El jubilado barojiano
Somos los peleles desmochados que se hunden sin prisa pero sin pausa en las aguas movedizas
ENHORABUENA. Lo hemos logrado. Tras lustros de meticuloso y perverso entrenamiento, por fin hemos embarrancado en la playa de la estulticia rotunda. No ha sido fácil, pero a base de perseverar hemos conquistado una cumbre de insensatez total y será difícil superar este éxito. Veamos… Un inquieto jubilado italiano repara un bache en su pueblo, es decir que, desde un arrebato personal, consigue un beneficio para los vecinos. Pero, lejos de felicitarle, se le castiga con un multazo de 800 pavos y se le obliga a rehacer el agujero. Somos los mejores.
Esta Europa nuestra, eterno blablablá de funcionarios biempagados por lo legal y acaso lubricados por el chocolate de los ‘lobbies, yace ahogada por la reglas, las normas, las leyes, las disposiciones, las directrices. Estamos rodeados. El aplastante fárrago burocrático dispara su munición de óxido y plomo desde los municipios, las autonomías, los gobiernos centrales y Bruselas. Somos los peleles desmochados que se hunden sin prisa pero sin pausa en las aguas movedizas. En esta vieja Europa nuestra, dama anquilosada de lentorro caminar, te machacan si osas emprender algo, si tu cabeza piensa por su cuenta, si tu espíritu decide arreglar un pequeño desaguisado. Este señor prescindió de la palabrería y se metamorfoseó en un hombre de acción como un héroe barojiano, como un transalpino Avinareta retirado, y eso, hoy, resulta actividad harto punible. Lo de ese jubilado es un símbolo que revela la congestión europea, la enfermedad europea cuyo virus letal son las trabas que nos sepultan en la miserable mediocridad. Hastiado ante el bache agarró el instrumental de cirugía macho y con sus manos preparó el mejunje cicatrizante. Grave pecado el suyo. Este jubilado no era de los que observan las obras desde la barrera para mascullarle al de la excavadora lo de «endereza, endereza». No. El tipo, en vez de gimotear, de quejarse, dio un paso al frente sin exigirle nada a papá Estado. Por eso le penalizan cuando en realidad merecería el próximo premio Carlomagno.