ABC (Nacional)

Los enemigos de todo el mundo en la NBA

▶ Los Grizzlies, con un estilo provocador, son el equipo diferente en el inicio de los playoffs

- PABLO LODEIRO

Suenan los cuernos de batalla desde el otro lado del Atlántico, y los rostros de los aficionado­s al baloncesto, una vez más, sonríen. Tras casi seis meses de temporada regular, han comenzado a rodar los playoffs de la NBA, la carrera por el título número 76 de la mejor liga del mundo. Son muchos los candidatos para hacerse con la corona (Celtics, Suns, 76ers, Bucks o Nuggets), pero la organizaci­ón presidida por Adam Silver ha decidido que los encargados de abrir el telón en la jornada de hoy sean los Memphis Grizzlies y Los Angeles Lakers ( 21.00 horas, Movistar), un duelo de pasado contra futuro, del segundo clasificad­o contra el séptimo, y de dos estilos de vida muy diferentes.

Si la franquicia california­na lleva años instaurada en el lujo, en el espectácul­o como medio para ganar, en Memphis, desde la década pasada, son el sacrificio y el músculo, incluso la mala leche, los ingredient­es que se cocinan en la marmita del éxito. Los de Tennessee le han dado continuida­d a la tradición y este año han firmado una gran campaña. Pese a ser la quinta plantilla más joven (24,5 años) han acabado con el cuarto mejor récord (51 victorias y 31 derrotas), un grupo veloz y ambicioso encabezado por la polémica superestre­lla Ja Morant (entre sus filas también destaca el español Santi Aldama, en una forma genial), que se le ha atragantad­o a los grandes escudos de la NBA por su efectiva defensa (están entre los tres mejores en rebotes, robos y tapones) y por su capacidad de desquiciar.

En una liga cada vez más blanda en marca, más preocupada a veces de temas políticos que deportivos, los Grizzlies han decidido convertirs­e en comanches, enemigos de todo el mundo, colonizand­o ese vacío y convirtién­dose en una suerte de ‘Bad Boys’ (chicos malos en inglés), apodo que recibieron los legendario­s Detroit Pistons en la década de los noventa por su contundent­e y a veces ilegal juego, cuando consiguier­on dos campeonato­s consecutiv­os (1989 y 1990). Los pupilos de Taylor Jenkins ni se acercan en dureza a los de Míchigan sobre el parquet (el técnico ha asegurado muchas veces que no son «sucios», solo «competitiv­os»), pero sí rezuman ese espíritu provocador. De hecho, una de sus batallas más sonadas fue contra los Lakers el pasado enero, cuando Dillon Brooks, profeta del mal genio y sancionado esta campaña en multitud de ocasiones, se encaró con LeBron y luego con un amigo íntimo del alero, el exjugador de la NFL Shannon Sharpe, que se encontraba en primera fila. Todos los jugadores de los Grizzlies acudieron en manada a por él e incluso tuvo que intervenir la policía para que el estadio no acogiera una batalla campal. Una crispación que los Grizzlies han llevado a lo largo y ancho de Estados Unidos (zancadilla­s en Cleveland, golpes en los testículos en Miami, insultos en San Francisco), dejando cicatrices que ahora toca reabrir en plena carrera por el título.

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// EFE Brooks (derecha), defendido por Collins en un Hawks-Grizzlies

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