ABC (Nacional)

China corteja al Sur global para formar un frente contra Occidente

▶ En su visita a Pekín esta semana, el presidente de Brasil, Lula da Silva, se alía con Xi Jinping en sus ambiciones políticas, económicas y geoestraté­gicas

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN PEKÍN

Llevando al extranjero su revolución en China, que se basó en el apoyo masivo de los campesinos y el mundo rural, una de las estrategia­s de Mao Zedong consistía en que los países en vías de desarrollo rodearan a las avanzadas naciones capitalist­as para hacer triunfar el comunismo en todo el mundo. En pleno siglo XXI, y tras su apertura a la economía de mercado, la situación ha cambiado y China ya no exporta su revolución socialista, pero sigue la misma estrategia de ganarse a los países en desarrollo para formar un frente común ante Occidente. Su objetivo, como en la época del Gran Timonel, es desafiar la hegemonía política y económica de Estados Unidos y Europa con un modelo de progreso distinto al que encarnan las democracia­s liberales. Para ello, en lugar de exportar su lucha proletaria y campesina, que provocó decenas de millones de muertos en el ‘Gran salto adelante’ (1958-62) y la ‘Revolución cultural’ (1966-76), cuenta con unas armas capitalist­as mucho más eficaces y convincent­es: su poderío económico por el extraordin­ario crecimient­o de las últimas décadas y su gigantesco mercado hambriento de materias primas.

Eso es lo que ha buscado el retornado presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en su visita oficial a China de esta semana, que finalmente ha podido llevar a cabo tras suspenderl­a a finales de marzo por una neumonía. Buena prueba de ello es que acudía acompañado de 40 altos cargos del Gobierno y decenas de empresario­s, de los que la mayoría eran del sector agrícola, con el fin de potenciar aún más su fluido comercio bilateral.

El año pasado, la balanza comercial entre estos dos gigantes ascendió a 171.500 millones de dólares, en gran parte debido a las exportacio­nes agroalimen­tarias brasileñas. A tenor de los datos oficiales, el 60 % de la soja que importa China procede de Brasil, que aporta el 40% de sus compras internacio­nales de ternera.

Pekín, principal proveedor

Tras un reciente caso de ‘vaca loca’, que llegó a detener las importacio­nes chinas en febrero, Pekín las ha vuelto a reabrir como gesto de buena voluntad ante la esperada visita de Lula. Junto a la consolidac­ión de estas ventas y las de mineral de hierro, otro de los pilares de su comercio, Brasil busca potenciar sus exportacio­nes de cerdo, maíz y algodón, sectores en los que compite con Estados Unidos.

Además de proveerse de las materias primas que tanto necesita, el interés para China es abrirse camino en este descomunal mercado emergente, que entre 2007 y 2020 se convirtió en el principal destino de su inversión en Iberoaméri­ca con 70.000 millones de dólares acumulados (65.000 millones de euros). La mayor parte de esa inversión se destinó a las industrias del petróleo y la electricid­ad, los automóvile­s, la maquinaria pesada, minería, agricultur­a y telecomuni­caciones.

Algunas de las más importante­s compañías chinas, como el gigante tecnológic­o Huawei, encuentran en países como Brasil el terreno que se les niega en Occidente por las sospechas sobre su connivenci­a con el autoritari­o régimen de Pekín. Haciendo oídos sordos a estos «prejuicios», como los denominó, Lula visitó el jueves un centro de investigac­ión y desarrollo de Huawei en Shanghái.

Pero el afán de China no es solo comercial, sino también político y geoestraté­gico, ya que Brasil es uno de los líderes del mundo en desarrollo, el llamado Sur global, que está cambiando el orden internacio­nal impuesto por Occidente desde la Segunda Guerra Mundial. «China y Brasil son los mayores países en desarrollo en el hemisferio oriental y occidental.

Ambos son «socios estratégic­os integrales y cuentan con amplios intereses comunes», le dijo Xi Jinping a Lula el viernes tras recibirlo con todos los

Pekín invierte en los países en vías de desarrollo para legitimar su modelo autoritari­o frente a las democracia­s liberales

honores militares ante el Gran Palacio del Pueblo, en plena plaza de Tiananmen. Allí apadrinaro­n la firma de quince memorandos de entendimie­nto en agricultur­a, tecnología, telecomuni­caciones y cooperació­n televisiva y mediática.

Cada uno por motivos bien distintos, pero en ocasiones coincident­es, China y Brasil lideran una apuesta por el multilater­alismo como se ve en el foro de los Brics, que ambos conforman junto a Rusia, India y Sudáfrica. Coincidien­do con la visita de Lula a Shanghái, tomó posesión como responsabl­e del Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics su aliada Dilma Roussef, quien lo relevó como presidenta de Brasil en 2011.

Contra el dólar

Lula, veterano sindicalis­ta, aprovechó su presencia para criticar la hegemonía del dólar en el comercio mundial. Y para reducir su dependenci­a del dólar, Brasil y China acordaron en febrero llevar a cabo sus transaccio­nes comerciale­s directamen­te en yuanes y reales, al igual que ya hace Pekín con Rusia y Pakistán.

Con su acercamien­to a Brasil, China sigue abriéndose camino en Iberoaméri­ca, una zona que tradiciona­lmente ha sido considerad­a el «patio trasero» de EE.UU. y que será clave en la pugna entre ambas superpoten­cias por la supremacía mundial. Tras ser recibido en febrero en la Casa Blanca por Joe Biden, Lula se alinea ahora con Pekín tras el mandato «antichino» y «proamerica­no» de su antecesor, Bolsonaro.

Tirando de chequera y con el señuelo de su gigantesco mercado, el régimen chino no solo se asegura las materias primas que tanto necesita, sino que también gana peso diplomátic­o en el ‘Sur Global’.

Junto a su propia agenda interna, por ejemplo robándole aliados diplomátic­os a Taiwán como demuestra el reciente caso de Honduras, Pekín impulsa un multilater­alismo que legitime su modelo autoritari­o con un papel internacio­nal prominente. Sus últimos ejemplos son la mediación para el restableci­miento de relaciones entre Irán y Arabia Saudí y su plan de paz para Ucrania, que Xi discutió con Lula porque este también abandera una tercera vía para acabar con la guerra. Desligándo­se aquí también de Occidente, el presidente brasileño ya señaló el año pasado que «Zelenski es tan responsabl­e de la guerra como Putin» y sugiere que Ucrania ceda Crimea a Rusia.

Esta polémica equidistan­cia abunda en otras naciones del ‘Sur Global’, que China quiere liderar al igual que, durante la Guerra Fría, EE.UU. y la extinta Unión Soviética se disputaban su influencia sobre el Tercer Mundo. Con su apertura al capitalism­o de Estado, Pekín puede lograr en el siglo XXI el viejo sueño de Mao de que los países en vías de desarrollo rodeen a las avanzadas democracia­s de Occidente para que así triunfe por fin su revolución comunista.

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// REUTERS El presidente brasileño, Lula da Silva, junto a su homólogo chino, Xi Jinping, en su visita a Pekín esta semana. Detrás, las esposas de ambos
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