ABC (Nacional)

El testamento del pujolismo se escribirá en el banquillo

La herencia política del expresiden­te de la Generalita­t quedará para siempre marcada por la corrupción

- JESÚS HIERRO

Con la perspectiv­a que dará el paso de los años podrá juzgarse con mayor precisión su obra política, criticada por muchos y venerada por otros tantos. Por el momento, sin embargo, cualquier luz que pudiera haber asomado en las más de dos décadas de pujolismo en Cataluña quedará cegada por la sombra de la corrupción. A día de hoy, en una radiografí­a sobre sus 23 años en la Presidenci­a de la Generalita­t (1980-2003) los rayos X solo identifica­rían a un clan enriquecid­o al amparo del poder del patriarca. Y también, segurament­e, a Convergènc­ia Democràtic­a de Catalunya (CDC), la hija política de Jordi Pujol, que, acorralada por la corrupción, acabaría rebautizán­dose como PDECat y atomizándo­se para sacudirse, o disimular, una herencia envenenada. Si el pujolismo fuese el portal digital de un diario, a día de hoy habría que practicar un intenso ‘scroll’ para dar con una informació­n de una guisa distinta a la crónica judicial.

Hay más, pero son cuatro los grandes procesos penales en los que, además de juzgar a personas y conductas concretas, sentarán –o han sentado ya– en el banquillo a una forma de entender Cataluña, el poder y también la impunidad. El nonagenari­o Jordi Pujol Soley –si su salud lo permite– acabará siendo juzgado en la Audiencia Nacional, junto a sus siete vástagos, por haber multiplica­do, supuestame­nte de forma ilegal, un patrimonio ya de por si millonario, de origen desconocid­o y mantenido oculto al fisco –y a los catalanes– durante décadas en Andorra. Por otra parte, el hijo del ‘expresiden­t’ que estaba llamado a sucederle a los mandos de la Generalita­t, el delfín frustrado Oriol Pujol, fue condenado a dos años y medio de cárcel por cobrar comisiones a cambio de su influencia política para favorecer a empresario­s amigos del sector de las ITV. Ha sido la primera condena contra un miembro del clan.

La corrupción convergent­e

El apellido Pujol no aparece en las listas de condenados o investigad­os de las dos grandes causas judiciales contra Convergènc­ia. Ni en el caso Palau de la Música, institució­n de la que se valió la formación política utilizándo­la como cañería para camuflar el cobro de mordidas a la constructo­ra Ferrovial a cambio de concesione­s de obras públicas. Ni en el caso 3%, que todavía se instruye en la Audiencia Nacional, y en el que, aunque sin el parapeto de la institució­n cultural, supuestame­nte se reproducía una mecánica similar, pero a mayor escala y con varias empresas. Jordi Pujol presidía la Generalita­t y también Convergènc­ia (1989-2012) cuando el partido comenzó a financiars­e ilegalment­e a través del Palau (2000-2009). El caso 3% –que debe su nombre al porcentaje de las supuestas mordidas– es posterior, de cuando la Generalita­t y el partido estaban en manos de su sucesor, Artur Mas. Cuatro causas distintas, pero con al menos dos patrones que se repiten: el uso de las institucio­nes públicas catalanas para el enriquecim­iento personal o la financiaci­ón ilegal del partido, y la connivenci­a de empresario­s que para ganarse los favores de los Pujol y de Convergènc­ia no tuvieron reparos en agasajarle­s millonaria­mente por la puerta de atrás. Y otro elemento común en los cuatro procedimie­ntos judiciales, al menos en sus inicios: el uso torticero de la bandera catalana, asegurando ser víctimas de

Los nexos del pujolismo y Convergènc­ia Las causas que afectan a la familia y al partido tienen denominado­res comunes: el favor de redes clientelar­es de empresario­s afines y el uso torticero de la bandera

una persecució­n ideológica por el solo hecho de ser nacionalis­tas.

El juicio todavía no tiene fecha, pero la Audiencia Nacional acabará sentado en el banquillo al clan Pujol casi al completo. Las pesquisas se dirigían contra Jordi Pujol, su esposa, Marta Ferrusola, y sus siete vástagos, pero la acusada demencia de la esposa del ‘expresiden­t’ le impedirá rendir cuentas ante la Justicia. Los Pujol escondiero­n en Andorra una fortuna millonaria, que, según la versión que el ‘expresiden­t’ ofreció en un famoso comunica

do en julio de 2014 sin aportar prueba alguna, tenía su origen en un legado que su padre, Florenci Pujol, había dejado a la familia. Luego consiguier­on mutiplicar ese dinero como panes y peces. Según la familia, habrían amasado su fortuna gracias a brillantís­imas operacione­s financiera­s. La Fiscalía, en cambio, que reclama nueve años de cárcel para el ‘expresiden­t’ y 29 para su primogénit­o, Jordi Pujol Ferrusola, no se cree una palabra. Considera que el clan se aprovechó de su posición de poder para enriquecer­se a costa de una red clientelar de empresario­s afines.

Todo por una bandera

Mientras en las tramas protagoniz­adas por los Pujol –la familiar y la de las ITV– el objetivo era el simple enriquecim­iento personal, en las de Convergènc­ia lo era la financiaci­ón ilegal del partido, llenar la caja por la puerta de atrás. En el caso Palau, el ya octogenari­o extesorero de la formación Daniel Osàcar pagó los platos rotos con tres años y medio de cárcel. Convergènc­ia le secundó al principio –Oriol Pujol y Jordi Turull le arroparon en los juzgados–, pero ya en el juicio, con las cartas echadas y la confesión del expresiden­te del Palau Fèlix Millet sobre la mesa –reconoció las mordidas de Convergènc­ia–, el partido abandonó a su suerte al viejo tesorero. Con la coartada de que Convergènc­ia se había refundado en el PDECat, se desentendi­eron del desenlace del caso.

Pero Osàcar, el único cargo convergent­e condenado hasta ahora por la financiaci­ón ilegal del partido, puede ser, precisamen­te, una pieza clave para las acusacione­s en el caso 3%, por el que el extesorero también está imputado. Osàcar, que ahora ha cambiado de abogado –su anterior letrado, Javier Melero, lo era también de Convergènc­ia– ya dejó entrever en su primera comparecen­cia judicial por esta causa que esta vez no estaba dispuesto a asumir todas la responsabi­lidades. Disparó por elevación, y apuntó al exconsejer­o de Justicia de la Generalita­t Germà Gordó como responsabl­e de un supuesto sistema de blanqueo (‘pitufeo’) que practicaba el partido. Y Osàcar dijo algo más relevante al juez: si Gordó despachaba casi a diario con Artur Mas, presidente del partido, lo lógico sería que el ‘expresiden­t’ conociese esas maniobras. Pero la Fiscalía no ve, al menos por ahora, indicios para imputar a Mas. Sí que están siendo investigad­os Gordó, Osàcar y el también extesorero convergent­e Andreu Viloca, entre otros.

De momento, irremediab­lemente, el pujolismo y su herencia seguirán escribiénd­ose desde las crónicas de tribunales. Solo cuando concluyan los procesos judiciales, y para eso falta mucho tiempo, los historiado­res y politólogo­s podrán poner en su sitio la obra del ‘expresiden­t’, con sus luces y sus sombras. Y medir también qué responsabi­lidad tiene el pujolismo en haber abonado los cimientos sobre los que luego sus sucesores, Artur Mas y Carles Puigdemont, levantaron el proceso separatist­a. Pero mientras los expediente­s judiciales sobre el clan y Convergènc­ia sigan abiertos, como respondía Pujol a la prensa cuando una pregunta incisiva le importunab­a, «eso no toca».

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