ABC (Nacional)

Pogacar roza la perfección

▶ Ganador este año en Jaén, Andalucía, Niza y Flandes, también arrasa en Holanda

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Un rayo blanco y negro recorre las verdes colinas de la antigua Holanda, el cielo gris, la lluvia amenazante. Frío y gente abrigada contra las vallas que consume litros de cerveza. Tadej Pogacar también satisface al público de los Países Bajos, honra la clásica Amstel Gold Race que aspira algún día a transforma­rse en monumento, y roza la perfección en una temporada excelsa. Después de la Clásica de Jaén, la Vuelta a Andalucía, la París- Niza y el Tour de Flandes también gana la Amstel. Imparable y demoledor, un cyborg que hace de la victoria una costumbre.

La Amstel Gold Race no acuna una tradición como el Tour de Flandes, la ParísRouba­ix o la Lieja-Bastoña-Lieja, carreras centenaria­s que han idealizado símbolos: las colinas adoquinada­s, el pavés o las cimas de las Ardenas.

Creada en los años sesenta y patrocinad­a por una marca de cerveza, aspira a asentarse en esa cúspide de los monumentos por sus variados argumentos: 33 cuestas por la zona más montañosa de los Países Bajos, un desnivel positivo de más de 3.500 metros, sus cuestas terminadas en ‘berg’, el calor de un público en un país que santifica la bicicleta como medio de transporte...

Sin Van der Poel, Van Aert y Evenepoel, solo hay ojos para Tadej Pogacar en la salida de la prueba. No solo es el favorito, sino que el personal imagina por anticipado el relato de su éxito: ataque lejano, arrancada en la cuesta más dura, derrote en la última cima o un lanzamient­o por sorpresa en el llano.

Capaz de protagoniz­ar cualquier episodio, Pogacar amaga. Otra variante en su repertorio. Prueba a sus contrincan­tes en una de las subidas al Cauberg, a 80 kilómetros de la meta. Arma un grupo con 15 unidades, en el que destaca Pidcock, el vencedor de la Strade Bianche y etapa del Alpe d’Huez en el Tour.

Su capacidad para influir en una carrera se plasma en lo que sucede a continuaci­ón. Ni sus compañeros de fuga se atreven a dar relevos (porque el ganador está adjudicado) ni el pelotón acelera porque no tiene garantías de atrapar la fuga.

Durante 40 kilómetros, entre ambos grupos se establece una distancia mínima, 30 o 40 segundos. En la duda Pogacar anima a los fugados y se asocia con ellos. Una caída en el pelotón descompone la persecució­n. Más de la mitad de los ciclistas han sido eliminados por el corte.

Pogacar lo tiene en la mano a 30 kilómetros. El esloveno recuerda el consejo de Van der Poel cuando afronta el Keutenberg (la subida más dura) con Pidcock y Healy. « Ataca ahí » , le aconsejó VDP.

El latigazo de Pogacar seca a Healy y desplaza a Pidcock. Ninguno tiene sus piernas, sus músculos, la severidad de su pedaleo, los pulmones, la voluntad de atacar siempre... Para el esloveno el ciclismo es algo más que el Tour.

Pogacar enfila una nueva victoria que enlaza con los récords: solo Riis, Zoetemelk, Hinault y Merckx ganaron el Tour y la Amstel. Bartoli, Gilbert, Merckx, Planckaert, los dos Van der Poel vencieron en Flandes y Amstel...

Pogacar compite contra la historia. En la meta de la cerveza se presenta sonriente, la cara trabajada por el barro, su semblante juvenil. «No esperaba hacer tan pronto la escapada», se sorprende.

Y anuncia que esta semana no descansa. Competirá el miércoles en la Flecha Valona («nunca he tenido buenos resultados ahí») y el domingo en Lieja, contra Evenepoel. Duelo de fenómenos en una temporada excelsa que Pogacar solo puede estropear en el Tour.

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// AFP Tadej Pogacar

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