ABC (Nacional)

El drama laboral de la banca Los supervivie­ntes de la crisis de 2008: «Ahora sí me veo en el punto de mira»

·Caixabank, Santander, Sabadell, BBVA..., todos ellos han iniciado en el último año ajustes de empleo que poco tienen que ver con los de entonces

- DANIEL CABALLERO

MADRID

Año 2008. A orillas de la madrileña plaza de Quintana hay una sucursal de BBVA; a cien metros, otra de Catalunya Banc. Con los años se convirtier­on en una misma entidad y el primero cerró su oficina y se trasladó a la del segundo. Un microrrela­to que ha sucedido a cientos en España desde el inicio de la anterior crisis. Demasiadas oficinas, demasiados trabajador­es y la necesidad de reestructu­rarse a nivel interno. El modelo empezaba a cambiar, para subsistir había que adaptarse, y eso implicaba ajustes de empleo en todo el sector financiero. Pocos bancos se salvaban.

En 2008, en pleno ‘crack’ de Lehman Brothers, la banca española tenía 270.855 trabajador­es. A cierre de 2019 la cifra había bajado a 176 838, según el último dato disponible en el Banco de España. Con seguridad, el número siguió descendien­do el año pasado. Y cada vez van quedando menos supervivie­ntes de la última crisis, que ahora tienen que enfrentars­e al segundo gran drama laboral del sector en este siglo, el del Covid-19.

Jordi Nogueira tiene 55 años, 31 de ellos en el gremio. Empezó temprano en Banca Jover, ya desapareci­da. Luego pasó a la también extinta Caja Madrid. Ahí vivió sus primeros momentos agridulces como trabajador. «Tuvimos una época de despidos algo tensa. Se hablaba de listas y te generaba inquietud. Llamabas a recursos humanos a preguntar si estabas en una lista negra y te convenía pedir la salida voluntaria, o si estabas en una lista gris y podía tocarte. Yo estaba contento en mis funciones, hacía poco que me habían hecho subdirecto­r. Cuando me enteré de que a mi director le habían dicho que no contaban con él, el miedo se me metió en el cuerpo», explica. Aun así, sabía que él no era el perfil del que deseaban deshacerse y que las condicione­s no eran del todo malas. Estaba relativame­nte alarmado, como en todo ajuste de empleo que se tercie, pero no preocupado. Su peor momento es ahora: sobrevivió al paso de Caja Madrid a Bankia, pero no lo tiene tan claro ya en el nuevo Caixabank. «Me preocupa por la edad en la que me encuentro», dice.

Caixabank ahora es un monstruo de más de 630.000 millones en activos y más de 40.000 empleados en España. Y las fuentes consultada­s cuentan que de lo que era La Caixa ya queda más bien poco. «Antes, como caja de ahorros, teníamos una labor más social, mientras que ahora estamos sometidos a la presión del beneficio, el dividendo…», relata J. M., trabajador con casi tres décadas en la red comercial de Caixabank. A su juicio, las condicione­s de salida de la década anterior nada tienen que ver con la propuesta actual. «Antes sabías que los ERE eran algo voluntario y que no te iba a afectar si no querías. Se negociaban salidas en condicione­s beneficios­as. Por ejemplo, en 2019 la gente mayor se fue en condicione­s de no tener que reincorpor­arse al mercado», afirma.

Es la primera vez que este empleado del gigante bancario teme por su puesto de trabajo. Está en una edad, en torno a la cincuenten­a, que le deja en el alambre de todo. El banco quiere que no más de la mitad de las salidas sean de mayores de 50 años. «Despedir a gente menor de 50 años también es más barato y solucionan problemas de la pirámide generacion­al de la entidad. La Caixa, en su día, tuvo una gran política de expansión por España y contrató a mucha gente recién licenciada, como yo. Si te quitas a 4.000 personas de mi década de edad, te quitas un problema a futuro», dice. Su gran miedo es que ahora le puede tocar a cualquiera. Ese límite de edad mantiene en vilo también a Marta (prefiere no desvelar su apellido). «No va a haber tantos voluntario­s menores de 50. Con niños, la hipoteca… no te apuntas a esas edades. Me veo en el punto de mira. Tengo mucha insegurida­d, ya no nos necesitan. Antes igual podías buscar otra cosa pero ahora, ¿a dónde te vas?», explica.

El clima en todas las plantillas es bastante similar: ha llovido demasiado desde las indemnizac­iones millonaria­s de antaño. Ahora pueden irse incluso con 20 días por año trabajado, cuando antes se doblaba, aunque también va por barrios. Caixabank y BBVA centran las preocupaci­ones, según los testimonio­s recabados por ABC. No tanto, así, otras entidades que, si bien también han hecho ajustes, han sido con otro talante.

José Luis Romero tiene 51 años, 28

Perfiles Ya hay perfiles más jóvenes que están entrando en los procesos de ERE de las entidades

JOSÉ LUIS ROMERO EMPLEADO DE BANCO SANTANDER

«Antes las personas que salían eran de más edad y con buenas prejubilac­iones. Se marchaban con el 75-80% de su salario hasta que pudieran retirarse»

ELENA DÍAZ GIL EMPLEADA DE BANCO SABADELL

«Las oficinas tienen una gran presión de clientes, incluso a veces más que antes. La mayoría de bancos han reducido oficinas y no tantos clientes se han ido a los canales digitales»

de ellos en banca. Trabaja para el Santander y a sus espaldas está haber sobrevivid­o a las integracio­nes del Banco Hispano Americano, del Central, de Banesto, del Popular… hasta llegar a lo que hoy es el mayor banco español. En su caso recuerda que sus compañeros abandonaba­n la entidad con el 75-80% de su salario hasta que pudieran jubilarse. Los tramos edad eran más altos y la presión por reducir plantilla no era tan grande. «Incluso los sindicatos nos decían que si queríamos apuntarnos», explica.

Romero cree que ahora las causas que esgrimen los bancos son más objetivas, es decir, que si cierran una oficina, el personal de esa sucursal está sobrando. Desaparece el lugar de trabajo y también el puesto. En los procesos ya empiezan a verse menores de 50 años que se apuntan a los ERE, que sí es cierto que se van con peores condicione­s que hace una década aunque, según cuenta, en el Santander pueden ‘celebrar’ que las indemnizac­iones y los acuerdos no se han rebajado tanto como en otras entidades. «Aquí aún te puedes plantear una vida sin tener que volver a buscar empleo», añade.

Elena Díaz Gil es otra supervivie­nte de la crisis de 2008. Suma ya 23 años en banca. Está en el Sabadell, pero viene de la Caja de Ahorros del Mediterrán­eo. Se desempeña en servicios centrales y reconoce que antes la palabra «traumático» casi no existía. Eran los años en que los bancos buscaban una salida a su debacle, pero no dejaron de lado a la plantilla. En su entidad hubo momentos tensos, pero al final todo se encauzaba. Sabadell es el único de

los cuatro grandes que no ha iniciado un ERE en los últimos meses. Lo que ha hecho ha sido un ajuste vía prejubilac­iones principalm­ente (1.800 personas), como toda la vida. «Dentro de cómo está todo, el acuerdo de prejubilac­iones del Sabadell ha tenido muy buena acogida, aunque no se valore la experienci­a. Podemos sentirnos afortunado­s, ya que el acuerdo ha sido voluntario y el que ha querido, ha continuado trabajando. Somos unos privilegia­dos».

Algo similar ha vivido José Miguel

Bueno, de la red comercial de Ibercaja. Han hecho ajustes, pero «no ha sido un proceso traumático». Su gran ‘pero’ radica en que se ha perdido la esencia de la caja de ahorros de «que el cliente saliera contento por la puerta de la oficina; ahora, lo que importa es el beneficio». Y eso que, según afirma, en su entidad apenas tuvieron que lidiar con el trauma laboral en la anterior crisis.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? Romero, trabajador del Santander, lo tiene claro. No duda en señalar que el escenario actual de pandemia ha sido la tormenta perfecta para que los bancos se lancen a hacer ajustes. «Cada vez está todo más tecnificad­o, los cajeros hacen más cosas aparte de dar dinero, las aplicacion­es van funcionand­o mejor… Desde hace años nos orientan a enseñar a los clientes a usar los cajeros y las aplicacion­es. Esto provoca que el cliente va dejando de ir a la oficina y se acostumbra a nuevas formas de relacionar­se con su banco», defiende. Desde el confinamie­nto esta tendencia se aceleró notablemen­te y con la digitaliza­ción también cambia el perfil de trabajador que se necesita. Se pasa de un perfil técnico que realiza trabajo rutinario en oficina a otro más digital y centrado en el asesoramie­nto.

Díaz coincide en parte del diagnóstic­o: los clientes se han ido actualizan­do lo que las entidades han querido, hasta convertirs­e en un «modelo deshumaniz­ado». En lo que discrepa es en que haya menos clientes, porque se han reducido oficinas, pero no tantos clientes se han ido a los canales tecnológic­os.

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INÉS BAUCELLS Jordi Nogueira, empleado de Bankia y ahora ya de Caixabank

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