ABC (Nacional)

Warren Beatty, el discípulo de Casanova

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

«No para de hacer el amor. En pocos años estaré consumida». La frase es de Joan Collins, y el atleta sexual al que se refiere es Warren Beatty, del que releo una biografía, donde se recoge esta confesión de la Collins, y muchas otras. Es un libro de descaros, pero no tanto. El autor, Peter Biskind, hace cuentas y le sale que Warren pudiera haber sostenido relaciones más allá del verbo con ocho mil mujeres. Igual es exageració­n, pero cuando Warren exageraba, acertaba. De manera que no sabemos muy bien cómo Beatty se las ha arreglado para hacer películas. Ya Woody Allen, en su día, salió al respecto con un piropo de macho tímido, pero asombrado: «Me gustaría reencarnar­me en la yema de los dedos de Warren Beatty».

Pocos hombres van quedando como Warren, en cualquier caso. El catálogo de conquistas del actor es como un cineguía internacio­nal, zona famosísima­s. En este libro se atan los nombres de Jane Fonda, Raquel Welch, Natalie Wood, Vivien Leigh, Madonna, Margaux Hemingway, Diane Keaton, Elle Macpherson o Brigitte Bardot, y abreviamos, porque si no se nos acaba enseguida el artículo.

Su actual, la deliciosa Anette Bening, parece ser el fin de fiesta de este implacable, pero ya veremos. El propio Warren confesó al director de cine Glenn Gordon Caron: «Nunca te acuestes con tu actriz». Parece una autoadvert­encia, y acaso lo es. Porque el actor remata: «Y si lo haces, no pares hasta que se haya acabado la película». Le gusta a uno que existan libros como éste, porque leyendas así ya no quedan.

Se airea en este libro de confesione­s corales poca o ninguna queja por parte de estas muchedumbr­es femeninas, lo cual dice mucho de Warren no como titán de lujuria sino como seductor de encanto, que es lo que importa. Resulta que le adoran. Casanova aún existe, y vive en Hollywood. En tiempos virtuales de aventuras de Tinder, que son una estafa, reconforta saber de la vida de un salvaje con buenos modales, que ha llevado a la práctica el lema de Quevedo: «Cuantas mujeres hay es mi tarea». O sea, la mujer como sacerdocio. Salen miles de conquistas. Una vida que no sé cómo cabe en una vida.

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