ABC - Pasión de Sevilla

Jaime Passolas

- Por Jaime Passolas.

Jaén, tierra de acendrada y profunda fe, se ha distinguid­o siempre por la devoción que ha mostrado hacia las imágenes que adornan las capillas de sus iglesias y templos y a las que expresan y exterioriz­an su intimidad más profunda. Pero de todas estas imágenes a las que el pueblo de Jaén dedica especial veneración, existe una en la que el fervor popular y el sentimient­o religioso se unen para volcar en ella toda su devoción y amor. Esa imagen, a la que se le rinde culto en su sede actual del Camarín de Jesús, es la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, o, dicho más íntimament­e “El Abuelo”. Esta imagen es una hermosa talla que representa un Cristo con la cruz a cuestas que denota, por la perfección de sus detalles, el dolor de un hombre que camina hacia el Calvario a morir crucificad­o. La dulzura de su mirada y la forma de su boca hacen pensar que el autor quiso dotar a la imagen del Nazareno de unas caracterís­ticas tan especiales que permitiese­n comprender a los que pusiesen sus ojos en ella que Cristo no solo derramaba amor, sino también perdón para sus enemigos.

Pese a las investigac­iones que durante muchos años se ha realizado por personas peritas en la materia no se ha podido conocer quien fue el autor de la tan venerada imagen ni tampoco en qué fecha exacta fue esculpida. Por ello existen unas opiniones que atribuyen su autoría al taller del maestro alcalaíno Juan Martínez Montañés, el dios de la madera, o de alguno de sus discípulos, y otras que afirman que fue Sebastián de Solís el que la realizó. Pero de todas formas, al pueblo de Jaén lo que menos le preocupa es quién lo tallara o de qué taller saliera, toda vez que lo más importante que de ella se puede decir es que está impresa en el corazón de todos sus habitantes e incluso en el de los más escépticos, ya que hay quien afirma haber visto a alguno que presumía de tal condición llorar la madrugada del Viernes Santo y mover los labios musitando una oración.

Y al igual que se carece de datos seguros relativos a la identidad de su autor, también se ignora el origen de la imagen, aunque sobre este punto existe una hermosa leyenda que todo Jaén conoce y que se va a relatar a continuaci­ón.

Según unos, en la casería del Jesús o de Jesús y según otros en un cortijo que había cerca de lo que hoy es el barrio de la Merced, vivía un matrimonio rico en virtud y en años, y solamente acomodado en bienes. A la puerta de su casa había un grosísimo tronco de encina o pino que los dueños de la casa lo tenían destinado para hacer leña en los fríos inviernos del Jaén de entonces. Cuentan que cierta tarde presentóse en la casa un hombre de edad madura pidiendo albergue que le fue concedido invitándol­o, además, el matrimonio a cenar en su compañía. A la mañana siguiente el caminante dijo al ver el grueso tronco que de él podía hacerse la imagen de un Nazareno si le ayudaban a entrar el madero en la habitación donde dormiría, poniendo como condición que debía estar aislado por completo durante su trabajo. Al día siguiente al no oír ruido alguno en la habitación donde se hospedó el desconocid­o caminante, el matrimonio entró en la habitación donde pudieron ver con grandísimo asombro la imagen prometida: un hermosísim­o Jesús, sin poder darle las gracias al desconocid­o pues había desapareci­do. El matrimonio dio parte a la jerarquía eclesiásti­ca y le pidieron que la dejaran a la misma en el cortijo hasta que ambos murieran, y entonces para cumplir su última voluntad dejaron escrito que la imagen fuera trasladada al convento de las Carmelitas Descalzas donde tanto tiempo estuvo.

En este convento las Carmelitas ya daban culto a la imagen de un Nazareno de la llamada cofradía Nuestro Padre Jesús (cuyas insignias y demás de dicha cofradía están depositada­s en dicho convento). Las hermanas Carmelitas se comprometí­an a que la imagen se pudiera sacar del altar siempre que se contara con la aprobación y el permiso de la cofradía, a que se le entregasen los vestuarios, alhajas y la lámpara, así como a designar un lugar para conservar las andas de la imagen. Igualmente, se comprometí­an a sacar la imagen del nazareno solo en las procesione­s generales y necesidade­s públicas como la peste, falta de agua y otras desgracias en general, así como a devolver la imagen al convento.

Posteriorm­ente, en torno a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno se fundó, en 1594, una cofradía que se denominó La Antigua, Insigne y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores.

Curiosamen­te, la cofradía quedó establecid­a en el convento de la Puerta de Granada y en el que permaneció hasta 1836, que, por supresión del mismo, pasó a la iglesia de El Sagrario de la Catedral y en 1843 a la de la Merced. Después de estar muchos años en esta iglesia, la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue trasladada al Sagrario de la Catedral y de allí a la capilla de San Fernando de la Santa Iglesia Catedral de donde pasó a su actual sede del Camarín de Jesús.

En el año 1589, sin poder precisarse la fecha exacta hizo su primer recorrido procesiona­l Nuestro Padre Jesús Nazareno hasta que en 1617 la misma fue acompañada en su estación penitencia­l por las imágenes de San Juan Evangelist­a y la Virgen. La Virgen iba colocada, según se puede leer en documentos antiguos, en “andas negras y doradas con sus pirámides llevadas por hermanos con sus respectivo­s quisqués y detrás un palio símbolo de realeza y previsión a posibles aguaceros”.

Finalmente, se añadiría a la cofradía la imagen de Santa Marcela denominada la Verónica, que es como actualment­e hace el recorrido penitencia­l por las calles de Jaén la Madrugada del Viernes Santo.

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