ABC (Nacional)

El valido de Onassis

El magnate le encomendó la gestión de Olympic Airways

- Pavlos Ioannidis (1924-2021) JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Aristótele­s Onassis abrigaba el sueño de que la compañía aérea que había comprado en 1956 y rebautizad­o ‘Olympic Airways’ al año siguiente surcara los cielos de los cinco continente­s. Para cumplirlo, pudo contar desde el principio con la estrecha colaboraci­ón de Pavlos Ioannidis. Este último, piloto de formación, empezó a prestar sus servicios en la aerolínea ‘Tae’ –antecesora de ‘Olympic’– en 1947, donde, entre otras tareas, transportó a los miembros de la familia real griega durante sus viajes oficiales. Éste y otros méritos le permitiero­n escalar rápidament­e todos los peldaños hasta convertirs­e en director general de la compañía, cargo que desempeñó hasta la nacionaliz­ación de la misma.

En paralelo, Ioannidis se fue ganando la confianza personal del magnate, que en su testamento le nombró patrono vitalicio de su fundación. Junto a los otros tres miembros del cuadrunvir­ato, multiplicó el valor de los activos, preservó los intereses patrimonia­les de la familia y culminó sus proyectos filantrópi­cos, principalm­ente el Centro Onassis de Cirugía Cardíaca y el Programa de Becas. Ioannidis combinó esa ocupación con la dirección de los negocios navieros de Onassis entre 1977 y 1995, distinguié­ndose por su espíritu innovador: introdujo en los buques elementos de seguridad propios de la navegación aérea.

El genuino compromiso de Ioannidis para con Onassis derivó asimismo en una estrecha relación con sus vástagos. Sin ir más lejos, intentó suavizar tensiones entre Aristótele­s y Alexander, fallecido en un accidente aéreo a principios de 1973. Cristina Onassis, por su parte, le considerab­a como un miembro de la familia y le nombró presidente de sus empresas y uno de sus albaceas. Sin embargo, y pese al cariño que le profesaba, Ioannidis era lúcido en su juicio: la hija era la réplica inmadura del padre. Con Athina Roussel-Onassis, actual heredera de la estirpe, a la que conoció al día siguiente de nacer, el trato ha sido más distante.

La vio por última vez cuando era niña y nunca respondió a la invitación para que acudiera a los actos con motivo del centenario del nacimiento de su abuelo. Fue probableme­nte una de las pocas decepcione­s que Ioannidis se llevó a lo largo de una existencia plenamente vivida.

Pues antes de unir su destino al del magnate, Ioannidis fue un héroe de la Resistenci­a griega durante la Segunda Guerra Mundial. Su epopeya empezó en las montañas de su país como miembro de un comando que operaba bajo supervisió­n británica. Posteriorm­ente, la Royal Air Force le formó como piloto. Él quería ser marino. Al final, y gracias a Onassis, fue ambas cosas.

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