Fray Juan Dobado Fernández
Fray joven, enamoradoPerteneceque formanJuan culto, a Dobadode de ese los la trato grupo belleza escasoses muy de un artística.cordial elegidos hombre“curas y cofrades”.Santa y la espiritualidadLe apasiona quela la Semanarodea, estudiando pormenorizadamente los aspectos históricos y artísticos, hasta llegar a conseguir un brillante doctorado mediante el arte y la iconografía carmelita de los grandes cenobios. Este reportaje que están ustedes a punto de leer no es una entrevista al uso, sino una auténtica y deliciosa conversación, en la que fray Juan de Jesús Nazareno, abre el arca de los recuerdos y destapa el tarro de las esencias espirituales.
– ¿Cuál es su barrio de nacimiento?
– Nací en Jabalquinto (provincia de Jaén). En un pueblo muy pequeño, está en torno a los tres mil habitantes. Se divide en dos zonas, la que llamamos “el pueblo”, donde yo nací, que es el casco antiguo, de fundación medieval, donde se encuentra la parroquia y el castillo, y luego está “el barrio nuevo”, que se hace por mediación del padre D. José Marcilla, para que las personas que por entonces habitaban en cuevas pudieran tener una casa digna. ¡De mi casa a la parroquia hay solo una calle de distancia!
– ¿A qué centros docentes acudió?
– Estudio EGB en el colegio público Nuestro Padre Jesús (llamado Las Escuelas). Entro en bachillerato cuando ya estoy en la Orden, con trece años, en un instituto público de Granada llamado Almanjáyar. Segundo de BUP lo hago en Baeza, en el Instituto Santísima Trinidad, allí tuve unos profesores magníficos, tres de ellos académicos de Madrid. Tenía un buen nivel aquel
centro docente. Estudié COU haciendo el postulantado de la Orden, en Granada. La verdad es que no he tenido nunca problemas de adaptación, echo de menos las amistades, sobre todo ahora al cambiar de convento, pero ciertamente me ubico pronto.
– Háblenos de sus padres.
– Mis padres, Juan y Fernanda, son un matrimonio muy unido. Son muy trabajadores los dos. Siempre han estado y continúan estando muy pendientes de nosotros, sus hijos. Mi padre trabajaba como ferroviario, es un hombre cariñoso y que supo inculcarnos valores férreos para poder enfrentarnos a la vida. Se marchaba de casa todos los días a las seis de la mañana en su modesta moto hacia la estación Linares-Baeza. Volvía a casa cerca de las cinco de la tarde, recuerdo que él llegaba y nosotros estábamos haciendo las tareas del cole en casa, siendo unos trastos y dándonos coscorrones entre los hermanos… ¡mi madre con la zapatilla para poner un poco de orden en aquel jolgorio de niños! Agradezco enormemente a mi madre que nos haya dado una educación muy sobria, nada de cosas superfluas y exenta de tonterías. No nos faltaba nunca lo que necesitábamos, pero no admitían peticiones de caprichos y tonterías. Eso nos ha hecho que valoremos mucho las cosas. ¡Fíjate si es así, que aún conservo los tres o cuatro juguetes que tenía de pequeño, un avioncito, una pelota, un camión de bombonas de butano…! Los domingos íbamos mis padres y mis hermanos a misa ¡ocupábamos un banco entero! Hasta que comenzamos a ser monaguillos, entonces siempre en misa uno de nosotros estaba en el altar ayudando al párroco.
– Háblenos de su infancia.
– Desde pequeño me ha gustado siempre dibujar. En verano, me ponía en el patio de mi casa, tirado en el suelo con un cuaderno y un lápiz a dibujar…. me podía pasar horas así, dibujando
escenas de la biblia de la Enciclopedia Álvarez. Todas las revistas que caían en mis manos y tenían fotos de cuadros, los recortaba y lo guardaba con enorme esmero. ¡Recuerdo una revista de Renfe que trajo a casa mi padre, en la que venía una Dolorosa y un Ecce Homo de Murillo, enseguida los recorté y los guardé, antes de que mi madre viera la revista! Dibujaba también las cofradías de mi pueblo, el Nazareno y la Dolorosa, los he dibujado mucho. Siendo muy niños todos los hermanos hemos trabajado en la parroquia, para ayudar a lo que fuese menester. Echábamos una mano para montar los be- lenes, recoger los enseres de la Semana Santa, preparábamos los Oficios… ¡con siete años tenía mi librito de cómo preparaba los Oficios de Jueves y Viernes Santo! Éramos siete monaguillos, y nos íbamos turnando para encargarnos de las cosas. Todas las tardes tras hacer los deberes íbamos a la parroquia y ayudábamos a misa. ¡Todas las vecinas nos ayudaban mucho para tener a punto la parroquia, además sabíamos a casa de quién teníamos que ir para que nos dieran alguna herramienta, unas flores… no nos tenían que decir lo que se precisaba porque nosotros nos adelantábamos! Hemos tenido unos párrocos muy buenos. Llegó un cura joven a la parroquia, y fue el primero que montó un altar de cultos… imagínate. Colocó un dosel y velas, además le puso a la Virgen un pollero… hazte cargo lo que aquello supuso para nosotros. Ese sacerdote es el primero que trae un toque cofrade a mi pueblo, venía de Jaén y sabía muchísimo de liturgia. Nos poníamos a jugar al futbol en la misma plaza de la iglesia. Yo siempre estaba de portero porque no se me daba bien otro sitio…además me tiraba muy bien, así me he roto los brazo varias veces (risas) ¡He tenido una infancia muy feliz y muy bonita!
– ¿Por qué decide estudiar Historia del Arte en la Universidad?
– Con trece años, cuando llego a Granada, muestro desde el principio un tremendo interés por el arte. Como te he comentado, desde niño me ha gustado dibujar y mostrado gran interés por la pintura. Fíjate como serán las cosas, que los regalos que me hacen siempre son libros de arte. Me ordené como diácono y me examiné de grado el 10 de junio de 1994, me asigna destino en Córdoba y en octubre comencé en la facultad. Decido hacer la tesis doctoral sobre la iconografía del Carmelo, fundamentalmente porque es un ámbito en el que me muevo y me centro en el convento de San Cayetano de Córdoba, que me ha servido para analizar las grandes iconografías del Carmen. Así mismo voy estudiando la figura de San José, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Elías, la Pasión en el Carmelo y las Cofradías de la Orden.
– ¿Por qué decide entregar su vida a Dios?
– Desde pequeño me gustaba todo lo que rodeaba a la iglesia. Se me pasaban las horas en la iglesia volando. Me encantaba quedarme rezando ante el Sagrario. Gracias a un párroco que nos enseñó mucho de liturgia, rezaba Completas desde los nueve años. ¡Me sé los Himnos de Completas perfectamente! El Señor ya me iba buscando desde mi infancia. El párroco para que lo conociese, me llevó al seminario menor de Toledo, pero a mí no me gustó aquello, era muy grande y despersonalizado. Al pueblo llegó un sacerdote muy amigo de nuestro párroco que se acaba de ordenar como carmelita en Baeza y causa en mí un impacto muy fuerte, de tal manera que cuando a mi párroco, que está orientándome para acudir al seminario de Jaén, le hago ver que no me apetece ese destino, diciéndole definitivamente que me iba a ir con el fraile carmelita, porque quería ser y vivir como él. ¡Lo que es la vida, siendo yo prior del Santo Ángel y de San Cayetano, ese fraile del que hablo, el padre Emilio, ha estado en el convento conmigo! Así que con trece años decido iniciar el camino religioso.
– ¿Qué le sobra y que le falta a la Semana Santa?
– Le sobra, tal vez, un poquito de algarabía, hay como mucho jaleo exterior. Verás, a mí me encanta una buena marcha, me gusta una calle llena de personas… pero esas masas que se mueven por las calles, que ven lo mismo un paso, que van a la feria o a otro sitio para divertirse… esa masa sin formación, me preocupa. Le falta la formación y la espiritualidad que como fondo han tenido siempre las hermandades, eran verdaderos remansos espirituales también. La procesión en el barroco, era mínima, las parihuelas y las imágenes y poco más, la base era la espiritualidad… esa ausencia de espiritualidad habría que cuidarla
– ¿Qué opina de la intención de despojar a la Semana Santa de religiosidad potenciando solo el aspecto artístico?
–Es un poco lo que se lleva en la Europa laica. Es un error total. Es como si al entrar en la catedral vieses solo un edificio lleno de obras de arte, cuando es el templo Madre de la Diócesis. Es como si te quedases en el envoltorio y te has perdido el interior. A mí me da muchas veces miedo que la gente vea el magnífico paso, la marcha tan excelente y no recen al pasar la imagen. Que tú aplaudas solo y no reces, sería tomar un camino abocado a un abismo, donde triunfaría la estética y se aniquilaría la espiritualidad… sería el acabose de la Semana Santa. Este es el peligro de los estados europeos por no querer aceptar la religiosidad, todo se va a ver desde el punto de vista del arte, como un fenómeno de la belleza… pero nunca te van a decir: “es para rezar”. Y ese es el peligro de nuestra Europa.
– ¿En el rostro de qué imagen de Dolorosa, vería usted reflejada la cara de su madre?
– Mi madre es una persona de estar muy pendiente de todo pero sin hacer ruido y de manera sigilosa. Tiene una expresión que pronuncia mucho y que también lo hacía mi abuela: “¡Ay, Virgen del Car- men!” Hay varias imágenes de la Virgen dolorosa, que me transmiten mucho, pero a mi madre la veo siempre en la Virgen del Carmen de San Cayetano.