Faltan negros
No sólo hay que ir a ver a los negros en la Champions sino compartir con los negros código postal
Lo que pasa es que nos faltan negros. No hablo necesariamente del deporte, sino en general, aquí en España. Hay déficit de negros en la política, en la escritura, en la moda, en la música, incluso, que es el confort de los negros, desde siempre, desde Londres a La Habana. Hago rápida esa órbita, para que se vea que en todo nos vienen faltando negros, aunque el fútbol ya va siendo una próspera alineación de negros, como nos ha recordado en este periódico Ignacio Camacho, aupando el ejemplo principal del Real Madrid. El negro ha sido «raza de los acusados», por decirlo con Jean Cocteau, que dio la acuñación a propósito de otras gentes. Ha sido, y aún es. Ahí tenemos el caso de Vinicius, al que le han venido montando a menudo una liga paralela, desde la grada cruel, palabrona y delincuencial, porque en la grada a menudo intuyen que Vinicius es de la raza de los acusados, aunque en esas gradas no hayan leído nunca a Cocteau, ni a nadie. Lo de Vinicius, que ha estallado la otra tarde, nos recuerda no sólo que hay aún un racismo sentado detrás de alguna portería de sábado sino que negros tenemos pocos, aún, porque lo que sepulta definitivamente el racismo es sostener la misma fraternidad vecinal con un tipo que se parece a Camavinga que con un tipo que se parece a Haaland. No sólo hay que ir a ver a los negros en la Champions sino compartir con los negros código postal. Yo creo que España no es racista, hoy, pero alguna hebra racista va encendida por ahí, todavía, y según qué hora. El remedio de la curación de las ascuas del racismo no es un mitin, o la Policía, sino la convivencia natural con los negros, que son unos suecos al revés, más el ‘swing’ del blues, y un prestigio sexual. Lorca vio enseguida que los negros «lloraban confundidos entre paraguas», y eso hoy ocurre aún, aunque no se escriban odas al rey de Harlem, como Federico, sino cartas de protesta a la Fiscalía. Nos falta educación y nos sobran cavernícolas. Nos faltan negros.