ABC (Nacional)

VACÍO LEGAL EN EL FIN DE LA ALARMA

Con la decisión de Sánchez de judicializ­ar ahora el control de la pandemia, no solo elude su responsabi­lidad, sino que empuja a la confusión, a la desigualda­d territoria­l y a la incertidum­bre

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EL Gobierno está condenando al país a vivir la pandemia en situacione­s legales extremas. Desde el 14 de marzo de 2020, España ha estado más tiempo en estado de alarma que en situación de normalidad. Al estado extraordin­ario se han añadido además restriccio­nes de más que dudosa constituci­onalidad al ejercicio de derechos fundamenta­les y libertades públicas. De hecho, la gran mayoría de las multas impuestas por infracción de los confinamie­ntos de horario o territorio está siendo anulada por los juzgados de lo contencios­o-administra­tivo. Solo falta que el Tribunal Constituci­onal se pronuncie sobre la constituci­onalidad de los estados de alarma decretados por el Gobierno, aunque lo hará cuando el vigente deje de estarlo a partir del próximo día 9. Llegar tarde, como hace el TC, es como no llegar.

De este extremo se va a pasar a un vacío legal que es impropio de un país tan golpeado por la pandemia como España. El Gobierno se retrata entre la indolencia y la incompeten­cia al endosar otra vez a las comunidade­s autónomas una responsabi­lidad que no les correspond­e en su integridad, ni constituci­onal ni políticame­nte. Pedro Sánchez ha banalizado las limitacion­es a los derechos de los ciudadanos, ha degradado el respeto a la jerarquía de la Constituci­ón, está alterando la funcionali­dad del Ejecutivo central y de las autonomías en la gestión del interés nacional, y ya ha obligado a los tribunales a asumir una ‘cogobernan­za judicial’ que tampoco les correspond­e. El caos se hizo patente ayer cuando el tribunal superior vasco anuló unos toques de queda que sí permiten los jueces en la Comunidad Valenciana o en Baleares. El Tribunal Supremo ya dispone de un documento de su gabinete técnico que cuestiona la legalidad y la eficacia del nuevo recurso de casación contra las decisiones de los tribunales superiores autonómico­s en materia sanitaria. Incluso la Fiscalía General duda de que los gobiernos regionales puedan establecer toques de queda sin estado de alarma. Y ayer mismo, el Colegio de Abogados de Madrid predijo que el fin de la alarma abre un nuevo periodo de insegurida­d jurídica. La confusión está garantizad­a.

Es evidente que el estado de alarma estaba agotado después de haber sido aplicado hasta la saturación. Pero la falta de un plan alternativ­o tras su derogación demuestra que Sánchez mantenía la excepción por inercia o para cubrir el expediente y poder decir que estaba tomando decisiones. Si tan necesario es agotar el plazo máximo del estado de alarma, lo coherente sería una transición ordenada y homogénea de la ‘desescalad­a’. Lo que va a suceder es que tras la alarma va a saltar por los aires la ‘cogobernan­za’, pues el Consejo Interterri­torial de Salud perderá todo sentido y cada gobierno regional se dedicará a cuidar de su población. No es coherente.

Sánchez se da a la fuga con la gestión de la pandemia, confiado en soltar de vez en cuando un mitin sobre lo bien que va la vacunación. Esta es la agenda de un Gobierno que se ha creado dos blindajes: el de los gobiernos autonómico­s y el de los jueces. El coste es la distorsión de los papeles constituci­onales que cada poder tiene asignado para el ejercicio de sus funciones. Se nos empuja así a la incertidum­bre, la desigualda­d territoria­l y los agravios entre ciudadanos por no querer dar a las autonomías un marco normativo común en lo esencial y flexible en lo peculiar. Y esto sucede cuando está en marcha, en su proceso crítico, un plan de vacunación que tiene que ir más rápido.

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