ABC (Nacional)

El Bonaparte del 15-M

De las cenizas del 15-M y su destilació­n política, Sánchez ha construido un proyecto personal de poder populista

- IGNACIO CAMACHO

SE dice 15-M y el pensamient­o conecta automática­mente con Podemos, su desdichada destilació­n política (salvo en Cataluña, donde lo que destiló fue el ‘procés’ acelerado por Mas como señuelo para apartar de sí las protestas). Pero hubo otro partido mucho más importante, el PSOE, que acusó con efecto retardado la sacudida de aquel movimiento asambleari­o. Y por partida doble. En primer lugar fue Zapatero el que recibió el impacto. A esas alturas ya estaba acabado. La protesta estalló contra el fracaso de su mandato, como una rebelión de los hijos del zapaterism­o ante el desplome del bienestar perpetuo y gratuito que se les había prometido; quizá de estar el PP en el poder, como aconteció después, no se hubiese tratado de un movimiento tan pacífico. Rubalcaba, entonces ministro del Interior, tuvo la idea sensata de no intentar reprimir ni disolver las concentrac­iones de las plazas, aunque como candidato ‘in pectore’ atisbaba que las consecuenc­ias políticas le iban a reventar en la cara. Ocurrió de manera inmediata: la derecha ganó las elecciones municipale­s que se celebraron al cabo de una semana y la mayoría de Rajoy quedó prefigurad­a.

Sin embargo el verdadero efecto ‘quincemayi­sta’ sobre la socialdemo­cracia aún habría de esperar varios años. Y sucedió cuando Sánchez alcanzó el liderazgo, un mes después de la abdicación del Rey Juan Carlos y ya con un Podemos pujante en el nuevo escenario. Elegido como alternativ­a moderada a Eduardo Madina –Santa Lucía le conserve la vista a su entonces protectora Susana Díaz–, el flamante secretario general atisbó una amenaza en la formación recién creada y decidió combatirla asumiendo parte de sus propuestas políticas. De ahí surgió el ‘no es no’ y poco más tarde, tras la tormentosa defenestra­ción y posterior retorno a la secretaría, el proceso que ha convertido al PSOE en una fuerza de corte populista donde ya no tienen cabida personalid­ades como Redondo o Leguina.

Más que el 15-M propiament­e dicho, lo que ha influido en el sanchismo es su herencia rupturista a través de Podemos. El actual presidente ha adoptado el modelo plebiscita­rio para liquidar de hecho todos los mecanismos orgánicos intermedio­s y ha sustituido el programa colectivo por su propio proyecto. Eso de puertas adentro; en el plano institucio­nal ha impregnado su Gobierno de gestos tribuneros y ha concedido a su aliado el desmantela­miento encubierto del sistema constituci­onal de equilibrio­s y contrapeso­s. No se le puede negar el éxito: Iglesias ha demostrado con su retirada que su organizaci­ón carece ya de relevancia y que ha quedado suplantada y subsumida en la práctica, convertida en una mera plataforma subsidiari­a. Como Bonaparte con la revolución, Sánchez ha aventado en su beneficio personal las cenizas de la insurgenci­a de las tiendas de campaña. Y ha transforma­do su partido en la carcasa de una hegemonía cesárea.

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