SÁNCHEZ Y LA GRAN EMPRESA: DE LA FUERZA DEL DIÁLOGO AL DIÁLOGO A LA FUERZA
EL Gobierno de coalición –a estas alturas, mejor el ‘Desgobierno’–, siempre tan dado a liquidar, anda más que nunca deslomándose en su afán por dividir al tejido empresarial español. Entre compañías buenas y malas, dóciles y rebeldes, retorciendo hasta los evangelios para proclamar, por aquello tan actual, de moda, populista y, a más, propagandístico de que quien no está con Pedro Sánchez está contra España. Patriotismo impostado de máximo nivel. ¡Menudo peligro! El caso es que el diálogo social se ha convertido en el precio que Sánchez tiene en el ‘debe’ de su cuenta con Podemos. Un pago fiado también de algún modo a los fondos europeos para seguir agarrado al clavo ardiendo de Moncloa. Que además el número de chupópteros que ya se preparan para libar del presupuesto del diálogo social crece por momentos. Y cuando se acabe la fiesta... poder seguir chupando del bote. Mejor, pues, tener cierto control por mínimo que sea, o la mayor influencia posible, en grandes empresas, de esas que cotizan en Bolsa, sin dueño, para después seguir en el poder sin estar en él. ¿Me entienden?
Por ello, ahora la doctrina es afear la conducta a las compañías que acometan saneamientos laborales. Si hay despidos masivos será que no hay dinero para mantener los contratos. Entonces, por solidaridad y lógica, hachazo a los altos salarios. Ni media fisura en el mensaje. En esta línea, todas y cada una de las últimas comparecencias y homilías adláteres de ministros y ministras, que dicen que ahora no toca, porque eso erosiona la imagen de país subsidiado que buscan los podemitas ya sin coleta. A quien presente recortes y no se muestre con una voluntad de cera será puesto en la picota pública como un codicioso e insensible. Que ¿quién paga la fiesta de la productividad? Tranquilidad. Por supuesto, a cargo de los fondos de Europa... pero, ¡si no llegan oiga! Echen cuentas. A mí no me salen.
La cerveza, las patatas fritas y los berberechos utilizados como ‘claim’ (en la lengua madre, reclamo) en Madrid se han convertido en: derogar la reforma laboral del PP, y el no a los ERTE y ERE ‘ad eternum’. Es el buenismo elevado a la enésima potencia. Es el ‘¡Viva la Pepa!’ de la política laboral. Pues... esto huele a alguna de las múltiples recetas del chef de los fogones de Moncloa. Para Iván Redondo, «lo importante no es comunicar, sino conectar». Los contenidos no tienen importancia, por lo que no hay nada que comunicar. «Hay que simplificar para hacer llegar el mensaje a la gente», dice. Así es que si a estas alturas alguien no ha pillado que la nueva estrategia del tándem Sánchez-Redondo sigue
pasando por asaltar las grandes empresas del país –a la sazón, el IBEX 35, bueno, centrando el tiro, mejor el IBEX 10– a través del mensaje populista laboral que se tragan estos días sus primeros espadas es que no se ha enterado de lo que va la vaina. ¡Pues vamos camino ya de tres años con este señor –y las recetas de su chef– al frente de la gestión del país!
Pronto Moncloa editará, no lo duden, una antología del buen empresario, con un generoso índice onomástico repartido entre empresarios comprometidos con el verdadero espíritu bolivariano –a ver quién pica–, y egoístas millonarios que estrangulan el capital humano –donde quedarán todos los demás–. Mientras Bruselas y los países frugales atienden cautelosos la deriva de España y de su Gobierno. Si usted les pregunta qué opinan solo recibirán un: «¿Disponen ya de los fondos europeos? Pues eso». Obras son amores y no buenas razones.
Y es que Sánchez y sus cuates siguen escribiendo, a cuenta de la empresa, una siniestra reedición de la cigarra (podemita) y la hormiga (fascista y berberechera). Con permiso al parecer –piensan los de las cúpulas de nuestras grandes– del patrón de patrones, Antonio Garamendi, del que esperan aún una defensa a ultranza, pública o privada. Pero que se pronuncie.
Demasiadas malas noticias alrededor de las grandes para erosionar reputaciones y colarse por la puerta de atrás. Ya sea a través del efecto del ‘chapapote Villarejo’ –con la Fiscalía Anticorrupción metida en harina–, que en las ultimas semanas ha manchado de lleno a otros dos primeros espadas: Antonio Brufau (Repsol) e Isidro Fainé (La Caixa); sea a través de la última de las pantomimas, el ataque a los abusivos sueldos de los banqueros confrontado con los continuos anuncios de despidos masivos en el sector (como colofón, las misivas de advertencia a los presidentes de BBVA y Caixabank del Ministerio de Trabajo liderado por Yolanda Díaz, pidiendo evitar o reducir los despidos colectivos y atenuar sus consecuencias respecto de las personas afectadas). Pero si encima el susodicho alto ejecutivo ‘advertido’ tiene al Estado sentado en su consejo, ¡ancha es Castilla! Y digo yo, si el Gobierno está contra ambas realidades ¿por qué no, por ejemplo, haber condicionado a priori la absorción de Bankia por Caixabank a que no hubiera una pérdida brutal de empleos y no armar a posteriori todo este teatrillo ‘populero’? El asunto es que ahora no juegan con la política, sino con una empresa privada: el mayor banco de España nada menos. Demagogia pura y dura. Se llama deslealtad corporativa. El Estado no está ahí como Gobierno, si no como accionista. ¿Alguien da más? Políticos auténticos farsantes del diálogo y la paz social, que lo que quieren es la paz del cementerio. O haces lo que quieren o te liquidan. Y, o dialogas o te dialogan. Y ya si eso te asaltan. Esa es la especialidad de los ‘pacistas’.