El príncipe
Perdimos cuando sentimos más pena por el oso que fascinación por el príncipe
ACUSAN a Emanuel de Liechtenstein de haber matado a Arthur, el oso más grande de Rumanía. La realeza retoza, caza y da fiestas; y la democracia no incluye a los osos, que sólo han de ser noticia en el circo. La monarquía, como Dios, no se basa en la compresión sino en la devoción. La monarquía es gloria trascendente y la república, barbarie mundana. La caza es la más noble y culta de las aficiones, y no es que príncipes y reyes puedan yacer con amantes, sino que han de hacerlo, y agrandan su leyenda las entradas y salidas de Palacio por pasadizos secretos y puertas falsas. El apuesto Emanuel, varonil y con esa cara de un poco gilipollas que suelen tener los príncipes, ha disparado a un oso y las sectas ecologistas le acusan poco menos que de asesino. En Cataluña, Albert Royo, que fue secretario general de Diplomacia de la Generalitat de Cataluña mientras duró la pantomima del referendo independentista, se queja ahora de que el Tribunal de Cuentas le pide cuentas sobre 4,5 millones de euros destinados a la ‘acción exterior’ de la Generalitat durante aquellos años. Dice Royo que «el Estado es vengativo» y que «el Tribunal de Cuentas actúa con muy mala leche». Como el oso Arthur, los independentistas ya sólo están para el despiece. Por supuesto que los Estados son vengativos y que los Tribunales de Cuentas tienen mala leche. Y Hacienda. Yo no sé si ecologistas e independentistas son tan tontos como parecen o es su estrategia para obtener algún descuento. Hay una lógica de cada cosa, y un esplendor que de repente somos fascistas por afirmarlo. Los príncipes están para cazar y los osos para ser cazados. Un mundo sin cortesanas sería como Shambhala sin bajadas. Lo que más les gustó a los independentistas de aquel 1 de octubre no fue votar sino las porras de la Policía. Por ello nunca implementaron la independencia y sólo disfrutan quejándose, hasta el punto de que el Supremo les ha preguntado si quieren salir de la cárcel y se han negado a contestar. Sin reyes no se tensaría el afán de los humildes. Franco le dio mejores canciones a Cataluña que las subvenciones del catalanismo. Perdimos cuando sentimos más pena por el oso que fascinación por el príncipe.