El caso Nicolas Cage, del sueño a la pesadilla
‘DUNE: PARTE DOS’ ★★★☆☆ Dirección: Denis Villeneuve. Intérpretes: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Austin Butler, Florence Pugh, Javier Bardem.
Como todo el mundo sabe, la novela de Frank Herbert sobre el planeta Dune (Arrakis en el interior de la película) no es de las que se puedan abrir por cualquier página y meterse en ella, pero esa enorme complejidad la ha suavizado el director Denis Villeneuve en su adaptación cinematográfica. Una especie de bálsamo narrativo hacía ‘ legible’ y disfrutable su primera película, y a esta ‘Parte Dos’ se entra de modo fluido y sin mayores explicaciones: están enfocados sus protagonistas, en especial Paul Atreides (Timothée Chalamet) y sus nuevos compañeros de lucha, los Fremen, esa tribu del desierto que cabalga como ‘cowboys’ sobre el lomo de gusanos gigantescos, y se empieza a enfocar la naturaleza de Paul Atreides como una especie de Mesías para la supervivencia del planeta.
Todo el primer tercio es un fantástico espectáculo cinematográfico en el que la aventura, la épica y el roman
Su estructura es completamente documental y aparece ella organizando junto a unos actores que dramatizan los hechos ocurridos; y se da la circunstancia de que la joven que interpreta a Martha, Michelle Manenti, también fue violada en parecidas circunstancias.
Se rueda (en 16mm) la escenificación del ambiente del colegio, la noche de autos (en un coche y en un apartamento) y se rueda el propio rodaje, los preparativos, ensayos y conversaciones sobre los detalles de la agresión sexual y cómo la sintieron unos y otros.
Ha transcurrido medio siglo desce le procuran a la historia un ritmo y una visualidad excelentes, y transcurre en esos espacios grandiosos y desérticos, con una gran ambientación sorprendente, además de una presencia mucho más activa e interesante de los personajes que interpretan Zendaya y Javier Bardem. Del mismo modo, tiene un último tercio grandioso y lleno de lucha épica y sentido cinematográfico. Pero es una película de casi tres horas, y se permite (o no puede evitar) alguna abolladura narrativa en su tercio central.
Esa zona central del argumento, más narrada y filmada en el ‘interior’, donde se resuelven intrigas palaciegas, venganzas reales, confabulaciones y maniobras de poder, todo ese mundo de oscuridad, profecías, reverendas madres, nasciturus que tomarán el cetro…, todo ese proceso argumental, en realidad crucial para el sentido de la historia, por momentos se hace ‘bola’, a pesar de que entra en juego un personaje potente, el sobrino y heredero del Barón Harkonnen, que interpreta Austin Butler, y cuyo carácter brutal y sanguinario le pone una punta de cayena a las partes más engorrosas, por no llamarlas ‘aburridas’.
También se hace aún más visible (lo era ya en la primera parte) esa esde que se hizo esta película, pero su contenido es material que no caduca, y no tanto por la agresión sexual y sus circunstancias, como por la cantidad de reflexiones que los propios actores le confiesan a la pantalla sobre los sentimientos del agredido, también los del agresor, la aceptación, la culpa, las motivaciones, el descrédito social…, todo ello en el contexto de jóvenes y escolares; en cierto modo, la película desmenuza eso que hoy se conoce como ‘cultura de la violación’, una especie de argamasa social que banaliza y normaliza o ‘entiende’ este tipo de comportamientos. tética visual e ideológica de índole islámica, excesivamente subrayada ahora con el nuevo profeta y la llamada Guerra Santa, una especie de ‘yihad’ planetaria, que ya estaba, por cierto, en el original de Herbert. La cámara y la simpatía de la película se coloca al lado de esos guerreros contra el imperio, contra la colonización y contra la destrucción de la cultura y los recursos. Y hay que saltar por la contradicción profunda que esto implica: cómo aceptar esa línea blanca sobre la Guerra Santa tan islámica, cuando es fácil advertir sus propósitos como profundamente colonizadores y destructores de otras culturas y recursos.
Y en esta segunda parte ya se advierte aún más acusada su afinidad con ‘La Guerra de las Galaxias’, con sus cruces de estirpes, retorcidos parentescos, ‘poderes’ secretos, ‘elegidos’ y ambiciones siderales. No es difícil contactar con todo ello y con su aspiración de saga, y más aún con el despliegue del fascinante trabajo de diseño artístico y visual, por sus personajes coloreados de épica o de villanía y con sus excelentes y reconocibles actores. Tampoco es difícil ponerse de perfil ante todo este festín de moralidades e ingenio cinematográfico y dejar que pase sin que te roce.
‘Not a Pretty Picture’ hace inteligible el drama interior de personajes, actores y directora, tiene un formato ingenioso para narrarse aunque no todas las elecciones que toma su directora, las cinematográficas, sean válidas; también se aprecia que la ficción organizada alrededor de las compañeras de colegio adolece de profesionalidad actoral, pero es tan potente y angustioso el contenido, y tan didáctico, tan instructivo, tan sugerente de cómo se percibe y se vive un acto de agresión sexual disfrazado, encubierto, que desde luego no es una imagen bonita de ver, pero que hay que ver. ‘DREAM SCENARIO’ ★★★☆☆ Dirección: Kristoffer Borgli. Intérpretes: Nicolas Cage, Julianne Nicholson, Michael Cera.
El director Kristoffer Borgli estrenó hace un par de años una rareza titulada ‘Sick of myself’ que tenía voluntad de comedia negra y dos personajes entre insanos y estúpidos. El artilugio argumental era ingenioso, casi tanto como este que ahora es el motor de su nueva película, también con un personaje tirando a bobo, pero más afable y digno de compasión. La noticia es que a este personaje, que combina lo dramático y lo humorístico, lo interpreta Nicolas Cage, aquel actor que fue excelente, que luego fue un auténtico horror y que, ahora, por algunos de sus últimos títulos, vuelve a buscar la excelencia en su actividad profesional. Naturalmente, él es lo mejor de esta película de Borgli.
Se cuenta la desventura de Paul Matthews, padre de familia, profesor, persona sin atractivos visibles e invisibles (un paréntesis para describir el aspecto de Nicolas Cage en la pantalla, muy calvo, regordete y algo pánfilo), y que de repente y sin explicación lógica empieza a aparecer en los sueños de los demás; sus hijos, sus alumnos, vecinos y hasta de personas que no lo conocen. Una manera absurda de hacerse popular (aunque no más que otras tan en boga) que le cambia la vida y la relación con sus semejantes, puesto que los sueños son ingobernables y su interpretación peligrosa.
Kristoffer Borgli ameniza su narración con el intercalado de realidad y sueños, permitiéndonos ver al personaje en su sosa vida real y en la caprichosa cabeza de sus semejantes. Aunque lo interesante de la película son las reflexiones sobre todos esos asuntos tan epidérmicos que sacuden nuestra sociedad, como la gloria banal, el ruido de redes, la ‘cultura’ de masas, las acusaciones sin fundamento o la erótica de la fama. Resulta, en realidad, más negra que comedia, aunque tiene algún momento de humor patético, y es Nicolas Cage quien gobierna los sentimientos hacia su personaje con una interpretación matizada y con una entrega muy personal hacia alguien, este cuitado Paul Matthews, que, en cierto modo, responde a algunas cuestiones que habrá debido resolver Nicolas Cage sobre sí mismo, un actor de ensueño y un actor de pesadilla.