La Vera Cruz y su devoción al santo madero
La orden franciscana ha sido la que en mayor número ha enviado al Nuevo Mundo a sus frailes para propagar la Fe y evangelizar a los nativos. Ellos, principales impulsores de la devoción a la Vera Cruz de Cristo, llevaron allí donde estuvieren, el nombre de la Cruz y su adoración.
Partían del Convento Casa Grande de San Francisco de Sevilla, donde incluso existían unas dependencias llamadas hospederías, para los franciscanos que venían de todas las partes de España y aguardaban en Sevilla hasta la hora de su partida hacia América.
En el Convento de San Francisco de Sevilla, en 1448 se erigió la Muy Antigua Hermandad de la Santa Vera Cruz y Sangre de Cristo, cuyos principales devotos eran los franciscanos de este convento.
En el capítulo quinto de las reglas aprobadas en 1537, queda especificado como han de hacerse los cultos a la Vera Cruz, en el cual consta “que el día antes y el siguiente, debía de haber misa cantada y sermón con toda solemnidad que se pudiere. A dichos cultos tenían que acudir todos sus cofrades con su cera verde y el que no asistiera que pague un real de multa”.
La capilla tenía que aderezarse lo mejor posible, puesto que era ésta del 3 de mayo, la Fiesta Principal de la Hermandad. En nuestros días, la Hermandad celebra los actos de la Cruz el 14 de septiembre y ha optado por hacer una Función en lugar del Triduo que se ha venido celebrando hasta 2012.
A partir del siglo XVI, que se tenga constancia, además del sermón principal y la misa solemne de la Fiesta, tenía lugar una procesión con la Cruz, por los dos claustros del convento. Para dicha procesión, se realizó un paso de plata con una Cruz del mismo metal, en la que se incrustaba un relicario realizado en 1610 por Alfaro en oro y plata, con todas las reliquias de la Santa Cruz que desde Roma fueron legadas a la Hermandad. El paso procesionaba llevado por costaleros o cargadores, según documento del archivo de la Vera Cruz.
En dicho cortejo, que duraba dos horas y que era contemplado también por fieles y devotos de la ciudad, figuraban los frailes del convento, encabezados por el padre guardián, seguido de las representaciones de todas las Hermandades que existían en el convento de San Francisco, los Caballeros