Sin cuotas
El liderazgo de los sindicatos europeos permanecía hasta ahora ajeno a los criterios de igualdad. Sólo cuando la CGT francesa decidió nombrar secretaria general a Sophie Binet, la primera mujer al mando desde su fundación en 1895 y en medio de las agresivas protestas, cayeron en la cuenta los sindicatos alemanes y se dispusieron a poner remedio cuanto antes para no quedarse atrás. Así es como, por primera vez en su historia, el todopoderoso IG Metall, el sindicato más grande de Alemania, estará liderado por una mujer a partir de octubre: Christiane Benner.
Ésta, sin embargo, no es una mujer-cuota paracaidista. Su aterrizaje en la cúspide sindical alemana se produce por un estricto movimiento en el que corre el escalafón. Era la discreta número dos del sindicato, la que manejaba a la perfección todos sus hilos desde el segundo plano, y su nombramiento es parte de «una reestructuración consecuente de IG Metall en la dirección de un poder organizativo participativo y con capacidad de conflicto en los 150 distritos». En 2015, cuando accedió a la vicepresidencia, los titulares dijeron: «Mujer en la cima de IG Metall por primera vez», pero no era «la cima», aunque suponía todo un paso en la historia del sindicato, de 133 años de edad y que sigue a día de hoy siendo fundamentalmente masculino.
IG Metall cuenta con 2,3 millones de afiliados, de los que solo el 20 por ciento son mujeres. Tiene una presencia decisiva en sectores estratégicos para la economía alemana. Su directiva participa de forma muy activa en los comités de empresa, según la cultura empresarial alemana, lo que confiere a esta socióloga de 55 años un papel clave en influyentes tomas de decisiones. Y en sus primeras entrevistas está dando a entender que llega dispuesta a aportar tanta testosterona como el que más. «Vamos a pisarles los pies a los semáforos», ha dicho a ‘Süddeutsche Zeitung’, en referencia a los partidos socialdemócrata, verde y liberal que forman la coalición de Olaf Scholz.
Pasando de la forma al contenido, Benner se muestra decidida a exigir a las empresas mayor compromiso en la formación de los empleados, para que puedan seguir activos en la revolución que plantea la inteligencia artificial, y apunta como prioridad la lucha contra la escasez de trabajadores cualificados en Alemania. Además, presionará al Gobierno: «Cuando se trata de establecer una fábrica de chips o la producción de celdas de batería, por ejemplo, se necesitan incentivos financieros estatales».
En un contexto de crisis, como la que afronta la transformación del sector del automóvil, se atiene al principio de complicidad entre empresas y sindicatos que tan buenos resultados ha dado a lo largo de la historia económica alemana: «Continental, por ejemplo, está trasladando gradualmente producción de sistemas de frenado de Rheinböllen, en Renania-Palatinado, a Europa del Este. IG Metall y los comités de empresa han establecido una instalación de producción para sistemas de transporte sin conductor allí. Los empleados están cualificados para eso, aunque no es fácil: la gente trabaja en la producción y al mismo tiempo prolonga su jornada para someterse a formación adicional, pero según mi experiencia los trabajadores salen más fuertes de ese esfuerzo». «Boxeo y baile», denomina esa relación con los empleadores, e insiste en que no desea destacar su condición de mujer: «Soy mujer, claro, pero lo que hago es, sencillamente, mi trabajo». *
«Soy mujer, claro, pero lo que hago es, sencillamente, mi trabajo»