El carisma de Manuel Escribano le pone la guinda a una gran feria FERIA DE ABRIL
▶ Lidió con pundonor la corrida de Miura, mano a mano con un Ferrera ausente y defensivo
REAL MAESTRANZA DE SEVILLA.
Lunes, 1 de mayo de 2023. Decimoquinta de abono. Dos tercios de plaza. Se lidiaron toros de Miura, de juego irregular, destacando el bravo quinto, ovacionado en el arrastre.
ANTONIO FERRERA,
de grana y oro, con los remates en negro. Estocada (silencio); pinchazo y estocada (silencio); estocada (silencio).
MANUEL ESCRIBANO,
de verde esmeralda y oro. Estocada caída y dos descabellos (ovación); bajonazo (oreja); estocada (ovación).
Andaba Sevilla revuelta con la baja de última hora de El Fandi, elucubrando con suspicacia sobre auténticas barbaridades. Dudar de la capacidad lidiadora del granadino a estas alturas es un disparate. Que por cierto, era uno de los pocos alicientes de este postrer cartel tan mal tirado. Pero la pregunta estaba equivocada en su planteamiento. La cuestión no era la gravedad de lo que le había pasado a El Fandi en su espalda, sino saber que qué hacía El Fandi toreando por la provincia de Guadalajara un día antes de venir a Sevilla. ¿Tanta necesidad tenía?
Aquello era difícil de explicar, como también lo fue la respuesta de la empresa Pagés, tirando por la calle de enmedio. Insiste Ramón Valencia en reprocharnos a los periodistas que hayamos catalogado por dos años consecutivos el sexteto de matadores de la provincia como la ‘Corrida de la Oportunidad’. Y no le falta razón, porque oportunidad no era eso. Oportunidad hubiera sido marcar a mediodía el teléfono de cualquiera de esos seis. Incluso de cualquier otro, como por ejemplo Oliva Soto o Esaú Fernández. Pero optó por llamar a un sobresaliente...
La corrida de Miura fue tan simple de presentación como de resultado en su conjunto. Realzada por un sensacional Choricero, lidiado en quinto lugar, que humilló tanto como gasolina traía. Un toro con matices en su lidia al que entendió en un encomiable esfuerzo Manuel Escribano que, al contrario de como apuntábamos durante la corrida de El Parralejo sobre Daniel Luque, trae media oreja cortada de casa. Un torero que cautiva a los tendidos, por su dignidad, por sus cariñosos gestos con la galería y por la verdad de lo que plantea en el ruedo.
La oreja que se llevó tenía mucho peso. Sin caer en el tópico, entrando en el sentido literal: medio lomo colgaba del apéndice que premiaba al de Gerena. Una oreja con la fuerza de dos, que son las que con mucha intensidad le pidieron los tendidos de la Maestranza después de su vibrante labor con Choricero, que por fin mezclaba emoción con humillación tras una cuestionable previa. La exhibición de fortaleza física del diestro arrancaba a portagayola, y le libraba por dos veces de la tragedia en banderillas. Mucho tuvo que tragar desde los medios cuando al de Miura le dio por frenarse en seco a mitad de su encuentro para el pase cambiado. Y ahí seguía Manuel, con su serenidad perpetua. Tejera también arrimaba el hombro, que ordenaba tocar tras la serie de péndulos. Aquello crecía en vibración, conforme el cardenito iba hondonando por el ruedo de la Maestranza, metiendo el hocico en su sustrato, violentándose en cada salida. No era fácil su lidia, de ahí la emoción que siempre tuvo. Sólo el bajonazo le impidió desorejar al de Miura, teniendo que reconocerse el acierto de Fernández Figueroa, pese a la bronca que tuvo que aguantar. Nulas opciones tuvo con los otros dos.
La presencia de Antonio Ferrera traía consigo el regreso de su espantoso capote en tonos pitufinos. El poco bordado del terno le delataba: llegaba más ancho que el Simpecado de la Hermandad Umbrete. Despachaba en primer turno a Triguero, que tuvo franqueza en la muleta, aunque tardo en su embestida. Lo buscaba Ferrera al pitón de fuera, sin terminar de confiarse. Más defensivo estuvo con el tercero, pastueño y noble, en una lidia de retienta, poniendo y quitando la muleta, renunciando a un pitón izquierdo que se atisbaba complicado. Torrealta, el quinto, fue la gran decepción. En un constante doblar de manos, sin poder, sin emoción y sin peligro, que son los mimbres que sostienen a esta ganadería.
El Fandi fue baja a última hora por una «dolencia lumbar»; Ramón Valencia optó por un sobresaliente