JOTAS DE PICADILLO
Aen deseos de saber cómo sale Sánchez del lío en que se ha metido. Si no es un marciano, a estas horas ya sabe que a los suyos no les gusta la izquierda que patrocina. ni podemitas ni independentistas son santos de la devoción de los parroquianos del PSOE. se lo han dicho con toda claridad los electores de Madrid, que no tienen pelos en la lengua, y se lo empiezan a decir los del resto de España según anticipan las últimas encuestas. En las cuatro más recientes el pp ya es primero en intención de voto.
Los errores se pagan. Y el de dejarse arrastrar por Iglesias a una batida de fumigación antifascista fue de los gordos. El trampantojo de que había que frenar a una derecha hitleriana que estaba a la vuelta de la esquina solo promovió desánimo y deserción en sus propias filas. El personal no estaba para ese tipo de entelequias, y menos aún si éstas significaban combatir al enemigo imaginario en la misma trinchera que Podemos. A Iglesias hace tiempo que le abandonó el desodorante y ningún socialista quiere arrimarse a él más de lo necesario.
Los votantes, tampoco. Por eso se ha quitado de en medio y se ha hecho un corte de pelo a lo Borjamari. Supongo que no quiere espantar también a los telespectadores que, si se cumplen las expectativas, deben darle de comer a partir de ahora. Bien es verdad que eso a Sánchez se la sopla. Le da igual que su exsocio de Gobierno se gane la vida presentando un ‘late night’ financiado por Roures o haciendo de manzana de Eva en ‘La isla de las tentaciones’. Lo único que le preocupa es conseguir que la formación podemita sea ahora menos tóxica que antes.
No es tarea fácil. El perfil ideológico de Ione Belarra está modelado a imagen y semejanza del de Iglesias y si se alza con el santo y la limosna del poder interno en Vistalegre IV no cabe esperar que dulcifique el discurso de su ancestro. Lo previsible es que siga abonada al comunismo rancio y a la república
Pedro Sánchez plurinacional, lo que significa que seguirá llevándose mejor con el independentismo catalán que con la parte calviñista del Consejo de Ministros. A Sánchez no le conviene en absoluto.
Esas dos señas de identidad, la del igualitarismo trasnochado y la revisión de la idea de España, son las que más daño le han hecho en las urnas. ¿Pero qué puede hacer para evitarlo? Si el Gobierno fuera un cohete de la NASA, después de haberse aprovechado de la fuerza de propulsión de los motores auxiliares que lo pusieron en órbita –Podemos, Bildu y ERC– los hubiera expulsado de su fuselaje para volar sin pesos muertos. Pero no lo es. Dieciséis meses después de su investidura, el presidente sigue atado con grilletes a los partidos que le llevaron a La Moncloa.
El problema es que no puede liberarse de ellos si quiere agotar la legislatura y no debe seguir esclavizado si aspira a ganar las elecciones. Para salir de ese lío necesitaría reencarnarse en Harry Houdini. El talento de Sánchez no alcanza a tanto. Su idea del ilusionismo no va más allá de llevar la cuenta atrás del tiempo que falta para alcanzar la inmunidad de rebaño y de fiar la recuperación económica a la llegada de los fondos europeos. Cree que el tiempo juega a su favor y que superadas las peores pesadillas de la pandemia el futuro que le aguarda está lleno de buenas noticias.
Pincho de tortilla y caña a que se equivoca. Ni el éxito de la campaña de vacunación es una medalla que los electores vayan a colgar de oficio en el ojal de su excelentísima solapa –los dispensadores son los responsables de las comunidades autónomas– ni el dinero de Bruselas avalará las propuestas –reforma laboral, pensiones y alquileres– que Podemos trata de incluir en el plan definitivo que debe presentar nuestro país ante la Comisión Europea. A los gobiernos de la Unión les rechinan. La cohabitación de socialistas y comunistas en el banco azul aún dará lugar a apasionadas jotas de picadillo.