Indispensables para el alzhéimer, el sida o el Covid
«Los primates no humanos solo se usan en investigación cuando no existe otra alternativa. La legislación es muy restrictiva», afirma Juan Rodríguez Cuesta, presidente de la Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio (SECAL). Entre el 60 y el 65% de los ejemplares se utilizan para fines normativos impuestos por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), como ha ocurrido en el caso de las vacunas Covid. Un 20 o 25% se requieren para el estudio de trastornos infecciosos (tuberculosis, sida), del sistema nervioso central, enfermedades neurodegenerativas (párkinson, alzhéimer) y envejecimiento; y del sistema cardiovascular. De un porcentaje más reducido se obtienen componentes biológicos, como sangre o células para pruebas de laboratorio.
Aunque para algunos sea «emocionalmente difícil, debemos saber que los tres o cuatro pinchazos que tenemos en el brazo contra el Covid-19 fueron probados unos meses antes en un primate», dice Rodríguez. «A día de hoy es muy difícil reemplazar a los primates en investigación biomédica, lo que no quiere decir que no se hagan esfuerzos para que ocurra», subraya. La principal estrategia es el uso de «modelos animales menos sensibles, como ratones modificados genéticamente; o el uso de pacientes humanos voluntarios, como ocurre en determinadas pruebas de resonancias magnéticas».
Otras alternativas son implementar programas informáticos o cultivos celulares, lo que requeriría «un plan estratégico a nivel mundial. De lo contrario, no podemos prescindir de los primates. En Europa la demanda es alta y no hay oferta para satisfacerla».