ABC (Nacional)

EL INMINENTE COLAPSO DE UN PUEBLO SUIZO EXPULSA A SUS 150 HABITANTES

A partir de esta tarde, en la pequeña localidad de Brienz, a 25 km de Davos, no puede quedar nadie. Un desplazami­ento progresivo de la ladera de la montaña, que los residentes llaman «cascanuece­s» por el sonido que produce, está a punto de sepultarlo todo

- Por ROSALÍA SÁNCHEZ

Los habitantes de la idílica localidad de Brienz, en el cantón suizo de Graubünden, a sólo 25 kilómetros de Davos, están acostumbra­dos al sonido seco de las piedras cayendo desde la montaña y estrellánd­ose contra el lecho rocoso, a medida que descienden violentame­nte hacia el pueblo. Lo llaman el «cascanuece­s» y es debido a un desplazami­ento progresivo de la ladera de la montaña que ha tomado velocidad en los últimos meses y que ahora está a punto de sepultar el pueblo. Al menos eso es lo que prevén los geólogos, que llevan dos décadas observando y midiendo al milímetro su evolución y predicen que colapsará en las próximas dos semanas.

Por eso Daniel Albertin, el presidente del departamen­to de Albula, al que correspond­e administra­tivamente, ha ordenado la evacuación. A las seis de esta tarde no puede quedar ya nadie en el pueblo. «La situación no permite hacer otra cosa, hemos informado a toda la población y hay ayudas para establecer­se en otras casas en la región, hemos hecho lo posible pero están intranquil­os, claro, ya solo podemos evacuar», lamenta en conversaci­ón telefónica. Apenas hay 150 habitantes, por lo que no se trata de una evacuación compleja en ese sentido, pero los briencense­s son todos personas mayores a las que cuesta horrores salir de sus casas y abandonar a su suerte el pueblo en el que han vivido desde siempre.

María acudió el miércoles a la iglesia de San Calixto para encender allí una vela. «Al fin y al cabo, trabajó como esclavo en las minas, así que sabe de rocas», justifica el recurso al santo al que está consagrado el mismo templo en el que tomó su primera Comunión, recibió la Confirmaci­ón y se casó años más tarde. Su marido la espera a la puerta de la iglesia y desciende con ella la rampa de salida mientras mira de reojo la ladera de la montaña, cuyo lento desprendim­iento puede observarse a ojo y solo imaginar las escenas que describen los expertos impulsa a salir corriendo.

«Dos millones de metros cúbicos de roca caerán a gran velocidad, entre 100 y 200 kilómetros por hora, de manera que en menos de 30 segundos habrán caído sobre el pueblo», explica el geólogo Stefan Schneider, al frente del equipo de mediciones, «será muy violento y no hay nada que podamos hacer para proteger el pueblo de eso».

Siglos en movimiento

«Aquí no tiene nada que ver el calentamie­nto climático», resuelve antes de que le formulen la pregunta el divulgador Dirk Stefens, que ha estudiado el fenómeno para la revista GEO, «lo que tenemos es un fenómeno que se puede observar desde la última Edad de Hielo, esta montaña se está moviendo desde que la Humanidad es capaz de recordar».

La ladera lleva siglos en movimiento. El pueblo mismo se ha estado des

lizando hacia el valle a un ritmo de alrededor de un metro por año durante los últimos 20, hasta descansar actualment­e a una altura de 1.100 metros sobre el nivel del mar, pero el módulo rocoso al que denominan la «isla», por encima del pueblo, se ha estado deslizando más rápido, a unos 25 metros por año. Por eso está ahora a punto de alcanzarlo. Tanto habitantes como científico­s advierten que en los últimos meses el proceso se ha hecho más evidente y el ritmo de desprendim­ientos se ha acelerado de forma considerab­le.

La comunidad de Albula declaró la semana pasada la «fase amarilla» y el pasado miércoles fue activada la «fase naranja», cuyo protocolo incluye evacuación. Ya no se puede pernoctar en el pueblo pero sí acudir a las casas durante el día y con el consentimi­ento de las autoridade­s de protección civil, que va actualizan­do sus recomendac­iones con frecuencia prácticame­nte horaria. Cuando sea activada la «fase roja», ya no podrán volver a casa hasta nueva orden. Y todavía quedará la «fase azul», que será activada cuando los geólogos crean que el derrumbe de la montaña es inminente, cuestión de horas, y que implicará el cierre de las carreteras alrededor de la localidad e incluso la evacuación temporal de varias casas en distritos vecinos. Suiza entera permanecer­á pendiente de si las rocas hacen desaparece­r el pueblo o respetan la estampa alpina.

Miles de visitantes

La zona es un tradiciona­l destino de vacaciones para familias y senderista­s. Casas de madera y modernos apartament­os acogen a miles de visitantes cada año, tanto en invierno como en verano. Recienteme­nte llegan muchos viajeros coreanos buscando las ubicacione­s en las que fueron grabadas partes de la serie de Netflix ‘Crash Landing on You’. «Pero eso es el el otro Brienz, en Interlaken», aclara, divertida, una empleada del restaurant­e Rezgia Viglia, que además de por su casa, teme por su empleo. Comenta que es frecuente ver en la región mujeres con velo, miembros de pudientes familias de Qatar. Suiza es bastante cara para turistas europeos y se adapta a estos otros clientes, sirviendo por ejemplo hamburgues­as halal en sus restaurant­es de montaña. La zona vive del turismo y el sector primario. En la asamblea informativ­a celebrada el martes se aclaró que, además de ayudas para la mudanza de los habitantes de Brienz, se estaba buscando a toda prisa apoyo para trasladar y reubicar el ganado de las dos grandes explotacio­nes del pueblo, que también debe ser evacuado.

Entre los vecinos, hay reacciones a la ubicación para todos los gustos. «¿Por qué debería preocuparm­e? Cuando todas las piedras hayan caído, volveré al pueblo y luego veremos qué sigue», dice Renato Liesch a la televisión SRF, «hay cientos de otros lugares hermosos en el mundo». Pero no todos los residentes lo llevan con tanta calma. Ruth Taruser, de avanzada edad, se siente agobiada: «No sé a dónde ir». La comunidad la está ayudando a encontrar vivienda.

«Somos consciente­s de que la decisión está asociada con muchas emociones, pero de ninguna manera la hemos tomado a la ligera», explica el alcalde Albertin, «tenemos que hacer caso a lo que nos dicen los expertos y dicen que es inevitable». Los expertos a los que se refiere, el servicio de alerta temprana que dirige Schneider, creen que lo más probable es un desplome rápido.

500.000 metros cúbicos

Es menos probable un deslizamie­nto lento pero prolongado de la masa rocosa, como un flujo de escombros, que dañaría la aldea pero permitiría recuperarl­a. La variante más improbable, pero posible, es un deslizamie­nto de tierra, unos 500.000 metros cúbicos en el mejor de los escenarios.

Para los habitantes de Brienz, que han estado viviendo con el riesgo de deslizamie­ntos de tierra desde que recuerdan, la evacuación marca el comienzo de una nueva etapa en sus vidas. Se están mudando a alquileres de vacaciones o alojamient­os privados, todavía de forma provisiona­l, pero muchos aprovechan para establecer­se ya de forma definitiva en otra localidad de la región geológicam­ente menos problemáti­ca.

La comunidad ha establecid­o una línea telefónica para apoyar a los aldeanos y les proporcion­a guardamueb­les fuera de peligro durante el tiempo que sea necesario. El cantón de Graubünden ha liberado un presupuest­o de 700.000 francos suizos, unos 720.000 euros, para ayudas de emergencia y para la cobertura de los costes de la evacuación. Además se ha abierto una cuenta bancaria a la que están llegando donaciones desde otros puntos de Suiza.

«Hemos previsto cómo subsanar los posibles escenarios en numerosos frentes, desde el funcionami­ento del correo postal hasta el posible restableci­miento del suministro de agua y electricid­ad a las viviendas», dice Peter Peyer, presidente de distrito del cantón. Afirma que se hará todo lo posible para garantizar que «la vida vuelva a Brienz, que puedan regresar a sus casas y quedarse allí», pero nadie sabe exactament­e cuándo será eso.

Según el municipio, la población debe estar preparada para que la evacuación se prolongue durante varias semanas o incluso meses. Brienz se ha ido vaciando a cuentagota­s en los últimos días, aunque algunos se resisten. «Tengo todo preparado, pero no me iré hasta el último momento», dice una anciana. «Sabíamos desde hace mucho tiempo que el desalojo llegaría, tarde o temprano», añade su hijo, que espera para llevársela a su propia casa en Göschenen, «pero aun así es difícil... no sé qué sentirán cuando miren por el espejo retrovisor y piensen que pueden estar viendo su pueblo por última vez».

Un desplome rápido

LOS EXPERTOS CREEN QUE LO MÁS PROBABLE ES QUE HAYA UN DESPLOME RÁPIDO, AUNQUE TAMBIÉN VEN POSIBLE UN DESLIZAMIE­NTO PROLONGADO

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Fuente: SRF News Infografía: CG. SIMÓN / ABC
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// EFE EL FUTURO DEL PUEBLO Y SUS HABITANTES Arriba, vista de Brienz a pocas horas de su desalojo; a la izquierda, una reunión sobre el futuro de sus habitantes

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