José Luis Asián Cano
Nacido en pleno centro histórico de Sevilla y tocado por la Gracia Divina que ha guiado su vida por el camino del arte, Pepe Asián pertenece a ese grupo de seres especiales, que con una visión innata, desarrolla con lápices y pinceles la plasticidad de la
– Háblenos de su familia. – Era un niño prácticamente cuando falleció mi padre. Con mi madre, afortunadamente, he convivido mucho, hasta su fallecimiento en 1990. Mi padre nació en Villanueva del Ariscal. Trabajaba como maestro de obra. Le recuerdo como un hombre muy elegante y educado. ¡Era un auténtico dandy! Mi madre era toda una señora, muy cariñosa y muy guapa. Nació en Lora del Río. Se desvivía por sus hijos y a mí me quería muchísimo. ¡Mi hermana mayor es idéntica a mi madre! Tengo tres hermanos, Carmela, Manolo y Antonia. – ¿Qué recuerda de los tiempos de la infancia en su barrio? – Mi barrio de infancia y juventud era el pleno centro de Sevilla, vivíamos en la Plaza de Zurbarán, en la planta baja de una casa de pisos. Podía salir frecuentemente con mis amigos a jugar y en Semana Santa, porque las cofradías pasaban muy cerquita de mi casa. Allí estuve hasta los dieciocho años, entonces me fui a vivir a la barriada de Santa Teresa, que es donde tengo mi casa. – ¿A qué centros docentes acudió para cursar sus estudios? – Primero estuve en lo que por entonces llamaban “la miga”, una especie de escuela infantil. De ahí pasé al colegio de los Escolapios, que estaba en la Plaza de Ponce de León, ahí estuve hasta los catorce años, no pude seguir estudiando. Recuerdo que mi Primera
Comunión la hice en la parroquia de San Andrés y aún no sabía leer, ¡me dieron un libro y yo decía que cómo iba a leer aquello si no sabía! Mi primer trabajo fue de niño de los recados en un taller de mecánica en el Porvenir, allí estuve varios años hasta que lo cerraron. A través de unos amigos de la Hermandad de la Macarena y que trabajaban en los Astilleros, tuve la oportunidad de conseguir la solicitud para hacer una petición de trabajo en la empresa. En junio del siguiente año recibí una carta indicándome que debía presentarme a una serie de exámenes para optar al puesto de trabajo. Me presenté y gracias a Dios aprobé los exámenes. Estuve trabajando como administrativo en Elcano, hasta que me jubilé. – ¿Cómo era la Semana Santa de su niñez y de su juventud? – Era totalmente distinta a la de hoy en día. Cuando era pequeño, me llevaba mi abuelo materno a ver las cofradías en Semana Santa, al Duque, nos sentábamos en unos bancos que había junto a los arriates de la plaza que eran muy baratos. Recuerdo que los cortejos de nazarenos era muy cortos, ¡fíjate si es así que San Benito metía la cofradía entera desde el Duque hasta los Sindicatos! Desde niño me han encantado los pasos de palio, especialmente el de la Macarena y el de la Soledad Servita. Los mejores momentos de una cofradía en la calle te cogen de improviso. Los inesperados son los mejores instantes, así recuerdo al Cristo de la Buena Muerte de la Hiniesta, por la calle Duque Cornejo, con la Guardia Civil tocando, algo inolvidable. O por ejemplo, ver por la calle Trajano al Cristo del Silencio en el Desprecio de Herodes de la Amargura, con la Policía Armada tocando… único. La Semana Santa se presenta ante ti, no hay que ir a buscarla. – Háblenos de su etapa como vestidor. – La primera vez que vestí a una imagen de la Virgen, fue a la del Patrocinio, la imagen que se quemó. El vestidor de la Virgen era Garduño, pero parece ser que aquel año vistieron a la Virgen para la salida la camarera y el hermano y eso no le agradó al vestidor. Cuando José Alfonso, el prioste, la bajó del palio para ver cómo la arreglaban le dije que podía vestirla.
Les gustó mucho cómo quedó la Señora y ese año salió vestida por mí. Seguí vistiendo a la Virgen del Patrocinio cerca de ocho años. Luego me pidieron que vistiera a la Virgen de los Dolores y de la Soledad, Madre de Dios de la Palma, la Hiniesta dolorosa, la Virgen de la Palma, la Virgen de la Oliva de Salteras… – ¿A cuántas Hermandades pertenece? – A las hermandades de la Macarena y de los Servitas. – ¿Cómo ha visto la evolución de la Hermandad de los Servitas? – Pues en resumen puedo decirte que es el Alfa y el Omega. ¡Lo que hemos trabajado para que la hermandad haya llegado al lugar que ahora ocupa! Desde nuestros inicios con aquel paso forrado de abebay hasta conseguir el patrimonio que actualmente posee la hermandad. – Y del padre D. Federico Pérez Estudillo, ¿qué podría decirnos? – Pues que fue una persona excepcional que quiso muchísimo a la Hermandad de los Servitas. Cuando falleció, era nuestro director espiritual, siempre presidía el paso de la Virgen de la Soledad. Y una cosa que pocos saben es que gracias a él, tenemos al Santísimo en nuestra Capilla, ya que lo curas de San Marcos no querían que lo tuviéramos. Y el Padre Federico se lo trajo un día desde su casa, metido en el pecho, hasta nuestra capilla, donde quedó en el Sagrario. – ¿Desde cuándo pinta y diseña? – Desde muy pequeño me encantaba dibujar. Nunca me enseñó nadie ni acudí a ninguna escuela para que me enseñaran. Soy autodidacta. Mi primer
encargo me lo hizo la Hermandad de los Servitas, fue el dibujo del diseño del estandarte. Recuerdo que lo diseñé estando de vacaciones en El Madroño. Cuando lo terminé, lo llevé al taller de bordado de las monjas de Santa Isabel. Madre Teresa vio el dibujo y preguntó quién lo había hecho, le dije que era yo y a partir de entonces, comenzó a encargarme trabajos de dibujo, concretamente lo primero fue una ampliación de un manto. Más tarde, Pasión encargó a las religiosas de Santa Isabel el pasado del manto de la Virgen de la Merced y madre Teresa me dijo que si le sacaba la plantilla del manto, ellas podían hacerlo y así lo hice. Recuerdo que fue muy difícil hacerlo. Para el taller de Santa Isabel también hice la plantilla del manto de la Virgen de la Candelaria. Recuerdo que estando con unos amigos míos de la Carretería, me dijeron que la hermandad quería hacer unos respiraderos nuevos y me preguntaron qué idea podía tener yo para ese diseño. Les dije que la Carretería, por su calidad artística, bien merecía un estudio del paso para hacer una creación nueva. Así que cogí una servilleta del bar donde estábamos y les hice unos apuntes del dibujo, les gustó y me pidieron que desarrollara el dibujo y así hice un diseño de corte clásico. Más tarde me encargaron el diseño de las caídas interiores, del techo de palio y de los sobrefaldones. – ¿En el rostro de qué imagen de Dolorosa, vería usted reflejada la cara de su madre? – En el de la Virgen de los Dolores…. es el reflejo de la cara de mi madre y de mi hermana Carmen, cuando la veo emocionarse (lágrimas).
Sus profundos ojos celestes, te llevan durante la conversación a los tiempos difíciles de la ciudad y de las cofradías, esos tiempos que siempre debemos tener presentes para valorar lo que atesoramos en nuestros días. El apellido Asián estará perpetuamente vinculando a la Hermandad de los Servitas.