ABC - Pasión de Sevilla

Francisco Robles

- Francisco Robles

“Tu silencio, Señor, qué desafío, / que modo de decir sin decir nada”. El soneto que María de los Reyes Fuentes le escribió al Nazareno de San Antonio Abad es de lo mejor que uno ha leído en su vida. Y no estamos hablando de literatura relacionad­a con la Semana Santa, sino de Poesía con mayúscula. Ese remate es toda una teoría sobre el Silencio de Dios, la más inmensa paradoja que puede encontrars­e el ser humano en este mundo. El Verbo, que es palabra y acción al mismo tiempo, guarda ese Silencio como el hermano mayor de la cofradía lleva colgada del cuello -plata sobre ruan- la llave del sagrario donde Dios nos espera en Silencio.

En este número especial de Pasión en Sevilla queremos analizar los pilares que sostienen la Semana Santa. Más allá de las modas y los modismos, de las novedades y las novelerías, la Semana Santa es una liturgia en la calle, una fiesta que se celebra en el corazón de cada uno. Es la fiesta del per- dón y de la memoria, de la devoción y la belleza, de la ciudad y sus cofradías, de la fe y de los sentidos, de la infancia perdida y de los días que le ganamos al inmiserico­rde calendario. In ictu oculi. Tempus fugit. Hoy es víspera y mañana será el tiempo de la nostalgia. En medio, ese Silencio del Nazareno que nos traspasa el alma con su mirada. El Único que puede volver el rostro en la lenta, pausada y geométrica cofradía que sale al filo de la Madrugada y que se recoge antes de que la luz le abra las puertas al amanecer. El Único que puede volver el rostro porque su misión consiste en eso: en buscarnos. He ahí la grandeza del Nazareno, faro que alumbra desde el galeón dorado que rompe –sin tocarlo apenas– el mar de la muchedumbr­e.

Cuando nos sentimos perdidos porque no sabemos hacia dónde va esta fiesta, bueno es escuchar el Silencio que nos lo dice todo sin decir nada. Ahí, en la dulzura infinita y conmovedor­a de esa mirada, están el mapa y el sextante, la bitácora donde hemos de apuntar el rumbo que nos llevará a la arena sin tiempo de la Verdad. Suenan el fagot, el clarinete y el oboe. Huele a morado y a azahar, a carey y a retablo veneciano, a Silencio y Concepción. Un nazareno que fue, en tiempos, el encargado de romper las cadenas de la Madrugada y de pedir la venia sin alzar la voz, lleva la llave que abre las puertas de esa Verdad que buscamos. En ese momento, todos los fuegos son el fuego de los cirios que le rinden culto a la Madre. Cirios suspendido­s en las manos que los llevan como flores de luz. Cirios fundidos en la candelería de la memoria: somos lo que fueron los que nos trajeron a este mundo, y lo que serán los que dejemos aquí cuando nos marchemos. Quien quiera saber, que escuche el Silencio. Porque el Nazareno es el Único capaz de decirlo todo sin decir nada.

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Foto César López Haldón. Primer tramo

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