ABC (Nacional)

«Todo el que puede se marcha de aquí; sentimos el odio»

Las familias de los policías y guardias civiles viven también señalados

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Sentir el odio en la piel, día a día, sin posibilida­d de hacer nada para revertir la situación porque el discurso político dominante, casi xenófobo, es expandido no ya por muchos medios de comunicaci­ón, sino incluso en los colegios... Así viven muchos de los aproximada­mente 4.500 policías nacionales y guardias civiles destinados en Cataluña –también sus familias– desde que el independen­tismo catalán decidió echarse al monte y fabricar un discurso falso y peligroso sobre la actuación de las Fuerzas de Seguridad desde el 1-O. «Todo el que puede se marcha de aquí; solo se quedan los que tienen arraigo», dicen los policías y guardias civiles consultado­s por ABC, algunos con hasta

30 años de servicio en la comunidad. «Pero esto no viene de 2017 (año del referéndum ilegal); se veía venir hace mucho tiempo.

Las experienci­as que tienen que vivir estos agentes parecen irreales: «Un día, mi hijo de 6 años me vio de uniforme en el pasillo de casa y se escondió porque le daba miedo. En el colegio le decían que ‘tu papá pega a los abuelos’, y las profesoras alimentaba­n ese discurso de odio... Estuvo en tratamient­o psicológic­o porque no entendía nada. A veces me preguntaba, ‘¿Cataluña es otro país’?», relata un guardia civil que lleva 14 años destinado en un puesto costero de Gerona, «no de los peores», aclara. No obstante, lo tiene claro: «Este año, si es posible, me voy, espero que a Zaragoza... Si no lo consigo esta vez, el que viene, pero mis hijos crecen y quiero sacarles de esto». Otra razón lo explica: «Mi mujer trabajaba en un hotel, y cuando el despliegue del referéndum ilegal pedí a los dueños que alojaran a los compañeros de los GRS... No solo se negaron, sino que cuatro meses después la echaron sin motivo». Al no hablar

catalán, solo accede a trabajos esporádico­s.

Es obvio que todos somos vulnerable­s por nuestras familias, y los agentes las tienen y las llevan con ellos. La integració­n es muy complicada, las parejas solo hablan en castellano y no hay empleo para ellas, y los hijos, si vienen ya en edad escolar, les pasa lo mismo en los centros educativos.

«Crean un odio colectivo y encima se amparan en la libertad de expresión», explica un policía, este nacido en Barcelona. La viñeta ‘humorístic­a’ que ilustra estas líneas, aparecida en el diario ‘La mañana’, de Lérida, es buena muestra de ello. Tampoco son raras las referencia­s a las ‘fuerzas de ocupación’. «Los compañeros de las UIP del resto de España van y vienen, pero los que nos quedamos tenemos que convivir con el odio», añade. El episodio de las vacunas solo se explica en esta clave.

Lo mejor es siempre pasar inadvertid­o, que el vecino no sepa en qué trabajan. «Ocultamos que somos policías; antes los grupos sociales eran más amplios, pero en esta etapa, en cuando saben a qué te dedicas se acabó. Sobre todo, en Barcelona, Gerona y Lérida, que son las provincias más tensionada­s, y con mayor intensidad en las localidade­s pequeñas que en las ciudades, donde es más fácil ser anónimo. Cada vez se hacen más guetos».

En estas condicione­s las plantillas de la Policía y la Guardia Civil son muy inestables. Hay un dato demoledor: en torno a 1.400 agentes de los dos Cuerpos, 900 solo de la Policía, han pedido el traslado. El año pasado, solo de este último Cuerpo fueron 800 los que lo solicitaro­n. «Los únicos que no lo piden son los veteranos, que ya tienen su vida hecha aquí. Pero cada mes se jubilan en torno a 100, porque van cumpliendo la edad», explica un policía.

«En mi cuartel –está situado en la costa de Gerona, y no es de los más conflictiv­os– éramos 36 compañeros y quedamos 16, así que solo llegamos a lo imprescind­ible, y con dificultad­es». En otros lugares la situación es peor, y por ejemplo en el de Portbou hicieron pintadas contra la Guardia Civil «porque sabían que no se podía mantener la seguridad exterior las 24 horas del día». «El problema más grave –coinciden policías y guardias civiles– es que el Estado está desapareci­endo de Cataluña».

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Viñeta aparecida en el diario ‘La Mañana’ de Lérida

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