ABC (Nacional)

El americano rico que no sabe nada de fútbol

Todd Boehly cumple un año como dueño del Chelsea marcado por su nulo conocimien­to, su intervenci­onismo y el modelo Red Bull como espejo a imitar

- RUBÉN CAÑIZARES

El pasado 7 de marzo, Todd Boehly bajaba del palco de Stamford Bridge, cruzaba el terreno de juego y se metía en el vestuario del Chelsea. Todo ello con una cerveza en la mano, sin corbata y una sonrisa tras la remontada de su equipo ante el Borussia (2-0, 2-1 global), que le clasificab­a para los cuartos de final de la Champions. ¿Se imaginan a Florentino o Al-Khelaifi haciendo lo mismo en el Bernabéu o en el Parque de los Príncipes? Va a ser que no.

«Es mentalidad americana. No tiene nada que ver con el patrón habitual de dirigentes del fútbol», explica un abogado que suele tratar con él desde su aterrizaje en el Chelsea. Todd Boehly, junto a su socio iraní Behdad Eghbali, son los dueños de los Dodgers, el equipo de béisbol de Los Ángeles, y los segundos propietari­os de los Lakers. Boehly, con un patrimonio de 4.500 millones de dólares, compró el Chelsea hace justo un año por un valor alrededor de los 5.000 millones de euros. Doce meses y cuatro entrenador­es después, y a pesar de poner 600 millones en fichajes, dinero al que él se refiere como inversión y no gasto, el rival esta noche del Madrid en Champions (21.00 horas, Movistar Liga de Campeones) está con pie y medio fuera de Europa, eliminado de la FA Cup y de la Carling, y más cerca de los puestos de descenso que de la Champions.

«Él reconoce que no sabe de fútbol y, por eso, está siendo tan intervenci­onista. Quiere aprender cuanto antes y, una vez que lo haya hecho, echarse a un lado y delegar la mayor parte del trabajo en profesiona­les del sector», detalla un intermedia­rio al que le suele pedir consejo. Boehly negocia todos los fichajes en primera persona. De hecho, el pasado verano este periódico ya contó cómo se llevó a los agentes de Cucurella a una villa de lujo en Mikonos, que suele alquilar durante el verano, para cerrar el traspaso más caro de la historia de un futbolista español. Un ejemplo de la directa involucrac­ión que caracteriz­a su modus operandi.

«Es extraño verle en Cobham –la ciudad deportiva del equipo ‘blue’–, como si fuera un miembro más del ‘staff’ técnico o de nosotros», cuentan desde el vestuario del Chelsea, sorprendid­os por su habitual presencia en el día a día del equipo. Todd es consciente de sus limitacion­es en el fútbol. Los que le conocen hablan de él como un brillante empresario y negociador, pero necesita tiempo para saber moverse en este deporte, nuevo para él. A los jugadores no les incordia del todo su presencia, pero tampoco creen que aporte nada y, en caso de ir mal dadas, como sucede esta temporada, es un elemento peligroso. El sábado pasado, tras perder ante el Brighton, perdió los papeles en el vestuario: «Es una vergüenza lo que estáis haciendo», dijo a los jugadores.

Estilo ‘made in USA’

Este matiz campechano es propio de la cultura deportiva norteameri­cana. Boehly es un tipo accesible. Para nada se esconde, sino todo lo contrario. Abierto a los medios, a los aficionado­s, a los jugadores, a los representa­ntes y a todo aquel que se mueve en este mundo del fútbol de élite, pero imberbe aún en la toma de decisiones. La última, fichar a Paul Burguess, el famoso exjardiner­o del Real Madrid que trabajó en el club blanco desde 2009 a 2020, antes de fichar por el Mónaco, club que ahora también abandona para ocupar un cargo ejecutivo en el Chelsea. Allí estará a las órdenes de Paul Winstaley, el director deportivo, y de Christophe­r Vivell, director de fichajes, ambos contratado­s por Boehly en los últimos meses.

Vivell lo trajo del RB Salzburgo, una de las franquicia­s que tiene Red Bull en el fútbol, modelo que admira y quiere imitar. Está cerca de cerrar la compra del Racing Club de Estrasburg­o, de la Ligue 1, y ha ordenado a Jorge Mendes comprar un equipo de la primera división portuguesa. Winstaley vino de la mano de Potter, ambos del Brighton, y a pesar del despido de Graham su puesto no corre peligro. De hecho, han labrado una buena amistad, de la que dejaron constancia en el Mundial de Qatar, donde pasaron bastante tiempo juntos y Todd aprovechó para ampliar conocimien­tos y contactos.

El despido de Potter es una de las medidas que más dudas y críticas le ha generado en este año al mando del Chelsea. Le fichó por seis años y acabó echándolo a los cinco meses. No tenía el apoyo del vestuario, sobre todo de los pesos pesados, y los resultados eran bastante malos: «El cabecilla fue Thiago Silva. Con 38 años, solo está para defender en un equipo que esté replegado y Potter quería tener la línea defensiva en el centro del campo. El pulso lo ganó Silva», explican en el club inglés, a la vez que echan toda la responsabi­lidad sobre los jugadores: «Daría igual si esta plantilla la entrenara Ancelotti o Guardiola. Aquí hay muchos vicios y actitudes de estrellita­s mimadas y caprichosa­s. ¿Qué tensión competitiv­a tuvieron en el Bernabéu Joao o Sterling? El ritmo y la intensidad con la que juega el equipo es de risa»

Lo paradójico es que para traer a Potter se cargó a Tuchel en septiembre, que hizo campeón de Europa al Chelsea hace solo dos años y no había hecho un mal inicio de temporada, pero el alemán llevaba el sello de Abramovich: «A él no le gustaba nada que apareciera por los entrenamie­ntos y Boehly le considerab­a el último hombre de Roman en el club, así que tenía que pasar lo que pasó. A la calle, hubiera o no motivos deportivos», cuenta un exempleado del Chelsea.

Todd y Behdad querían borrar todo rastro de Abramovich, y Tuchel lo sabía: «Este club ya no es lo que era. No sé por qué sigo aquí aún. Me parece raro», comentó el técnico germano a su gente de confianza días antes de ser despedido. De ahí el cambio por Potter, a quien iba a manejar sin problema. Lo que no calibró es que el vestuario también hizo lo que quiso con el extécnico del Brighton.

La solución, para acabar lo más dignamente una primera temporada decepciona­nte, ha sido el regreso de Lampard, que ya estuvo en el banquillo ‘blue’ antes de que Abramovich se lo cargara para traer a Tuchel. Tiene carisma e historia, como leyenda que fue del club, pero en su corta carrera en los banquillos está mostrando muchas carencias y su elección también vino cargada de polémica. Y risa. Según varios medios británicos, el famoso humorista James Corden, amigo personal de Todd y aficionado del West Ham, club en el que también jugó Lampard durante los primeros años de su carrera, fue quien recomendó a Boehly el fichaje de Frank. La broma son tres derrotas en sus tres primeros partidos. Esta noche, otra vez el Madrid, para definir un puesto en semifinale­s de Champions con Boehly Todd, el multimillo­nario que quiere aprender de fútbol, en el palco.

Su último fichaje ha sido el de Paul Burguess, el famoso jardinero que trabajó en el Madrid entre 2009 y 2020 con sueldo de galáctico

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// REUTERS Todd Boehly, en el estadio del Chelsea con una cerveza en la mano

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