«La verdad en una familia es siempre muy subjetiva» Laura Ferrero
▶ La autora barcelonesa indaga en la historia de su familia en la novela autobiográfica ‘Los astronautas’
«A veces te tienes que ir muy lejos para ver cosas que tienes muy cerca», dice Laura Ferrero (Barcelona, 1984). A veces incluso has de viajar a la Luna para poder hacerlo. No literalmente, claro, pero casi. «Es dando los rodeos como encuentras la manera de acercarte», insiste una autora que ha salido de órbita con ‘Los astronautas’ (Alfaguara), novela autobiográfica en la que intenta recomponer una historia familiar repleta de agujeros utilizando la tristeza de los cosmonautas, «la soledad del que volvía después de irse tan lejos», como pegamento. Un viaje intergaláctico alrededor de sí misma que empezó a cobrar forma cuando Ferrero, hija de padres divorciados, encontró una fotografía nunca vista en la que aparecía junto a sus dos progenitores. A partir de ahí, explica, llegaron las preguntas, las entrevistas y los intentos por reconstruir un pasado que hasta ese momento desconocía. «Yo había visto muchos documentales en los que al final se resolvía todo, así que pensé que si hacía las preguntas pertinentes obtendría la información que necesitaba», explica. Con lo que no contaba es que tras las preguntas llegarían las versiones contradictorias y las pocas ganas de sumarse a esta operación rescate.
—Empezar con una cita de ‘Matadero 5’ de Kurt Vonnegut es toda una declaración de intenciones.
—Sobre todo cuando se supone que estás escribiendo la historia de tu familia y tu familia tampoco quiere que la escribas. «Todo esto sucedió, más o menos». Te amparas en el más o menos de la ficción, que a mí me parece la mejor manera de intentar contar una historia —
¿Y cuál sería el «más o menos» de ‘Los astronautas’?
—El más o menos es todo. El punto de partida, el hecho de encontrar esa fotografía, es autobiográfico, pero a partir de ahí la investigación familiar no se puede llevar a cabo. Y si al final tienes unos actores que no quieren colaborar, pues de alguna manera te lo tienes que inventar y acudes al más o menos. — Todo empieza, decía, con una fotografía.
—Yo llevo toda la vida escribiendo sobre familias y de repente veo a la mía por primera vez. He vivido siempre a caballo entre dos familias, pero tenía una originaria que nunca había visto. Ahí está la extrañeza de darte cuenta de que se te ha obviado un relato muy importante de tu vida.
— Al final, somos esclavos de cómo nos cuentan los demás. En este caso, de cómo nos cuentan los padres. —Parte de nuestra identidad no está en nuestras manos, no la controlamos. De alguna manera, es un acto de fe. Si hay algo que he aprendido con ‘Los astronautas’, es que no existe la verdad, pero sí la mentira. Porque hay cosas que objetivamente no son así. Y la verdad en una familia es siempre muy subjetiva. —
¿Cómo ha cambiado su noción de familia al escribir el libro?
—Mi idea de familia ahora mismo pasa por renunciar un poco a la idea de familias monolíticas y felices, en las que los papeles estaban muy marcados. No hay unas reglas de cuál es la familia que vale y cuál es la que no. Cuando pones la lupa, nadie es normal; tampoco ninguna familia.
— En ‘Los astronautas’ habla del selecto club de niños «tristes y desubica
dos» del que formaban parte los hijos de los padres divorciados. ¿Otra forma de familia?
—Claro, porque nadie te entendía. En los ochenta era un tabú: había muy poca gente separada. Los niños nos conocíamos y compartíamos particularidades como el doble regalo de cumpleaños. —
—Sí, lo ha leído mi madre. Y todo bien. Porque hay muchísima ficción. Al final me ha servido a mí para entenderlos a ellos. Quizá ellos no tienen esa necesidad de hacer este ejercicio porque, obviamente, conocen la historia.
—
¿Su familia ha leído el libro? Pero, más allá de que haya mucha ficción, ¿se han reconocido?
—A mi madre no le han pasado las cosas que le pasan a la madre del libro; le han pasado cosas similares. El esfuerzo por mi parte ha sido entender que tú no puedes contar una historia que otra persona no quiere que cuentes. No tengo ganas de pelearme con ellos; para mí, mi familia es más importante que escribir.
— Las fotografías también son muy importantes en la novela.
—Es que cuando no tienes mucha información, lo que tienes son fotografías. Un álbum de fotos parece que cuenta la verdad, pero esas fotos las ha puesto alguien intencionadamente de una manera para que cuenten un relato. Nos quejamos mucho de Instagram y de cómo vendemos esa imagen estereotipada de felicidad, pero cuando abrimos un álbum de los ochenta o los noventa, nadie sale llorando.
❝ «Parte de nuestra identidad no está en nuestras manos, no la controlamos. De algún modo es un acto de fe»