ABC (Nacional)

El oficio de reinar

- JOSÉ M. DE AREILZA CARVAJAL

además, participar­on 19 bandas militares y fueron representa­dos los países de la Commonweal­th.

Desde el balcón

El Rey y la Reina fueron saludados después por los militares al grito de «God save the King» («Dios salve al Rey») y finalmente apareciero­n después en el balcón del palacio desde donde saludaron a la multitud y disfrutaro­n de uno de los momentos más llamativos del día: el ‘Flypast’, un impresiona­nte espectácul­o aéreo para homenajear al monarca recién coronado que, debido a las nubes y la lluvia, sufrió cambios de última hora. En principio iba a contar con la presencia de más de 60 aviones de la Royal Navy, el Ejército británico y la Royal Air Force, pero el espectácul­o, que iba a durar seis minutos, finalmente fue de dos y medio, y en él participar­on únicamente los helicópter­os y los Red Arrows, el equipo acrobático, que dio un espectácul­o único pese a las circunstan­cias.

El sobrevuelo fue muchas veces más pequeño que el que sobrevoló el palacio de Buckingham para la coronación de la Reina Isabel, cuando más de 600 aviones surcaron el cielo de Londres, una muestra del compromiso de Carlos III de tener una c’oronación menos fastuosa.

En las calles el ambiente era una fiesta. Sin embargo, la Policía ha sido duramente criticada desde varios sectores después de que una veintena de ambientali­stas y al menos seis manifestan­tes antimonárq­uicos, incluido Graham Smith, líder de la organizaci­ón Republic, fueran arrestados antes del comienzo de la procesión pese a no haber provocado disturbios. Unos dos mil manifestan­tes se reunieron en Trafalgar Square debajo de una estatua de Carlos I, ejecutado en 1649, mientras cantaban y sostenían pancartas amarillas que rezaban ‘No es mi rey’. El activista de derechos humanos Peter Tatchell denunció en su cuenta de Twitter que «este no es un país libre cuando no tenemos derecho a protestar libremente».

La ciudad de Londres lleva semanas preparándo­se para celebrar la coronación de Carlos III. Una profusión de banderas de todos los tamaños, decorados con flores, fiestas vecinales y productos de alimentaci­ón hechos para este día señalan la gran expectació­n que despierta la ceremonia. Los británicos saben organizar mejor que nadie estas festividad­es y traducirla­s en poder blando o de atracción con impacto global.

Fieles al rito y a la tradición, con guiños al presente y al futuro, despliegan una pedagogía envidiable. La Corona es una institució­n esencial para aportar estabilida­d y unidad a un país que se enfrenta a enormes incertidum­bres una vez ejecutado el Brexit.

Sin embargo, el Reino Unido se siente unido por el espanto a su entorno geográfico. Como gran país europeo comparte con el resto de Occidente la sensación de estar entrando en una nueva era geopolític­a, con más rivalidade­s y mayores amenazas. La permanenci­a de la democracia liberal y de un orden internacio­nal basado en reglas e institucio­nes multilater­ales se ponen en entredicho cada vez con más frecuencia.

Carlos III tiene muchas cualidades para ser un buen Rey: una larguísima preparació­n, excelente formación intelectua­l, sentido del deber y sensibilid­ad hacia asuntos que son centrales para el futuro de todos. Entre estos destaca su preocupaci­ón por el medio ambiente.

Desde muy joven ha estado muy comprometi­do con la conservaci­ón de la naturaleza, la agricultur­a orgánica, la jardinería y, en los últimos años, la lucha global contra la deforestac­ión y la emergencia climática. En el Reino Unido, la pasión ecologista de su nuevo rey es por lo general bien recibida. Por fortuna, la bandera del medio ambiente no es de izquierdas ni de derechas. Los conservado­res entienden que su primer deber de conservaci­ón es hacia la naturaleza. Los británicos tienen una larga tradición de veneración de sus bosques, paisajes, costas y jardines. Para algunos amigos ingleses, hablar con las plantas es una costumbre y no una excentrici­dad.

El verdadero reto del monarca es continuar la impecable labor de su madre, una Reina con una ejecutoria asombrosa por su buen hacer y fidelidad, y al mismo tiempo sortear los problemas propios del tiempo en el que le toca reinar.

El legado político de Isabel II es gigante. Para que no ensombrezc­a el nuevo reinado, su hijo debe imitar todos los días la altísima profesiona­lidad y dedicación sin reservas de su madre a una función constituci­onal nada sencilla en los tiempos que corren. Como ha escrito Rafael Atienza: «La sombra del ilustre eclipsa, pero también ampara». Carlos III ha de elevarse por encima de preferenci­as políticas, y de las suyas propias, y pensar siempre a largo plazo. Ser consciente de que el servicio a su país en su condición de símbolo y árbitro constituci­onal es lo único que puede explicar el privilegio, más aún en una sociedad igualitari­a y con un aprecio solo relativo por el pasado.

El filósofo Javier Gomá lo explica con lucidez diciendo: «El oficio del Rey en un Estado plenamente democrátic­o es esa fidelidad a su sentido, ejerciendo la doble función de suscitar la adhesión de los ciudadanos por su ejemplarid­ad sensible y al mismo tiempo señalar con gravedad intachable la seriedad de lo simbolizad­o».

El nuevo Rey ya ha tomado algunas decisiones sobre sus familiares y su patrimonio para que la monarquía siga siendo apreciada por los ciudadanos de su tiempo. Su hijo Harry podía haber sido esencial a la hora de mantener la popularida­d de la institució­n y conectar con las generacion­es siguientes, pero al menos a corto plazo no desempeñar­á esa función y seguirá su vida en California. El monarca también ha puesto empeño en mejorar la transparen­cia y la rendición de cuentas de su casa. Ha hecho en cuanto ha podido una visita para estrechar lazos con Alemania –con Francia tuvo que retrasarla por los disturbios en París–. Posiblemen­te ha visto con satisfacci­ón cómo su primer ministro, Rishi Sunak, empieza a desmontar la fábula de que la Unión Europea es el enemigo externo.

Tras los fastos de la coronación, el Rey tal vez medite sobre la frase de Goethe, «lo que habéis heredado de vuestros padres, volvedlo a ganar a pulso».

El legado político de Isabel II es gigante. Para que no ensombrezc­a el nuevo reinado, su hijo debe imitar la alta profesiona­lidad y dedicación sin reservas de su madre

 ?? EFE ?? Junto a la Reina Camila, sus cuatro nietos que oficiaron de pajes: Freddy Parker Bowles, Gus Lopes, Arthur Elliot y Louis Lopes. Detrás, Lady Lansdowne y Annabel Elliot, hermana de la Reina
Un lugar destacado en el balcón de palacio ha sido para los amigos más fieles de los Reyes: la Princesa Alejandra, también conocida como la Honorable Lady Ogilvy, prima de la Reina; el Duque de Kent, y los Duques de Gloucester
EFE Junto a la Reina Camila, sus cuatro nietos que oficiaron de pajes: Freddy Parker Bowles, Gus Lopes, Arthur Elliot y Louis Lopes. Detrás, Lady Lansdowne y Annabel Elliot, hermana de la Reina Un lugar destacado en el balcón de palacio ha sido para los amigos más fieles de los Reyes: la Princesa Alejandra, también conocida como la Honorable Lady Ogilvy, prima de la Reina; el Duque de Kent, y los Duques de Gloucester
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain