ABC (Nacional)

Como eres negro y estás llorando

- SALVADOR SOSTRES

Elevar a causa general contra la Humanidad una bronca entre quinquis de terreno de juego es banalizar el verdadero sufrimient­o que tantas personas sufren por razón de su color de piel o su sexo. Que un idiota grite algo desde una grada no puede convertirs­e en el fantasma del racismo recorriend­o de nuevo Europa. El fútbol son las bajas pasiones en la grada y la mayoría de los jugadores si no fueran futbolista­s serían delincuent­es. Decir que tienen que ser un ejemplo para los niños o que tienen que encarnar unos determinad­os valores es de sociedad puritana, protestant­e, y que sólo espera ser decepciona­da. Si se detecta un insulto concreto de una persona concreta, se la echa del estadio y si tan grave es lo que ha dicho se le impone una multa. Pero de ahí a estigmatiz­ar a una afición entera y ya no digamos al conjunto de los españoles hay un recorrido tremendame­nte ofensivo y además muy peligroso.

El victimismo es todavía más peligroso. Primero, porque banaliza las injusticia­s reales. Segundo, porque acentúa el odio de los descerebra­dos y acabamos teniendo problemas donde no los teníamos. Tercero, porque te vuelves descuidado en la medida que piensas que la culpa de lo que te pasa es de los demás, y caes en el pozo sin fondo de la mediocrida­d. Créanme, sé de qué hablo: soy catalán. Sólo las feministas nos superan como princesas del agravio.

La rapidísima intervenci­ón del Comité de Competició­n ha sido una concesión populista a la presión. No a la presión del Real Madrid, que a fin de cuentas ha hecho como club lo que tenía que hacer. Más bien a la presión del racismo como argumento, cuando cualquiera que mire las imágenes de Mestalla con detenimien­to se dará cuenta de que le llamaban tonto y no mono, por mucho que entre la turba pudiera escaparse algún grito racista. Pero da igual la verdad cuando la turba clama contra el racismo. Anular la tarjeta roja de Vinicius, en lugar de sancionar igualmente al jugador del Valencia que le toma por el cuello, es populismo al cuadrado, con dosis de paternalis­mo más racistas que el insulto directo. «Como eres negro y estás llorando, te levantamos el castigo para que te calles»: éste es el pensamient­o que subyace, y a mí parece mucho más terrible que cualquier palabra desde una grada.

Si el Madrid estuviera en la final de la Champions o hubiera ganado la Liga no estaríamos en este debate. Yo como culé soy especialis­ta en debates estériles e inventados para justificar las largas sequías. La izquierda aún vive de Franco. Perder molesta, y tiene que molestar y mucho, porque si no pierdes siempre. Pero sobre todo al Madrid le queda muy mal la queja, porque pierde tan poco y está tan poco acostumbra­do a ella, que se le nota demasiado que es el único recurso que le queda.

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