ABC (Nacional)

Hijos y galgos

Hay en España un cursillo obligado para tener un galgo. Para tener hijos ya vemos que no hace falta tanto

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

SE cruzan por ahí dos maneras de mirar a un hijo, la manera de Ana Obregón, que incluye el escaparate, y la manera del médico detenido por maltrato, que incluye el retiro domiciliar del vástago, que en su caso eran ocho vástagos. Estamos ante dos modos distintos y hasta contrarios de conducirse, ante la prole, pero dos modos que en algún momento se asemejan, por exóticos, por no decir amargos, por no decir aberrantes. El médico sospechoso de maltrato daba a sus hijos una vida de perros, según leemos, y lo mismo los abandonaba a la intemperie de un patio que los recluía en una alcoba insalubre, que es otro modo de la intemperie, naturalmen­te. Ha pretendido, el médico, un sometimien­to del hijo a una vida oculta, hasta que ha llegado la Policía. Obregón, desde Miami, está dando a su bebé una existencia de famosa, porque ella y la hija, que es nieta, viven lejos, pero están aquí todo el rato, sin moverse del ‘Hola’, o de ‘Sálvame’, según el horario. De modo que están, ambas, todo el día, en la calle. Reúno aquí los dos casos, el de una famosa, y el de un particular, porque nos exponen dos maneras de librar la maternidad, o la paternidad, no pensando tanto en la descendenc­ia como en uno mismo. Las tristísima­s alegrías que el médico quizá se daba, en el presunto maltrato de los hijos, están a falta de concretars­e, desde la investigac­ión en curso, mientras el caso de Obregón también pudiera depender de la ley, y no me refiero a la inscripció­n en España de la criatura, sino al derecho que un menor tiene al anonimato, empezando o acabando por el progenitor o progenitor­a. La paternidad no es un egoísmo, sino lo contrario, que celebra la libertad. La bebé de Obregón no ha pedido emplearse de temario de las tertulias, pero su madre, que es abuela, se ha empeñado en darle una biografía de Instagram, desde la cuna. Igual no es prioritari­o para una inocente. Como no lo es, para ocho hijos, que un padre decida que un hogar es un tugurio. Hay en España un cursillo obligado para tener un galgo. Para tener hijos ya vemos que no hace falta tanto.

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