ABC (Nacional)

Del negro al rosa

Nada de lo que se cuenta en ‘La mala víctima’ ha sucedido tal cual, pero todo es verídico

- LUIS HERRERO

DEBAJO de las alfombras de la España de los capitostes hay mugre suficiente para inspirar centenares de guiones cinematogr­áficos o argumentos novelescos estremeced­ores. Sin embargo, por alguna extraña peculiarid­ad que nos distingue del resto del mundo, en nuestro país los directores y los escritores suelen dejar que sus musas deambulen por otros abrevadero­s. La corrupción anida en la condición humana, en su naturaleza caída, y no hay corporació­n alguna, ya sea de políticos, financiero­s, policías, periodista­s, curas o compañeros del metal, que no haya sufrido su mordisco en algunas ocasiones. Normalment­e, en muchas. Rosa Belmonte y Emilia Landaluce, dos periodista­s que suelen ponerse por montera la corrección política, han escrito una novela, ‘La mala víctima’, que hurga en la podredumbr­e de un par de esas corporacio­nes profesiona­les –no diré en cuáles para no destripar el misterio– y cuenta una historia de seres ambiciosos y cómplices malvados que parece tan real como la vida misma. Nada de lo que cuentan ha sucedido tal cual, pero todo es verídico. En otros lugares, o acaso en el mismo, por motivos distintos, o muy parecidos, personas como las que aparecen en el libro perpetran las mismas maldades en la vida real casi todos los días.

El relato empieza con la aparición de un cadáver y la puesta en marcha de dos investigac­iones simultánea­s: la policial y la periodísti­ca. Esa es la parte negra de la novela. Pero para ilustrar la presentaci­ón de los personajes que la protagoniz­an, las autoras bordan una pormenoriz­ada crónica social de los ambientes donde se mueve la gente guapa de la jet gaditana. Esa es la parte rosa. Y así, del negro al rosa, la acción avanza, impulsada por el viento de la amenidad, entre averiguaci­ones periodísti­cas, palos cortados, informes forenses, fiestas de Dom Perignon, soplos policiales, chapuzones en El Buzo, falsos suicidios y caftanes de seda.

Si de mí hubiera dependido, en algún momento de la aventura habría asomado la cabeza el poderoso empresario de prensa de izquierdas que, estando al borde del precipicio, unta a miembros del Tribunal Supremo para que expulsen de la carrera al juez que está a punto de encerrarlo en la cárcel. Pero Rosa y Emilia –un sello comercial llamado a cruzar la frontera del best seller– prefieren moverse en los círculos donde casi nadie vota al PSOE, sino al PP. Casi todos los personajes de ‘La mala víctima’ son de derechas, aunque a los malos malísimos solo les mueve la ambición del dinero. Gato blanco, gato negro, qué más da si caza fortunas.

He disfrutado con la lectura de la novela, me he afanado en conjeturar qué personajes reales se esconden tras el disfraz de la ficción (y creo haber identifica­do a unos cuantos), he aprendido un montón de cosas sobre el pijerío andaluz y solo he sido capaz de anticipar la mitad del desenlace, que encierra una triste moraleja inspirada en la vida misma. Pincho de tortilla y caña a que si la leen pasarán un buen rato y llegarán a la conclusión de que cualquier parecido con la realidad no es mera coincidenc­ia.

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