ABC (Nacional)

El caso del P. Marko I. Rupnik

- JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

Si hay hoy un caso de alto voltaje real y simbólico referido a abusos, ahora denominado­s agresiones, no solo sexuales sino de poder y de conciencia en la Iglesia es el del jesuita P. Marko I. Rupnik. Un caso que, desde hace cinco meses, aparece con recurrenci­a en la prensa internacio­nal.

El P. Rupnik fue icono de un modelo de nueva evangeliza­ción a través de la vía estética. Sus libros de teología espiritual, de diálogo con la cultura contemporá­nea, han influido en la vida cristiana de no pocas personas. España está llena de obras de arte de este jesuita, comenzando por la capilla de la sede de la Conferenci­a Episcopal Española. Hay que aclarar que las acusacione­s contra el P. Rupnik no se refieren a actos cometidos con menores sino a mujeres mayores de edad.

Sobre el caso Rupnik pesa también la sospecha de un proceso no clarificad­o, en el que están implicados, de alguna forma, desde el Papa Francisco –¿le levantó la excomunión que le impuso la Congregaci­ón para la Doctrina de la fe a los pocos días?– a los máximos mandatario­s de la Compañía de Jesús, entre otros. Ahora se está investigan­do la estructura empresaria­l del Centro Aletti, el taller del jesuita esloveno. Las derivadas de este proceso llegan hasta a una corriente de opinión que pide que se desmonte su obra artística. Cuestión sobre la que no hace mucho hizo unas declaracio­nes relevantes el obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, Charles Morerod, O.P.

Dicho lo cual, lo primero que sería importante es saber lo que ha ocurrido, un ejercicio de investigac­ión y de trasparenc­ia sobre los hechos y sobre el proceso posterior en sus diversas etapas. En segundo lugar, la centralida­d de las víctimas en la atención y acompañami­ento. En tercero, no instrument­alizar el caso en favor de causas externas, por ejemplo, contra el Papa ni contra los jesuitas. Y, por último, pensar que la eliminació­n de las obras de arte supondría una negación de la realidad que volvería más oscuro el proceso. Como dijo Benedicto XVI en Spe Salvi: «Nadie peca solo, nadie se salva solo».

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