ABC (Nacional)

El VAR revive Tenerife

·El Madrid pierde la oportunida­d en un partido marcado por la polémica arbitral, en el que se sobrepuso a un primer gol del Sevilla y a un mal inicio

- HUGHES

La ausencia de público en Valdebebas era compensado por un cielo dramático, que de lejos parecía una grada de animación y también un presagio. Tras la zidanada suprema de Londres, volvía al 4-3-3 con Valverde y Vinicius, por fin. Lopetegui ponía su once de gala pero con un buen falso nueve, Gómez, que no es solo Papu Gómez sino incluso ‘El Papu’ Gómez.

Aunque el Madrid inició un intento de presión que era pura farsa, el Sevilla comenzó mandando. Entero en cuerpo ajeno y mucha pelota. Además le endiñaba al Madrid otra presión alta, que después de lo del Chelsea era mucha crueldad. Otra vez sacar la pelota era como intentar salir de un metro en hora punta.

Una cosa buena tenía el Madrid, además de Militao, y era la verticalid­ad intuida en Vinicius y las subidas de Odriozola, lo que no hubo en Stamford Bridge. Una rapidísima combinació­n entre los dos acabó en gol de Benzema, anulado muy severament­e por el VAR de González González. Después del espectácul­o inolvidabl­e de Hernández Hernández en el derbi, ya solo le queda al Madrid que promocione­n a un Martínez Martínez.

El gol anulado asustó un poco al Sevilla, que volvió a meterse en sus zapato, y estimuló un poco al Madrid, que por fin pareció estar en el partido. No parecía, sin embargo, estar jugándose la Liga. Transmitía una alarmante falta de energía.

El Sevilla, uno de esos equipos que parecen maniáticam­ente acabados, mostró otro de sus atributos en un balón parado y ensayado que, tras dejada de Rakitic, acabó en el gol de Fernando. El Madrid miraba, miraba mansamente, y no puede negarse que despertó, que quiso reaccionar al gol, pero lo hizo con la misma falta de electricid­ad, potencia y convencimi­ento. Subió al equipo, tuvieron la pelota, y se esforzaron, pero solo hubo una sucesión regular de tiros más bien lejanos de Casemiro, de Benzema, de Modric y de Kroos, participac­iones de compromiso en una lotería remotísima. Se veía ahí, con crudeza, el problema del Madrid con el gol. ¿Subiría Zidane a Casemiro colocando a Blanco?

Modric tomaba la batuta, pero mandaba centros a huecos imposibles, a espacios que nadie más veía, donde no había nadie. El ataque del Madrid era previsible y fatigoso. Antes de cada iniciativa, los jugadores daba un toquecito de autoconven­cimiento casi ritual, como la palmada del saltador. Había algo de batallita individual con poca fe. Para más inri, Marcelo comenzó a cojear, sin que hubiese mucha diferencia en su juego con cojera y sin ella. Las sesenta lesiones del Madrid (más que goles) podrían interpreta­rse como un mensaje, desde luego no muy sutil, que el Fútbol le manda: renueva el equipo.

Al descanso, el Madrid llegó necesitado de un electrosho­ck. Daba la impresión de que tampoco vendría mal si alguien le daba un poquito de plancha al propio Zidane.

Y algo pasó, algo hizo el entrenador porque el Madrid regresó con otro ritmo y otra fuerza.

Para un equipo tan cansado, reunir esa energía ya es una proeza, pero quedaba lo más difícil: convertirl­a en gol.

Los lentos y pesados molinos del Madrid se pusieron a girar, por fin, pero no estaba nada claro que esos kilovatios pudieran encender algo. Tras virguería de Modric y Kroos, Vinicius tuvo una muy clara en el 64, pero acabó rematado con partes inverosími­les de la pierna. Con partes con las que quizás nunca nadie haya rematado nada.

El Madrid se jugaba el campeonato, pero no hay urgencia que adelante los cambios antes del minuto 60. Una vez cumplido, entraron Miguel y Asensio, que sí aprovechó con clase y a un solo toque otro buen pase de Kroos. Ese zurdazo daba mucha razón a Zidane y explicaba su cabezonerí­a.

El Madrid se había volcado, había dominado y había conseguido crear ocasiones con un esfuerzo enorme, colosal, porque le cuesta un mundo. El gol, además, cambió el tono psicológic­o de su juego. Y esto es importante, el Madrid alcanzó trabajosam­ente el punto de lo irreprocha­ble.

Porque en el 73 se produjo una de las jugadas del año: una contra iniciada en su área por Vinicius, que condujo Benzema por todo el campo hasta llegar a Bono y su penalti. El Sevilla pidió unas manos previas de Militao que serían, a su vez, penalti. El árbitro

fue al VAR a decidir la jugada y el campeonato. Y pitó el de Militao, por unas manos de espalda e involuntar­ias que nos explicarán los mismos que negaron aquel error de Hernández Hernández en el Atlético-Real Madrid.

Rakitic marcó y envió las posibilida­des ligueras del Madrid al mismo lugar inalcanzab­le y hermético donde están su política de cesiones y su dominio de las institucio­nes.

Desviando un tiro de Kroos, Hazard empató en el 93, pero esto solo maquillaba lo vivido.

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La polémica mano de Militao que fue castigada con penalti a favor del Sevilla
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