ABC - Pasión de Sevilla

Cuatro siglos navegando juntos

Llevan cuatro siglos navegando juntos. La del Cristo de las Tres Caídas y la Esperanza de Triana es la historia de un encuentro, de una fusión que cumple este año su cuarto centenario y que tuvo por testigo el río.

- Por José Antonio Rodríguez

El Cristo de las Tres Caídas y la Esperanza de Triana se fusionaron en el Hospital del Espíritu Santo en 1616.

Fue a la orilla del río, donde llegaban los barcos que traían a los marineros que venían de las Indias. De donde el arrabal tomaba el barro para su principal industria. Y donde la Esperanza de Triana tuvo una de sus primeras capillas. Fue en la calle Betis que antes todos conocían por “la orilla del río”. Allí había un convento, el del Espíritu Santo –en el actual solar del colegio Cristo Rey–, donde llegó en 1616 el Cristo de las Tres Caídas para fusionarse con la cofradía de la Esperanza.

El Señor venía de la Cava de los Gitanos, del Convento de las Mínimas. Allí se había fundando ocho años antes a instancias del clérigo y vecino del barrio Francisco de Lara. Cosa extraña ver una hermandad de hombres alojada en un convento femenino que, además, tenía un alto sentido de la austeridad y muy estrictas normas. Quizás por eso al poco tiempo se planeara una fusión.

Una fusión a la que no hay que buscarle romanticis­mos, aunque el tiempo ha querido que los tenga. Una fusión que se produjo por un mandato expreso del provisor del arzobispad­o. Para ello, la hermandad del Señor tuvo que dejar en las Mínimas a la Virgen de los Dolores –actual Virgen de la Salud–, dolorosa con la que venía haciendo estación de penitencia a Santa Ana.

Con todo ello, y tras la fusión, el Cristo de las Tres Caídas hizo su entrada en el Hospital del Espíritu Santo. Allí el Señor siempre tendría más aspiracion­es de ver aumentada su devoción que en el convento de clausura en el que estaba. Y es que, aunque hoy nos parezca bien ubicado, en pleno Pagés del Corro, en aquella época se le considerab­a encontrars­e “fuera de la vecindad de Triana”.

En su nuevo destino, el Cristo de las Tres Caídas compartió altar con la Esperanza hasta que en 1676 consiguió tener capilla propia, incluso, de mayor tamaño que la que acogía a la dolorosa.

A partir de ese momento, ambas imágenes comenzaron a navegar –y a peregrinar juntos– pues la historia de

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Ntra. Sra. de la Esperanza de Triana en besamano.
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