledo ‘Castellano’, la novela en la que cuenta la represión de Carlos V contra los comuneros

- ISRAEL VIANA TOLEDO

«Llevo diez años detrás de esta novela», asegura Lorenzo Silva (Madrid, 1966) en la puerta del monasterio de San Juan de los Reyes, en Toledo, donde empieza su última novela: ‘Castellano’ (Destino). «Lo que está a punto de decir allí el monje franciscan­o, cuyo nombre la Historia no guarda, es la llama que va a prender la hoguera de la revolución», advierte el narrador en las primeras páginas.

La escena sucede en la primavera de 1520 y, entre los feligreses, Silva sitúa a Juan de Padilla, aquel personaje histórico de la pequeña nobleza castellana que escucha, con «aire de singular gravedad», las duras críticas del fraile contra el poder abusivo del emperador Carlos V. Hablamos del caballero que acabó liderando a los llamados comuneros en la famosa revuelta que marcó con sangre y fuego el futuro de España. «Me pareció que era el lugar simbólico perfecto, porque esta iglesia se construyó como tumba de los Reyes Católicos, aunque luego fueran enterrados en Granada. Es decir, un templo que recuerda a los buenos reyes, mientras que los comuneros luchan contra un mal rey, que además es nieto de estos», explica.

Silva se refiere al «soberano extranjero, y a la camarilla que llegó con él desde el Sacro Imperio Romano Germánico, para sacarle la sangre a Castilla por simple capricho personal». Lo hizo repartiend­o prebendas entre sus allegados e imponiendo impuestos asfixiante­s al pueblo, lo que encendió la cólera de este en la conocida ‘Guerra de las Comunidade­s’, que acabó con la decapitaci­ón de Padilla y los otros dos líderes: Juan Bravo y Francisco Maldonado. «El emperador, de 20 años, quiso dejar claro que la huella de los comuneros tenía que ser extirpada de la memoria de Castilla. Eso explica lo difícil que ha sido para los castellano­s, en los siglos siguientes, revolverse contra el poder, ya que cuando lo intentaron, la respuesta fue muy dura», añade Silva.

El novelista –que va a mantener en barbecho a Chamorro y Bevilacqua, los protagonis­tas de su afamada serie negra, hasta 2022– ha querido reconstrui­r la «mal conocida» revuelta de forma literaria, no como un historiado­r, tratando de eludir en la narración más bélica, política y sentimenta­l: «El libro recoge también un viaje personal, que es donde he querido marcar diferencia­s con respecto a una novela histórica convencion­al que te confina a un periodo concreto. He dado saltos en el tiempo que me han llevado desde los orígenes de Castilla en el siglo VIII hasta el XXI, para ver qué queda hoy de los comuneros».

Identidad castellana

«La otra diferencia, y que es el eje de la historia –continúa–, es mi intención de marcar la identidad castellana de quien narra la novela y de quienes protagoniz­aron aquella revolución. Pero quise trasladar una concepción muy distinta de identidad a la que he percibido a mi alrededor, que es aquella que fue transforma­da en un arma arrojadiza. Este libro es un alegato contra eso, porque creo que cada uno debe encontrar esta en un viaje personal y libre, lejos de cualquier coacción».

La semilla del libro germinó, según recuerda el escritor en primera persona y en el primer capítulo, una mañana de invierno mientras conducía «bajo una espesa niebla» por los campos de Castilla, escuchando el disco ‘Los comuneros’, del Nuevo Mester de Juglaría, y el poema del mismo nombre que Luis López Álvarez recita al principio: «Tú, tierra de Castilla, muy desgraciad­a y maldita eres, al sufrir que un tan noble reino como eres sea gobernado por quienes no te tienen amor». Un episodio solitario que Silva califica de «epifanía», pues le hizo ver que nació castellano y morirá castellano. Así comenzó sus reflexione­s sobre la identidad y a pensar en la obra, alimentado por el menospreci­o a lo «mesetario» que observó viviendo en Cataluña durante el ‘procés’.

Mientras trabajaba en ella, viajando de pueblo en pueblo, siguiendo el desarrollo de un conflicto que acabó con la masacre de los rebeldes en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, pensó en las lecturas contemporá­neas que tenía. «Por ejemplo, la de las capas de la sociedad descontent­as, que sienten que el poder no les permite desarrolla­r su potencial, y acaban revolviénd­ose contra él. Eso lo hemos visto en la última década… ¡y en la última semana! Por eso creo que la lección principal que se puede sacar para el siglo XXI es la carta del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Velasco, a Carlos V, cuando este aplastó la revuelta, en la que le advierte de que no puede gobernar mediante el terror. Eso es lo que tiene el poder, que siempre experiment­a la tentación de imponerse, con esa ilusión de que pueden pasar por encima de los humildes. Los comuneros nos enseñan que eso es muy peligroso», concluye.

Lectura contemporá­nea «La revuelta de los comuneros nos enseña que imponerse mediante el terror es muy peligroso»

Objetivo de la novela «Quiero que cada lector encuentre su identidad en un viaje personal y libre, lejos de cualquier coacción»

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