El reto de suceder a Iglesias: asociar la izquierda a un sello menos agresivo
Díaz rehúye el estilo del ‘pablismo’ y da más poder de decisión a las confluencias
Yolanda Díaz escenificó el jueves en el Congreso, en una primera reunión con Unidas Podemos (UP), el cambio de etapa. El foro elegido para la cita es revelador de la nueva forma de actuar: para rearmar el proyecto, que languidece desde hace un tiempo, Díaz está empezando por darle más poder de decisión al grupo parlamentario; a lo que es la confluencia electoral, difuminando un poco a Podemos, en consecuencia. Uno, porque ella no pertenece al partido morado y ahí no puede interceder aunque esté por encima; dos, porque el excesivo protagonismo y la unilateralidad de estos irritaba a sectores de IU y a las marcas moradas.
Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales, relevará a Iglesias en la secretaría general de Podemos en las primarias que se celebrarán en junio tras la espantada del exvicepresidente por su fracaso el 4-M en Madrid. La relación entre Díaz y Belarra «es buena», dicen. Han trabajado juntas en el Gobierno de coalición y confían la una en la otra. Sin embargo, como se apreció esta semana, la voz cantante será la de Díaz en última instancia. Es la que manda por encima de todos ellos.
La vicepresidenta busca ensanchar el espacio electoral y reforzar sus alianzas con el PSOE y con los socios nacionalistas e independentistas. Dos tareas que no ve incompatibles. Quiere menos confrontación y más amabilidad: «Humanizar la política». También nada de vetos, ni familias enfrentadas. Esa es la idea, en líneas generales, que anticipan desde el grupo parlamentario. «Quiero escucharos y quiero que me habléis», les dijo el jueves a los diputados de Podemos, Izquierda Unida, Galicia en Común y En Comú Podem. Y añadió: «Hay que abrirse a la sociedad» y «dialogar». Y otro recado urgente y un mensaje velado al portavoz parlamentario, Pablo Echenique, a quien reclamó «tranquilidad» y un tono más sosegado en Twitter.
Pero llevar a cabo esta empresa es todo un desafío. En los últimos años, UP se ha convertido en un búnker político impermeable a proyectos fuera de sus cuatro paredes y con las confluencias regionales relegadas a un papel secundario. A pesar de que UP no tendría su poder sin el empuje de estas amalgamas regionales. A ello, hay que sumar que cualquier idea que se saliera del rumbo marcado por la dirección de Podemos, en definitiva, de Iglesias, era sospecha de traición, atentamente vigilada y se limitaba mucho.
Díaz proviene de la coalición gallega y milita en el PCE por lo que es sensible a los conflictos internos que existen. Un ejemplo de ello, el audio publicado por ABC en el que la número 3 de UP en Madrid, Vanessa Lillo, del PCE, denuncia el ninguneo de Podemos a IU. En Podemos no son ajenos a las rencillas de sus socios, según confiesan a este diario, pero no quieren abundar en esos líos. No obstante, es cierto que Alberto Garzón, ministro de Consumo y líder de IU, ha perdido poder. Y su IU seguirá más diluida en UP.
Ojo avizor con Más País
La política consiste en ocupar espacios y si UP no recupera, lo harán otros. Díaz y su entorno, aunque sin excesiva preocupación por ahora, están atentos a los movimientos de Íñigo Errejón. Nadie garantiza que en unos años no pueda repetirse a nivel nacional lo que ocurrió en Madrid si Más País da el salto. Por eso la necesidad de rearmarse de cara al futuro y «abrirse a la sociedad». «Paso a paso, sin prisa, pero sin pausa», dijo Errejón hace unos días, sobre Más País, e insiste en que su modelo es el partido verde alemán. Equo y Más País se presentaron juntos, después de una ruptura con UP. Precisamente, el diputado morado Juantxo López de Uralde, exlíder de Equo, que prefirió quedarse con Iglesias, está preparando una plataforma ecologista para disputarle a Errejón la bandera verde desde UP. Otra señal de la necesidad de renovación.