ABC (Nacional)

CHINA Y RUSIA BUSCAN PRESIONAR A EE.UU. EN SU PROPIO CONTINENTE

Con su presencia en los países suramerica­nos, chinos y rusos intentan devolver a Washington la estrategia de rivalizar en su área de influencia

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Durante décadas, China se ha sentido físicament­e cercada por la alianza de Estados Unidos con los países de la llamada ‘primera cadena de islas’ de Asia-Pacífico ( Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas) y por el resto de estrechas relaciones comerciale­s y diplomátic­as que Washington mantiene con otros vecinos de la región. Si Pekín quiere sacarse de encima la presión de EE.UU. en el mar del Sur de China, de igual modo Rusia busca terminar con la aproximaci­ón a sus fronteras que ha estado llevando a cabo la OTAN con su ampliación a territorio­s que fueron de la Unión Soviética.

La respuesta de Xi Jinping y de Vladímir Putin pasa por pagarle a Washington con la misma moneda, y aunque para ellos resulta difícil acorralar a EE.UU. en América del Norte, al menos intentan devolverle la estrategia de rivalizar en su área de influencia.

Así, China ha desplazado a EE.UU. como principal socio comercial de Suramérica, en cuya economía ha adquirido cada vez mayor peso mediante créditos millonario­s (que cargan a los países beneficiar­ios con una alta deuda) y una creciente penetració­n de empresas chinas en variedad de sectores. Rusia se ha focalizado en Centroamér­ica y el Caribe, el ‘patio trasero’ más próximo de EE.UU., con iniciativa­s que incluyen la cooperació­n militar.

Hasta ahora, Moscú había sigo algo más osado en las formas y más directo en su expresión de amenaza, pero la reciente ‘crisis de los globos chinos’ muestra que a medida que una confrontac­ión por Taiwán puede acercarse, Pekín se aproxima más en sus movimiento­s al propio EE.UU.

China en Latinoamér­ica

En veinte años el comercio entre China y Latinoamér­ica se ha multiplica­do por 30, pasando de 17.000

Créditos y préstamos

condidos detrás de cooperativ­as locales, que son las únicas con licencia para esa labor. Debido al gran interés por el litio, han comprado empresas para la explotació­n de ese metal en Argentina y Chile, y buscan también concesione­s en Bolivia.

En el sector petrolero, empresas chinas participan en operacione­s de ‘fracking’ en Vaca Muerta, en Argentina, país en el que han adquirido firmas petroleras locales. También realizan trabajos en México, Colombia, Ecuador y Brasil (en Venezuela las sanciones de EE.UU. han limitado su actividad).

Gestión de puertos

China pone un notable interés en la construcci­ón y gestión de puertos o de terminales marítimas. En Perú está desarrolla­ndo un puerto nuevo ubicado en Chancay. En Brasil impulsó el puerto privado de Itaquí, aunque ha dejado su participac­ión. En Argentina, empresas chinas pujan por el dragado del canal Magdalena, de acceso al Río de la Plata, y del río Paraná, en cuya estratégic­a ’hidrovía’ los intereses chinos podrían alcanzar algún tipo de presencia más permanente.

En este ámbito logístico, China se ha acercado notablemen­te al área de directa influencia de Washington, con la gestión de terminales a ambos lados del canal de Panamá (es el segundo cliente del canal, tras EE.UU.); del puerto jamaicano de Kingston, el de mayor tráfico del Caribe, y del de Freeport, en las Bahamas. China también se ha encargado de la ampliación del puerto de Santiago de Cuba. Además, la gran compañía naviera Cosco gestiona un terminal en territorio estadounid­ense, en Seattle.

Nuevas áreas de penetració­n son los servicios de suministro­s. En Chile, tras la compra de varias firmas chilenas, empresas chinas han llegado a gestionar más del 50% del suministro eléctrico; en Perú también han hecho varias adquisicio­nes y podrían quedarse con los negocios que Enel tenía en el país.

Por lo que se refiere a nuevas tecnología­s, Huawei tiene más del 20% del mercado de telefonía móvil. En México, Colombia, Perú y los países centroamer­icanos está entre los tres primeros operadores. Huawei tiene perspectiv­as de licencia 5G en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay. Además, China ha suministra­do equipo de videovigil­ancia e identifica­ción facial a diversos gobiernos; Cuba los ha utilizado para aplacar las protestas ciudadanas.

Especial inquietud en el Comando Sur de EE.UU., que con frecuencia alerta de la expansión de China y Rusia en el hemisferio occidental, ha generado la estación de observació­n y seguimient­o espacial en Neuquén, en la Patagonia argentina, gestionada con gran secretismo por un organismo dependient­e del Ejército chino.

En su intento de convertir el yuán en moneda de reserva internacio­nal, Pekín ha llegado a acuerdos de permuta de divisas trienales con Argentina (por valor del 42% de las reservas internacio­nales argentinas) y con Chile (en este caso, durante la crisis de la pandemia). Ahora está negociando una operación de este tipo con Brasil.

Con frecuencia, la actuación china es denunciada por estándares poco respetuoso­s con el medio ambiente. Así ha ocurrido en diversas áreas del Amazonas. Una erosión particular de los recursos naturales ocurre con la pesca ilegal, que afecta sobre todo al litoral sudamerica­no entre Ecuador-Galápagos y el sur de Brasil. Enjambres de hasta 500 embarcacio­nes navegan cerca de las zonas de explotació­n exclusiva de los distintos países y en ocasiones penetran en ellas pescando de modo furtivo y esquilmand­o los bancos de pesca.

Colaboraci­ón militar rusa

La relación de Rusia con los países americanos es claramente menor que la de China: el petróleo y gas rusos no interesan en una Suramérica que en general ya tiene hidrocarbu­ros, ni las materias primas de esta importan a una industria rusa con suministro­s básicos propios. Solo la oferta de armamento ha creado cierta relación comercial, pero venida a menos los últimos años por los déficits presupuest­arios latinoamer­icanos.

No obstante, Rusia ha cultivado un estrecho vínculo con Venezuela, Nicaragua y Cuba, cuya ubica

 ?? Por EMILI J. BLASCO // ABC ?? millones de dólares en 2002 a 315.000 en 2019, con previsión de que alcance 500.000 millones en 2025. China ha importado básicament­e materias primas –de petróleo a minerales y soja–, por lo que su relación ha sido sobre todo con Suramérica. Centroamér­ica y el Caribe, más dependient­e de la economía norteameri­cana, ha mantenido a EE.UU. como referente comercial.
Desde 2005, los bancos estatales de China han otorgado a los gobiernos de la región un total de 136.500 millones de dólares en créditos, más que los concedidos por todas las organizaci­ones internacio­nales juntas. Casi la mitad han sido para Venezuela (60.000 millones); siguen Brasil ( 31.000), Ecuador (18.200) y Argentina (17.000). Esas sumas se entregaron muchas veces a cambio de petróleo y otras materias primas, durante el ‘ boom’ de las ‘ commoditie­s’.
Terminado ese ‘superciclo’ en 2014, China ha concedido recienteme­nte menos créditos a gobiernos, y en cambio ha aumentado los préstamos de sus bancos comerciale­s para financiar la compra de empresas locales y su expansión. Por esta vía, desde 2005 China ha realizado 62 préstamos, de los cuales 36 correspond­en a operacione­s en Argentina y nueve en Brasil.
Si bien EE.UU. y la Unión Europea (y España como mayor exponente) realizan más inversione­s que China en Latinoamér­ica, la particular obediencia que las empresas chinas deben prestar a su Gobierno hace que muchas veces estas se vean con desconfian­za.
Los fondos procedente­s de China se destinaban inicialmen­te a infraestru­cturas públicas, pero la madurez de la presencia china en los distintos países ha supuesto un progresivo desplazami­ento de la financiaci­ón hacia otros sectores: ha habido fuertes inversione­s en minería y, más recienteme­nte, en servicios de distribuci­ón de electricid­ad, gas y agua.
Infraestru­cturas y producción energética han ido de la mano en la construcci­ón de embalses. En Brasil, compañías chinas poseen total o parcialmen­te 17 presas; en Perú, 4; en Colombia, 2, y en Bolivia gestionan una. Esas instalacio­nes se dedican en su mayoría a la producción hidroeléct­rica.
En cuanto a la minería, el capital chino tiene concesione­s para la extracción de cobre y hierro en Perú; de oro en Argentina, y de niobio, fosfato y hierro en Brasil. En Bolivia, los chinos extraen oro es
Xi y Lula pasan revista a la guardia en el Palacio del Pueblo, en Pekín, el pasado mes de abril
Por EMILI J. BLASCO // ABC millones de dólares en 2002 a 315.000 en 2019, con previsión de que alcance 500.000 millones en 2025. China ha importado básicament­e materias primas –de petróleo a minerales y soja–, por lo que su relación ha sido sobre todo con Suramérica. Centroamér­ica y el Caribe, más dependient­e de la economía norteameri­cana, ha mantenido a EE.UU. como referente comercial. Desde 2005, los bancos estatales de China han otorgado a los gobiernos de la región un total de 136.500 millones de dólares en créditos, más que los concedidos por todas las organizaci­ones internacio­nales juntas. Casi la mitad han sido para Venezuela (60.000 millones); siguen Brasil ( 31.000), Ecuador (18.200) y Argentina (17.000). Esas sumas se entregaron muchas veces a cambio de petróleo y otras materias primas, durante el ‘ boom’ de las ‘ commoditie­s’. Terminado ese ‘superciclo’ en 2014, China ha concedido recienteme­nte menos créditos a gobiernos, y en cambio ha aumentado los préstamos de sus bancos comerciale­s para financiar la compra de empresas locales y su expansión. Por esta vía, desde 2005 China ha realizado 62 préstamos, de los cuales 36 correspond­en a operacione­s en Argentina y nueve en Brasil. Si bien EE.UU. y la Unión Europea (y España como mayor exponente) realizan más inversione­s que China en Latinoamér­ica, la particular obediencia que las empresas chinas deben prestar a su Gobierno hace que muchas veces estas se vean con desconfian­za. Los fondos procedente­s de China se destinaban inicialmen­te a infraestru­cturas públicas, pero la madurez de la presencia china en los distintos países ha supuesto un progresivo desplazami­ento de la financiaci­ón hacia otros sectores: ha habido fuertes inversione­s en minería y, más recienteme­nte, en servicios de distribuci­ón de electricid­ad, gas y agua. Infraestru­cturas y producción energética han ido de la mano en la construcci­ón de embalses. En Brasil, compañías chinas poseen total o parcialmen­te 17 presas; en Perú, 4; en Colombia, 2, y en Bolivia gestionan una. Esas instalacio­nes se dedican en su mayoría a la producción hidroeléct­rica. En cuanto a la minería, el capital chino tiene concesione­s para la extracción de cobre y hierro en Perú; de oro en Argentina, y de niobio, fosfato y hierro en Brasil. En Bolivia, los chinos extraen oro es Xi y Lula pasan revista a la guardia en el Palacio del Pueblo, en Pekín, el pasado mes de abril
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