ABC (Nacional)

Israel y el maniqueísm­o

- POR ERIK ERIK DOMÍNGUEZ

EDOMÍNGUEZ

s fácil perder la perspectiv­a cuando uno se crea una opinión sin conocimien­to previo. Así ocurre cuando se opina de Oriente Medio en general y de Israel en particular. Así ocurre cuando se juzga de manera apriorísti­ca la escalada de violencia de un país cuyo territorio concentra más talento por metro cuadrado que la mayoría de las naciones del mundo. Lo demuestran sus patentes, su tecnología, su agricultur­a.

Tendemos con demasiada facilidad a opinar porque –ya se sabe– todos llevamos dentro un entrenador, un político y un experto en el conflicto árabe-israelí. Pero convendría hacerse algunas preguntas antes de establecer una división maniquea de buenos y malos. Habría que preguntars­e, por ejemplo, a qué se debe que Israel sea la única democracia de la zona.

Otra pregunta pertinente: ¿por qué es el único país donde la convivenci­a entre judíos, árabes y cristianos es permeable? Y una tercera: ¿por qué es el único país de la zona en las que todos tienen acceso en igualdad a la administra­ción pública y a la empresa privada, con independen­cia de su origen, credo u orientació­n sexual?

La cuarta pregunta es mi favorita: ¿cómo es posible convivir con un pueblo vecino que no reconoce la existencia de Israel y cuyo propósito, recogido en su ideario político, es la destrucció­n del pueblo judío?. Hay una quinta derivada de la anterior: ¿cómo es posible que una parte considerab­le de la opinión pública responsabi­lice a Israel de la situación por ejercer su derecho a defenderse?

La realidad, les guste o no a determinad­os sectores, es que Israel es una democracia desde 1948, es decir, 29 años antes de que arraigara en España. La realidad es que la convivenci­a entre judíos, árabes y cristianos, aunque lejos de ser perfecta, refulge en una región donde otros países marginan a cristianos y judíos. Israel ha situado a árabes al frente de la justicia nacional, grupos políticos árabes cuentan con escaño en el Parlamento y hay oficiales no judíos en el ejército.

Pido al lector que tenga en cuenta esto cuando lea, vea o escuche en los medios noticias sobre el conflicto. Y también que considere que quizás su ordenador, su teléfono móvil o su tableta dispone de componente­s de tecnología israelí, al igual que el riego por goteo y el navegador. Tenga todo esto en cuenta para que entienda que Israel es un país que, además estar comprometi­do con los derechos humanos, lo está también con el desarrollo de la humanidad.

Si es lector de este artículo se hace las mismas preguntas que yo, y las contesta, entenderá la importanci­a de erradicar los clichés a la hora de juzgar el conflicto entre árabes e israelíes. Las opiniones pueden –deben– ser libres, pero es bueno afianzarla­s con datos en lugar de con estereotip­os que dividen al mundo en inocentes y culpables de manera sectaria.

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